Dos rogativas de antaño salvadas del olvido de los años.

Gracias a la generosidad de una informante que prefiere permanecer en el anonimato, hemos conseguido salvar de la trituradora del tiempo que hace tabla rasa con todo aquello que cae en sus engranajes si no se cruza por medio una voluntad dispuesta a salvar los valores tradicionales, como son sin duda alguna los usos y costumbres de nuestros pueblos. Hoy queremos compartir estas dos muestras de rogativas religiosas que han estado vivas a lo largo de siglos y siglos en los pueblos del Coto Redondo de Fuentearmegil.

La despoblación sufrida en los últimos cincuenta años ha ido borrando de la memoria popular de la gente estas oraciones en forma de canciones cantadas en la iglesia o durante las procesiones en petición de ayuda y clemencia, y hemos podido recuperarlas gracias a personas devotas que las conservaban cuidadosamente escritas en cuadernos descoloridos por el uso y el rigor del paso del tiempo.

Todavía quedan algunas mujeres que las guardan fervorosamente en su cabeza aprendidas de memoria como grabadas a fuego, pero cada vez son menos y el futuro nos deja pocas esperanzas de que puedan reavivarse y que algún día las calles de nuestros pueblos vuelvan a resonar escuchándolas cantadas por los creyentes, hombres y mujeres, que ponían su fe y su esperanza en las potestades celestiales, y su voz de súplica y queja, la devoción de ellas y el semblante grave de ellos se elevaban al cielo reclamando la lluvia, el fin del pedrisco que arrasaba la cosecha y les condenaba al hambre. Oración de mayo.

Madre mía, que estás en los cielos
envía consuelo
a mi corazón.

Cuando triste y llorando te llame
tu mano derrame
feliz bendición.

Es el mundo sirena engañosa
que en copa de rosas
te brinda a beber,
y al tocarla tus labios sedientos
recibes tormentos
en vez de placer. Encantados jardines de olores,
manojos de flore
tu alma nos pintó,
y en lugar de soñadas venturas
tan solo amarguras
el mundo te dio.

Madre mía, que estás en los cielos,
envía consuelo
a mi corazón.

Cuando falte en mi pecho el aliento,
que muera mi aliento
con esta canción.

Virgen purísima,
Virgen piadosa,
Madre amorosa
del Salvador.

A ti clamamos
y suspiramos,
que se convierta el pecador.

Triste es la vida
del que en prisiones
un día y otro
metido está.

Triste es la vida
del que mendiga
de puerta en puerta
un poco pan.

Pero es más triste,
mucho más triste,
no tener agua
para regar
nuestras cosechas
van a consumirse
por falta de agua
muy pronto están.

Concepción bendita,
riega nuestros campos,
consuela los llantos
del triste mortal.

A tus pies venimos
postrados de hinojos,
pidiendo copioso
del cielo el maná.

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