Mayo se viste de verde y de fiesta.

De los doce meses del calendario, mayo representa la manifestación pujante de la vida que renace sobre la tierra. En muchos pueblos el día primero del mes se planta un «mayo» en un lugar señalado, cortando el chopo más grande de todo el contorno, que permanece levantado hasta el mes de junio como símbolo de fertilidad. Por el mismo motivo se celebra el primer domingo de mes el Día de la Madre, y se ha elegido este mes en homenaje a la Madre de Dios, otorgándole ofrendas de canciones y flores recogidas del campo. Los labradores festejan a mediados de mes un día en honor a San Isidro Labrador que en tiempos fue para ellos una de las mayores fiestas del año.

El esplendor de la naturaleza se derrama a manos llenas en el mes de mayo. Las mañanas amanecen brillantes de luz, la alegría que se respira en el aire, y el canto de los pájaros que están encubando y criando en los nidos.

En otro tiempo las tierras sembradas se veían con labradores recalcando para quitar malas hierbas, y siempre había alguno que cantaba tonadas aprendidas de sus padres mientras caminaba en pos de la yunta empuñando la esteva. Las prácticas modernas habrán eliminado estas tareas con el uso intensivo de herbicidas, y tampoco tendrán que ir a escardar las mujeres para quitar cenizos y ababoles. Nos queda y que sea por mucho tiempo, la fidelidad al almanaque del trigo, la cebada y la avena, porque ello nos seguirá ofreciendo buen pan en nuestra mesa.

En el mes de mayo se veían también rebaños de ovejas colmados de corderos nuevos. ¿Dónde están ahora las ovejas y los corderos, que siguen vendiéndose en los supermercados, y no los vemos por nuestros campos?

En mayo tenían rosas de San Juan los tomillos y los espliegos, estaban cuajadas de flores rosadas las estepas, y los espinos de las márgenes del río eran un esplendor de perlas blancas que alborozaban el semblante verlas.

A partir de mediados de mayo, acabadas las heladas de primavera, empieza la siembra de los garbanzos y las alubias, que habrán de ser regadas por el verano para que tengan buena cosecha.

Las viñas empezaban a tener brotes de sarmientos nuevos, y había que ararlas para eliminar todas las malas hierbas nacidas con la humedad de las primeras lluvias. Se hacía con un ubio largo para que la yunta no pisase las cepas. Primero se araban hacia afuera, dejando al aire la cepa hasta el principio de las raíces, y dos semanas más tarde en sentido contrario, volviendo a cubrirlas y terminando con el azadón para cubrirlas hasta el pie del tronco.

Hacia la última semana del mes se celebra la semana de Letanías, de origen ancestral, durante la que se hace la bendición de los campos para propiciar la abundancia de frutos y hacer súplicas para ahuyentar las tormentas y el pedrisco.

En los primeros días de junio los mozos quitaban el mayo, y lo que conseguían vendiéndolo se lo gastaban en la cantina.

De los doce meses del año, el mes de mayo nos muestra toda la generosidad de la tierra. Los hombres hicieron en los albores de los tiempos un pacto con ella. La tierra nos daría la vida, y nosotros la respetaríamos por encima de todas las cosas. Que así sea.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.