El ambiente musical

El hijo de Benavides, ausente del pueblo durante bastantes años, se maravilló al volver en una de sus vacaciones de lo que anteriormente cuando residía en el pueblo estaba viendo con mucha frecuencia sin apenas darle importancia y ahora le daba la impresión de que era un espectáculo que veía por vez primera. Le daba la impresión de que oía como entre nubes el son de la dulzaina, instrumento peculiar y bullanguero, que llena de colorido y encanto el ambiente festero y presta alegría y entusiasmo a todo el que lo oye.

A los músicos el hijo de la Benavides los conocía de siempre, nada más que los años no habían pasado en balde y todos ellos peinaban canas.

Contempló con entusiasmo los ensayos de una de estas bandas de músicos. Se trataba de la del Tarsicio. Dos dulzainas y una caja. La canción que estaban ensayando, estaba muy de moda entonces, “por la calle de Alcalá”. La segunda que interpretaron se titulaba “El Pichi”. Los que se encontraban en el local de ensayo, la cocina de una casa, tarareaban y acompañaban a los músicos. Era un espectáculo simpático, alegre y amable.

La banda del Tarsicio trabajaba bien. Tocaron varias canciones de moda. De vez en cuando el que dirigía llamaba la atención a los otros porque no acoplaban las notas: “en la segunda estrofa, notarás que en la seguidilla cuarta, bajas mucho, por lo que quedas un hueco del compás continuo, que hace que al redoblar el cajero, tenga que derrotar con sus palillos”.Con observaciones más o menos continuas. Con repeticiones y vueltas a repetir pasaba la noche.

Ruido que se oía, o sonidos musicales que parecían venir de otros puntos, le daba la impresión de que más o menos lejos había competidores:

-No oyes más. Aquí en este pueblo de Fuencaliente, por lo menos hay unos quince señores que en los trasnoches se entrenan en las cocinas. Algunos de ellos, lo suelen hacer solos ya que los de su cuadrilla se encuentran en otro pueblo.

En la cocina del tío Licinio, se apreciaba otra clase de música, con el nuevo agrado del bombo y platillos. Cuadrilla, que encontraba sus dificultades a la hora de contratar, ya que los mozos de otros pueblos, o los Ayuntamientos, ponían reparos a pagar el mantenimiento de una persona más. Hay muchos pueblos que solamente desean por cuestión económica a una dulzaina y un cajero. Es difícil encontrar contratos pero a pesar de ello, vamos tirando y la afición no se pierde.

-Habrás de saber que ninguno de nosotros hemos estudiado música, desconocemos eso que llaman solfeo. Tocamos de oído, y porque hemos aprendido de nuestros años mozos.

En los días navideños es cuando las cuadrillas hacen el recorrido por las diversas localidades de la comarca con el fin de contratarse o ajustarse para la fiesta. “Muchos tenemos unos cuantos pueblos seguros. Entre las cuadrillas tenemos buenas relaciones de amistad. Nos cedemos unos a otros los músicos con el fin de suplir las ausencias”.

También hay cuadrillas de músicos en Fuentearmegil, Santervás, Zayuelas, Villálvaro, Alcubilla o Guijosa.

Sobre las tres de la madrugada, suele terminar el ensayo de estos músicos, el hijo de la Benavides consideró terminada su ronda y regresó a casa. Apareciendo en plena calle, como la helada arreciaba, y que en las pisadas la tierra crujía, y tanto la luna como las estrellas parecía que se salía de su espacio para ofrecer la claridad de su luz para ayudar al caminante, en una despejada noche. Esta es la mejor sustitución del carente alumbrado público.

(Extraído del manuscrito titulado “Fuencaliente, pequeño pueblo de ilusiones perdidas”, que Eugenio Cabrerizo Cámara redactó junto con el periodista José Pérez Llorente alrededor del año 1970, obteniendo el reconocimiento de los Premios para el fomento de la investigación, nivel universitario del Consejo General de Castilla y León).

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