Se cumple el 85 aniversario de la compra de Fuentearmegil

La historia del Coto Redondo de Fuentearmegil discurre por un largo período de dominaciones nobiliarias desde que un rey del siglo XII concedió su posesión a Nuño García por algún hecho de armas indefinido hasta el día 2 de abril de 1924, fecha en la que los vecinos de los cuatro pueblos que forman el término municipal tomaron la iniciativa de comprárselo al conde de Adanero, que fue su último propietario.

Se cumple este año el 85 aniversario de su liberación. En medio quedaban casi nueve siglos plagados de cesiones testamentarias, censos enfitéuticos y apropiaciones abusivas indignantes. Durante ese largo tiempo nada era de los vecinos, ni las viviendas donde vivían, ni las fincas que labraban, ni siquiera la basura del ganado.

Fue necesario que D. Juan José de Pablo Romero, hijo de la santervasina Lorenza Romero Rodrigo que estaba casada con el secretario del Ayuntamiento del Burgo de Osma, se sintiese llamado por Dios en su condición sacerdotal para salvar de la servidumbre al pueblo de su madre, y decidiese emprender la difícil tarea de sacar a los vecinos del coto redondo de las estrecheces en que vivían. Empezaron las primeras gestiones en septiembre de 1923, convenciendo a los vecinos de la posibilidad de liberarse, organizándose en un sindicato agrario y manteniendo una dura negociación con el representante del conde que permitió rebajar la cifra de 750.000 pesetas iniciales a las 600.000 que fue el precio para que pudiesen recuperar las tierras los propietarios naturales de ellas, los hombres y mujeres que las trabajaban a diario desde que los primeros asentamientos celtíberos de los que se tiene noticia las cultivaron. Ocho meses más tarde consiguieron el éxito de su empresa.

Podemos imaginar el repique de las campanas de Fuentearmegil, Santervás, Fuencaliente y Zayuelas en la mañana que se firmó la escritura de compra-venta lanzadas al vuelo por los mozos hasta dejarlas canas en agradecimiento por el futuro de prosperidad que se abría para ellos.

Las praderas que habían estado liegas hasta entonces por ser el coto de caza del conde empezaron a producir ciento por uno con tanta abundancia que ha quedado grabado hasta nuestros días en la memoria de los que aún viven. Construyeron casas nuevas para vivir con más comodidades, hicieron corrales para los rebaños de ovejas que crecieron y se multiplicaron, arreglaron los caminos vecinales y las fuentes públicas, remodelaron las escuelas que se llenaron de niños y niñas. Han pasado 85 años, y Metidos ya hasta los calcañales en el empuje del siglo XXI tenemos la impresión de que la comarcalización que se impuso al equilibrio natural de las cosas en los años setenta provocó la inercia de la diáspora que viene despoblando desde entonces toda la provincia. La reagrupación por zonas de los centros escolares, la concentración de los servicios médicos y farmacéuticos, la aglutinación de muchas cabeceras municipales, puede ser el origen de un cambio de tendencia que amenaza con llevarnos a un futuro fácilmente imaginable.

(Heraldo de Soria, 25 de marzo del 2009)

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