Ser pastor, un oficio de mucha tradición en nuestros pueblos.

Los rebaños de ovejas y cabras han existido desde los albores de la humanidad. Pastores fueron las tribus celtas y más tarde los arévacos, los romanos que vivían en las zonas agrícolas, y también los moros.

En la Edad Media los dueños de las grandes cabañas trashumantes fueron los nobles y los clérigos, hasta que en el discurrir de los siglos el pueblo llano fue criando hatajos más pequeños que les ayudaban en la economía de las casas con la lana, la carne y la venta de los corderos.

A lo largo de todo el siglo veinte en nuestros pueblos hubo gran cantidad de rebaños de ovejas. Los de cabras fueron a menos poco a poco y acabó siendo un solo rebaño vecinal que también terminó desapareciendo. Pero el ganado lanar resistió hasta principios del siglo veintiuno, en que no se produjo el relevo generacional por la mejor formación académica de los hijos, y en la actualidad es raro ver algún hatajo careando por el campo.

Atender bien a las ovejas exige mucha dedicación porque hay que estar encima de ellas a diario. Salen moriondas desde principios del verano, y las primeras empiezan a parir hacia San Andrés y desde entonces casi todos los días pare alguna hasta principios de primavera que suelen parir las últimas. El período de gestación es de cinco meses, por lo que los pastores llevan el calendario aproximado de las cuentas de cada una.

Los primeros días después del parto, las ovejas y sus crías se separan de las otras y se las deja en un cerradero pequeño. unas semanas más tardes se vuelven a juntar con todas, y los recentales corretean por las praderas, mordisqueando la hierba.

En nuestros pueblos se vendían pocos corderos lechales, y se esperaba a que cogieran peso para sacar algo más de dinero por la carne.

A últimos de junio, antes de que llegaran los calores del verano, las ovejas se esquilaban para retirarles los vellones que tanto les abrigaban cuando hacía frío, y se metían en sacas de lana para vender a los laneros o para escarmenar y hacer madejas de hilo para tejer prendas para la casa.

Las ovejas tienen distintos nombres según van creciendo: corderas, borregas, primalas y borras cuando son más jovencitas, y andoscas, reandoscas o igualadas cuando tienen una edad más avanzada. A partir de los seis años se consideran viejas, y se supone que les quedan pocos años de vida.

Posiblemente el período más descuidado para los pastores pueda ser el verano, contando con la disponibilidad de las horas centrales del día, en las que las dejan sestear por las altas temperaturas y pueden descansar algo. En primavera abunda la hierba para el pasto, pero hay que evitar que entren a los sembrados y a las viñas, y que no se ceben en las flores de las estepas ni se empachen con la hierba cuando está mojada, que les producen desarreglos digestivos y les afecta al cerebro. En invierno la dificultad venía de la dureza del clima y las largas temporadas de nieve y lluvias persistentes. No podían salir de los corrales durante días enteros, y había que darles pienso por la mañana y por la tarde, llenando las canales de paja de cebada o de avena, y también de aristas de las alubias., y llenarles las rejillas de alfalfa o hierba seca guardada por el verano.

La ausencia de rebaños de ovejas y cabras en los parajes donde tradicionalmente pastaron a través de los siglos está provocando el crecimiento desmedido de las plantas que formaban su alimento, como la hierba de las cunetas de los caminos y las praderas, la maleza asilvestrada, y los arbustos y rebrotes de los montes que los ganados ramoneaban como pasto. La pérdida de un oficio como el de pastor, que ha existido durante milenios en armonía con el ecosistema de la naturaleza, puede representar un perjuicio que no supimos prever en su momento y que puede estar empezando a tener consecuencias indeseables para todos.

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