La tejera

Los nombres de los parajes poco a poco se van quedando sin sentido. Seguro que en algún tiempo Valdeelmoro se llamó así por alguna razón y que a La Golinosa le pasa lo mismo, aunque ahora nadie sepa por qué se lo pusieron.

Es el caso, por ejemplo, de La tejera. Está según se va por el camino de Santa María, que es el que sale a la izquierda del que va a Santervás.

Yo recuerdo que, de pequeño, los homgres iban allí a hacer adobes por que había bastante agua y era muy buena la tierra para hacerlos, más arcillosa que en otros sitios y con menos arena.

Pues bien, por entonces todavía hablaba la gente del último tejero que había habido, y enseñaban a quien no sabía verlo por sí mismo, los lugares donde trabajaba.

-Aquí estaba el horno de las tejas. En este otro sitio, un poco más abajo del horno, era donde las hacía y las ponía a secar.

También estaba el barranco que formó con el paso de los años donde cavaba para sacar el barro para hacerlas.

Yo no le conocí, por supuesto, y sólo llegué a los últimos años en que se hacían adobes. Después también han dejado de hacerse, y la gente prefiere comprar ladrillos y bloques ya hechos. Y, ciertamente, hay razones más que de sobra para que sea así, pero eso no impide que uno recuerde con añoranza los tiempos en que cada vecino se hacía sus propios adobes para sus propias casas y cachimanes.

Para los chicos era casi como una fiesta. Nos dejaban mancharnos de barro hasta las orejas. Nadie se enfadaba si peleábamos entre nosotros tirándonos bolas de barro. Y hasta, en ocasiones, nos dejaban participar haciendo algún adobe, que era tanto como disfrutar de sentirnos que éramos un poco personas mayores.

Con el abandono de esta costumbre se ha perdido también la satisfacción de la obra terminada. Antes alguien decía: esta casa la he hecho yo. Y realmente la había hecho de verdad desde los cimientos hasta el tejado, pasando por cada uno de los adobes de las paredes. Ahora es diferente, aunque se ha ganado en comodidades, claro.

Yo todavía recuerdo cuando hicimos los adobes para hacer el horno del cocedero del pan. No lo he olvidado porque los adobes no eran como todos sino que tenía un lado bastante más corto que el de enfrente para que al unirse entre sí hiciesen entre todos la forma del horno. Desde entonces, cada vez que paso por la calle donde se encuentra, no puedo evitar hacer el comentario: -Este cocedero ayudé a hacerlo yo.

Y ya sé que sólo es relativamente cierto porque cuando se hizo el horno yo tendría sólo tres o, como nucho cuatro años, pero de algún modo todavía me sigo sintiendo satisfecho de haber estado cuando se hicieron los adobes y cuando se pusieron donde hoy siguen estando.

Es verdad que hay otros nombres de parajes que siguen continuando vivos, como El Cubillo del Chopo o El Puente del Regachal, puesto que sigue estando el cubillo y siempre estará el puente, pero son los menos casos. La mayor parte de las veces hemos olvidado por qué se pusieron esos nombres, y tengo la impresión de que cada vez que olvidamos el motivo de uno de esos nombres olvidamos algo importante que fue nuestro y que sin darnos cuenta estamos perdiendo.

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