En la taberna

Yo creo que muchas de las cosas que los mozos contaban cuando se juntaban en la taberna, o no eran ciertas o estában muy exageradas. Lo digo porque algunas son difíciles de creer, y no me extrañaría nada que algunos de los que lean estas cosas no vayan a creérselas.

A mí me parece que ahora van menos al bar, pero hace años se pasaban las tardes de los domingos en la taberna y muchos días iban también después de cenar y se quedaban hasta altas horas. Y no era por darle al trago, porque vino de la cosecha el que más y el que menos tenía en su bodega. Era más que nada por pasar el rato echando un guiñote y hablando de lo que pasaba en el pueblo.

-Oye, Mateo, dicen que este sábado que fuiste a buscar vino a Alcubilla, traías más en la tripa que en los garrafones.

Al Anselmo siempre le iban las cartas peores de la baraja, y le gustaba chinchar al Mateo, que se llevaba todas las manos de calle.

-Pues tú también irías bueno el otro día en El Burgo… Veinte en copas, y el que pierda el juego paga al tabernero..

El Mateo jugaba siempre de compañero con el Nemesio, que era también mozo, y el Anselmo jugaba con el primero que caía a mano. Le gustaba jugar, pero sin poner mucho empeño. Cuando había médico fijo en el pueblo, solía ir de mano con el médico, pero hace años que lo quitaron.

-Fui a vender unas alubias al mercado. Dos sacos sólo, pero tuve que tirarme allí toda la mañana.

-Ya. Mme dijeron que te vieron mear en la calle…

-Pues no me iban a ver… Y encima se me acercó un guardia, y que si no se podía mear en la vía pública, el tío… Ya le dije: ¿Qué no se puede dice usted? ¡Me cagüen chus!, pues yo creo que yo si que voy pudiendo… Y lo a gusto que me quedé, oye.

-¿Y cómo llegaste a casa?

El Anselmo se queda un poco despistado sin saber por dónde le viene el Mateo. Mira las cartas, y no valen nada. Echa un siete de bastos.

El Esteban, que jugaba con él ese día también se sabía el cuento:

-Quisiste meter el burro en la cuadra a reculas…

-Echa y calla.

-Se lo andaba contando tu mujer a la tia Luisa la otra mañana. tú venga a vocear al burro y ella diciéndote: dale, dale, que lleva entrando de frente toda la vida y ya va siendo hora de que aprenda a entrar de culo.

-Pues tu recorrido por las bodegas de Alcubilla tuvo que ser cojonudo, porque cuentan que a la vuelta no valías quedarte quieto encima del carro, y arreabas a la yunta con la tralla cuando íbais cuesta abajo y tirabas del freno todo lo que podías cuando íbais subiendo…

-Lo que tienes que hacer es ir sacando la mosca, que me llevo las diez de últimas y te has vuelto a quedar zapatero.

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