El domingo anterior a Nochebuena de 1924 unos cuantos vecinos de Santervás fueron a comprar vino: Lázaro Berzosa, el tío Quisco, el Leoncio, el Lucio, Nicolás Cabrerizo, Raimundo Carro y el maestro del pueblo, don Primo Rodrigo. Les hacía falta para celebrar bien las navidades y las matanzas, que se solían hacer después de los Reyes.
De víspera quedaron en salir antes de amanecer y, como de costumbre, se tomaron unas copas de orujo para calentarse del frío mañanero. Se montaron en sus burros equipados con alforjas y alforjones cargados con los pellejos o botos vacíos, y se desplazaron a Zazuar, un pueblo de la provincia de Burgos, a buscar vino de la Ribera del Duero.
En las alforjas llevaban la comida para todo el día: sardinas arenques, torreznos de tocino blanco y pan de hogaza. La bebida la tenían asegurada con la prueba de vino en las bodegas.
Almorzaron y comieron lo que llevaban en alguna de las que entraron, que seguro que serían unas cuantas. Probarían distintas cubas, unas de vino tinto otras de clarete o de ojigallo, y comprarían el que más les gustó por el sabor y por el precio. Era costumbre que el vendedor les llenara las botas de vino para que echaran algún trago en el camino de vuelta a casa.
Ya de regreso a Santervás se les echó la noche encima y se perdieron. Dieron muchas vueltas por los caminos y no daban con el que tenía que ser. En los pueblos no había iluminación ni gente por la calle por el frío.
A esto, el tío Quisco le dijo al maestro:
-Oye, Primo. Casi todos los días en la escuela les dices a los chicos “¿Por dónde se va a Madrid? ?Por dónde se va a Barcelona?” Yo ahora te pregunto, ¿por dónde se va a Santervás?
No supo contestarle. Claro, les falló el GPS humano.
Las familias estaban preocupadas por la tardanza, pero al fin llegaron sanos y salvos, algo mas tarde de lo previsto. Cosas que pasan.