Qué buena que nos estaba la morrera

Este fin de semana pasado hemos cogido el coche y nos hemos acercado a comer hasta un pueblo de la provincia de Burgos, porque unos amigos de Santander nos habían dicho que hacían la mejor morcilla de todo Castilla y León, y que por seis euros no te terminabas el plato.

Nosotros hemos debido de tener mala suerte, porque el día que fuimos resulta que lo que daban de menú eran judías verdes de primero y merluza en salsa de segundo.

-¿Pero es que no tiene usted alubias pintas con chorizo?

-Pues… teníamos, pero se nos han terminado. Podemos sacarles unos buenos platos de morcilla y de torreznos, y si quieren algo por delante tenemos paella, macarrones a la carbonara, alcachofas salteadas… Y si les gustan las sopas de ajo…

-Unas buenas sopas de ajo nos caerán bien. Y después que sean un par de morcillas a la parrilla o lo que se tercie de esa parentela.

El vino era de la cosecha, a lo mejor algo flojo, pero entraba bien, fresco y en unos jarrillos de barro muy aparentes.

Las sopas venían en pucheritos como de pastor. Buenas de sabor, no diré que no, pero… Algo les pasaba. Tenían trozos de jamón, tocino, carne de cocido y hasta algún troncho de acelga. El huevo lo habían cocido antes de echarlo cortadito en dados. Estaban buenas, pero no tenían nada que ver con las que se hacían en nuestro pueblo.

El segundo plato fue peor.

-Oiga. ¿qué tienen estos torrendos que saben a algo raro?

-Es una receta especial del cocinero que tiene mucho éxito. Antes de freírlos les pasa un pincel con una mezcla de miel con canela y eso les da ese toque tan especial.

-Muy especial, sí. ¿Y no tienen de los de siempre?

-Hombre, hay que modernizarse…

Las morcillas eran dulces. Les habían echado anises, uvas pasas y orégano o algo por arreglo.

-¿Qué les parecen nuestras fabulosas morcillas?

-siempre las han hecho así por esta parte?

-Antes acaso no se las echaban pasas, pero ha sido un verdadero hallazgo.

-Si usted lo dice…

Al salirnos del menú no fue nada barato, pero lo peor fue la sensación de haber querido comer una cosa y haber comido otra. Luego nos enteramos que los que llevaban el restaurante tampoco eran de allí y que el cocinero era un chico joven que había estudiado un curso de formación profesional de cocina en un pueblo de pegando a Galicia.

-Pues por esa zona será normal hacerlas con uvas pasas, no diré yo que no, pero donde se pongan las de arroz que se quiten las otras.

En el viaje de vuelta para seguir con la rutina diaria me venía acordando de cuando asábamos la morrera en las ascuas nada más descolgarla de las varas donde se ponía a orear para que se curara al lado de las morcillas, los chorizos y las güeñas. Aquello era otra cosa.

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