Tiempos de trilla y bielda.

Pausilipo Oteo nos sigue contando con sus palabras entrañables y nostálgicas aquellos usos y costumbres relacionadas con la cosecha del grano del modo y manera en que se hacían en aquel tiempo que ahora vemos tan lejano y que, a fin de cuentas, es mucho más cercano de lo que pensamos, pues fue el modo de vida de nuestros padres, y desde luego de nuestros abuelos y bisabuelos. Leemos a Pausi y es como si corriéramos sin hacer ruido las cortinas del tiempo y nos asomáramos por las ventanas de la memoria para ver si está nublado o viene el día de trilla o de bielda. Esto es lo que nos dice Pausi tal y como él lo recordaba de cuando era joven y vivía en Santa María de las Hoyas:

Una vez toda la mies en la era, que esto solía ser a mediados de Agosto, se empezaba a trillar, siempre que el tiempo lo permitiera, ya que en caso de lluvia o faltar el Sol, era imposible y no había que intentarlo.

Cuando el tiempo aclaraba y llegaban los rayos del Sol, una vez que el rocío de la mañana se había secado, se empezaban a sacar los haces del tresnal con el fin de extenderlos por toda la era, después se cortaban los vencejos con una hoz o cosa semejante, seguidamente las gavillas que en la parcela habían servido para hacer los haces, eran desmenuzadas lo más posible, con el fin de que el trillo lo encontrara más llano, y los animales dieran vueltas a la parva en mejores condiciones .

Ya tenemos a las dos caballerías uncidas con el ubio, que con unas sogas dispuestas para que no se rozaran, se ataban a un travesaño, y éste con una argolla, se unía a un gancho que llevaba el trillo y en estas condiciones empezaban los animales a dar vueltas a la parva, al medio día, tanto los animales como las personas descansaban, a mi padre no le hacía falta reloj, tampoco los había y menos de pulsera,cuando en la fachada este de la torre empezaba a ponerse en sombra, era medio día, en aquel momento las personas a comer y a las caballerías a darlas agua en el pilón de la fuente.

La comida no duraba mucho y menos si amenazaba tormenta, otra vez a lo mismo, los animales a dar vueltas con el fin de hacer las pajas de la mies cada vez más pequeñas, para dárselas a comer en los meses de invierno a las vacas, machos, ovejas, etc.

Una vez terminado de trillar, se procedía a pingar la parva ya que al otro día, se extenderían los haces alrededor de ella, normalmente no se abeldaba hasta que no se terminaba de trillar el trigo, pero si alguna noche hacía un buen viento solano, se aprovechaba, y los mayores de la casa pasaban allí la noche separando el trigo de la paja, para tal fin, se empleaba el bieldo que consistía en un palo largo y en el extremo inferior, unos trozos de madera o de hierro en punta con los cuales se levantaba la paja y el trigo al mismo tiempo, encargándose el aire de separarlo, a la mañana siguiente, el trigo se cribaba, se metía en sacos y por medio de las caballerías, se llevaba al granero, la paja se ponía a un lado de la era, con el fin de poder trillar el mismo día, y de esta forma un día y otro hasta que terminaba de trillar el trigo, la avena, centeno y cebada, que eran las mieses que sembraba el labrador medio.

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