Mosaicos de la villa romana de Santervás del Burgo

Antecedentes

La existencia de vestigios arqueológicos en el término de Santervás del Burgo, Ayuntamiento de Fuentearmegil (Soria), era supuesta de antiguo, por hallarse en una casa del pueblo una habitación arbitrariamente pavimentada con bloques de mosaico.

La procedencia de tales piezas se conocía por tradición, como extraídas de un paraje que conserva el expresivo nombre de «Los Villares», topónimo que en la Celtiberia -lo mismo que Quintanares y Quintanas- aluden generalmente al antiguo emplazamiento de una suntuosa residencia romana en el dominio de una hacienda rural.

Para los estudios arqueológicos permanecía ignorado este yacimiento hasta que el ilustre investigador don Blas Taracena dio cuenta, en breve nota, de la existencia del mismo. (Fig. 2.)

PRIMERAS EXPLORACIONES

Cuando hace algunos lustros visitamos por vez primera esta localidad, tuvimos ocasión de examinar y fotografiar el malogrado mosaico trasplantado desde Los Villares al pavimento actual, así como algunos sillares, jambas escuadradas, fragmentos de pilastras y fustes, que se hallaban maltrechos por poyatos y calzadas, cuando no restos escultóricos embutidos en la fachada de una casa del pueblo. Unos y otros estimularon nuestro interés por reconocer sobre el terreno la procedencia de tan significativos materiales arqueológicos. Nuestros pasos se encaminaron entonces al citado paraje de Los Villares, situado unos doscientos metros al sur del casco urbano de Santervás, al otro lado del río Cejos, aquí nacido, que tras fecundar la vega desagua en el Perales. El terreno, allanado por el constante laboreo agrícola en el transcurso de los siglos, nada acusa a simple vista. Recorriendo una extensa superficie advertimos algunas teselas aisladas o en pequeños bloques, algunos fragmentos de cerámica de tipo indígena e indicios de sigillata hispano-romana, tardía, con todo lo cual nos fue posible localizar aproximadamente el recinto de una edificación soterrada e importante.

En posterior visita, al hacerme cargo de la Comisaría Provincial de Excavaciones Arqueológicas, recorrí nuevamente aquellos lugares y pude advertir. que el reciente empleo de modernos arados de desfonde había removido el subsuelo y volteado materiales de argamasa y mayor número de teselas correspondientes a desintegradas pavimentaciones. Fue en aquellas fechas también, cuando el deficiente desarrollo de los cereales cultivados, en medio del verdor y lozanía del resto de la zona que rodea Los Villares, nos ayudó a fijar el área donde un subsuelo extraño impedía el desarrollo normal de la vegetación. Con tal motivo dimos cuenta a la Comisaría General de Excavaciones, que, atendiendo nuestro oportuno informe, autorizó el reconocimiento detenido de Los Villares. A tal fin, practicamos algunas catas en aquellos terrenos, las cuales alumbraron una zona de mosaicos salvada en parte de la acción demoledora de las inclemencias, del arado y del hombre… Percatados de la importancia del yacimiento y del riesgo que corrían tan inestimables vestigios arqueológicos, la Comisaría General incluyó Los Villares, de Santervás del Burgo, en el Plan Nacional de Excavaciones del año 1954.

PRECEDENTES HISTÓRICOS Y ROMANIZACIÓN DE LA COMARCA

La romanización de la comarca de Los Valles, en cuya cabecera se encuentra el término de Santervás, se explica lógicamente en función de los acontecimientos provinciales, que ponen fin a la organización celtibérica para dar paso a la política romana. Podemos fijar como punto de partida el año 195 antes de Cristo, en que Catón irrumpe con su ejército en La Meseta, cerca de Numancia, tratando de establecer pactos con las aguerridas tribus arévacas que conservan su autonomía. La paz conseguida por Graco tras su campaña del año 179, con la que termina la primera guerra celtibérica, facilita en estas tierras la penetración pacífica de los romanos, desde sus sólidas bases en la zona del Ebro medio. Veintidós años más tarde, con la sublevación de las tribus celtibéricas de arévacos, tittios y belos, dan comienzo los gloriosos veinte años de guerra numantina. La destrucción de la ciudad heroica trae consigo la sumisión de estos pueblos indígenas, pero pronto los arévacos tratarán de sacudirse el yugo romano, cuando el año 98 luchan en corta campaña contra el procónsul Tito Didio. El año 90 es destruida Termantia. intervienen de nuevo los arévacos en la guerra sertoriana y Pompeyo somete a Uxama el año 72. Poco a poco, de grado o por fuerza, se reduce el aguerrido espíritu indígena, y la dura Celtiberia pasa a ser provincia del Imperio.

Todavía el legado consular que en nombre de Octavio Augusto gobierna la Citerior, tiene a sus órdenes tres legiones volantes, pero ya la región se hallaba completamente pacificada, cuando las legiones realizaban en misión de vigilancia y espectacular sensación de dominio, sus marchas militares de alcance político y social. Reclutaban, a la vez, tropas auxiliares entre los campesinos, con opción a puestos y ascensos retribuidos, que al licenciarse recibían la ciudadanía romana para sí y para sus hijos. Al volver a sus aldeas divulgaban a su alrededor el bagaje cultural aprendido, constituyendo un poderoso fermento prorromano.

Exceptuando el único hecho de importancia militar acaecido en el año 68 d. C., cuando la legión VI Victrix aclamaba al anciano pretor Galba, gobernador de España, suceso que afectó escasamente a la vida provincial, ningún otro acontecimiento se registra que alterara sensiblemente la paz disfrutada durante el siglo I de nuestra Era. Sobre las ruinas celtibéricas, tres ciudades surgen con esplendor romano en el occidente soriano: Clunia, Uxama y Termantia. Estas y las vías romanas que relacionan estratégicamente el territorio en función de la arteria principal Astúrica-Caesaraugusta, contribuirán a sentar el más sólido cimiento de romanización. A su amparo, suntuosas villas rurales asentadas en el agro, con evidente apogeo durante los siglos 111 y IV d. C., van a ordenar y mejorar las explotaciones agrícolas y ganaderas, y a crear industrias afines.

EMPLAZAMIENTO DE LA VILLA. SITUACIÓN TOPOGRÁFICA

De los tres caminos distintos señalados por el Itinerario de Antonino, para ir de Astúrica a Caesaraugusta, nos interesa ahora el que desde Astorga avanza por las llanuras palentinas, y particularmente el tramo de unos treinta y siete kilómetros que desde Clunia, en los límites de la Celtiberia y Convento jurídico de la Tarraconense, llega a Uxama. A poco más de la mitad del trayecto y alejada diez kilómetros hacia el este, queda la Villa del actual Santervás del Burgo. Su situación topográfica queda comprendida en las coordenadas 41º, 43′, y 0º, 33′, 6», según datos del Instituto Geográfico y Catastral, y en la cota de 1.000 metros sobre el nivel del mar.

En la cabecera de los ríos de esta comarca, y a lo largo de su cuenca, hemos registrado indicios del trazado de vías secundarias y el solar de varias villas más -algunas quizás simples vicos-, aparte de otros vestigios de época romana, todo lo cual viene a confirmarnos la intensa explotación de que, con idea de latifundio, fueron objeto estas tierras en los primeros siglos de nuestra Era.

A pesar del desplazamiento de la villa romana de Santervás, de la vía Clunia-Uxama, quedaba relacionada con esta arteria principal por un camino secundario que, adaptado a la suave topografía del terreno, se remontaría vega arriba hasta el nacimiento del río. En la cabecera de este valle abierto a oeste, flanqueado por altozanos y delimitado al fondo por perfiles serranos, se fijó el emplazamiento de esta señorial residencia romana. El ambiente en torno no podía ser en estas latitudes más propicio; trescientos metros al este se encuentran las copiosas fuentes, que sin necesidad de obras de conducción importantes, por propio desnivel, dotarían de agua corriente al conjunto urbano. A unos noventa metros al norte discurre el río Cejos, recién nacido, y poco más allá se encuentra la preciada laguna que fecunda la extensión de cultivos de vega. A pocos metros de la laguna comienza el pueblo de Santervás.

El solar de emplazamiento de la villa se orienta de este a oeste, ligeramente elevado sobre el terreno colindante. De sur a norte se acusa desnivel, determinado por los altozanos próximos hasta la vaguada del río; desnivel que escasamente rebasa el 1,40 por 100 en la zona cultivada, y reducido por el secular laboreo de las tierras. Esta situación apenas prominente, ha liberado a las ruinas de la acumulación de tierras por erosión pluvial o por arrastre de los cultivos; pero en cambio afloró la cimentación antigua, despertando la codicia de sus materiales constructivos, mermando la capa protectora de tierras, que ni permiten un remunerador cultivo, ni protegen suficientemente la notable pavimentación de estas dependencias. (34. MOSAICO GEOMETRICO CON PELTAS, GUILOCHES Y HOJAS. Lám. 13. Hallado en la habitación I a. Dimensiones: 3,85 X 3,85 m. Longitud media de las teselas: 11 mm. Colores- blanco, gris oscuro, azul, amarillo y rojizo, Opus tessellatum.)

La decoración, de fuera a dentro, es la siguiente: marco blanquecino entre dos líneas; orla ancha de filas de peltas contrapuestas, con cuadrados curvilíneos; algunas llevan una aspa inscrita sobre fondo blanco y guiloche ancho entre dos marcos estrechos. La decoración central está lograda a base de hexágonos con hojas acorazonadas de hiedra o con dos motivos florales polícromos contrapuestos y un rectángulo con flor de ocho pétalos y flores de loto entre ellos. La orla con las dos filas de peltas se documenta en un mosaico de Feurs (H. Stern-M. Blanchard-Lermée, op. cit., 25 s., lám. III A2 C2). La decoración de anchas hojas se repite en Baños de Valdearados (J. L. Argente, op. cit., fig. 19). Para la decoración de hexágonos decorados con hojas véase un mosaico de la Rue des Colonnes de Vienne (J. Lancha, «Découvertes archéologiques récentes a Vienne [Isère]»Monuments et Mémoires. Fond. Piot., 198 1, 124 ss., fig. 84), que es uno de los elementos que aparecen en mosaicos hispanos que los relacionan con los de Gallia.

Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», AEA 38, 1965, 87, fig. 5; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», NAH 3-4, 1954-55, 173 s., lám. CXLVI, y CAN 6, 1959, 22, fig. 2.

Otra bibliografía en la que se alude a los mosaicos: T. Ortego, NAH 5, 1956, 162 ss.; Idem, «La villa romana de Santervás del Burgo», Celtiberia 22, 1961, 183 ss.

35. MOSAICO GEOMÉTRICO. Lám. 13. Descubierto en la habitación I b. Dimensiones: 3,13 x 2,15 m. Tamaño medio de las teselas: 10 mm. Colores: blanco, gris, azulado, amarillo y rojizo. Opus tessellatum. La orla ancha va decorada con meandros y rectángulos; estos últimos llevan en su interior una flor cuatripétala y flores de loto, nudos de Salomón y un ramito con zarcillos. La orla estrecha exterior tiene un motivo de zigzag formando filas de triángulos. El centro está ocupado por un octógono de marco claro con un segundo inscrito y dos pequeños rectángulos con cruz de Malta en el interior. Los guiloches cubren las calles. Sobre la línea del borde hay colocadas flores de loto. El esquema de la orla, filas de losanges y rectángulos con rombos inscritos, aparece en mosaicos antioqueos, como en la Casa de los Misterios de Isis (D. Levi, op. cit., 165 s., lám. CII, c-e), de época severiana. El esquema decorativo central se repite en el citado mosaico, inédito, del Campo de Villavidel, y en un segundo pavimento de Rielves (M. C. Fernández Castro, en J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de la Real Academia de la Historia, Ciudad Real, Toledo, Madrid y Cuencia, 69, fig. 3 1, con paralelos hispanos de Baetulo, Amendoal, Fraga, Villa del Prado, etc., de Vienne, y en las decoraciones pictóricas de las termas de Sabratha, etc.).

La habitación n.º I estaba totalmente cubierta de mosaicos. Consta de dos cámaras; la primera es de planta rectangular; la segunda es una prolongación de la rectangular, algo elevada con relación a la primera. Ambos pavimentos estaban unidos por una faja escalonada, de 0,75 m., que salvaba el desnivel y hacía que el pavimento no se interrumpiera. Un paralelo muy exacto para la orla de meandros y rectángulos, también con cruces y nudos de Salomón, se halla en un mosaico de Cuicul (P. Romanelli, op. cit., lám. 265 a).

Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 87, fig. 6, y CAN 8, 220, fig. 13. 36. MOSAICO CON ROSETAS Y PELTAS. Hallado en la habitación II. Dimensiones: 5,10 X 4,45 m. Longitud de las teselas: 10 mm. Colores: blanco, gris oscuro, azulado, amarillo y rojo. Opus tessellatum. La alfombra lleva un dibujo que se repite, muy parecido, por proceder seguramente del mismo taller, en un pavimento de la villa de Los Quintanares, formado por rosetas de cuatro pétalos con peltas, coronadas en el centro por un triángulo, como en Montmaurin (C. Balmelle, Recueil général des mosaïques de la Gaule. IV Aquitaine. 1, París 1980, 90 ss., lám. LVII), del segundo cuarto del siglo IV. También se encuentra en Germania, en Tréveris (K. Parlasca, op. cit., 62, láms. 57, 4-58, l), de final del siglo IV, y en Maguncia (K. Parlasca, op. cit., 92, lám. 92, 2), de final del siglo III. Los espacios libres van cubiertos de rosetas cuatripétalas y de rombos curvilíneos con cruces en el interior, todo ello dentro de un marco estrecho blanco entre dos líneas oscuras, al que sigue un segundo de tamaño un poco mayor de greca de tacos y un tercero ancho de losanges entre rectángulos con rombos inscritos. La orla decorada a base de losanges y de rectángulos es bien conocida; baste recordar algunos mosaicos de Grecia, como diferentes pavimentos de Epidauro (M. Spiro, op. cit., 116, 121 s., láms. 11 l- 113, 116), de finales del siglo IV o de comienzos del siguiente, y de mitad del siglo V el último. La decoración de la orla -meandros, rectángulos con nudos de Salomón y rosetas- se repite en un mosaico de Cuicul (P. Romanelli, op. cit., lám. 265 a).

La habitación 11 es de planta rectangular y se ampliaba por el lado oeste por un pasillo elevado 6 cm. sobre el suelo de la misma, cuyo escalón divisorio estaba revestido, como en la habitación 1, de mosaico. El pavimento apareció cubierto de pequeños trozos de estuco pintados con fondo rojo, verde y amarillo, que llevaban decoraciones a base de líneas, hojas y flores a todo color.

Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 87, fig. 7, y CAN 8, 220, fig. 14. 37. MOSAICO CON PELTAS Y CORONAS. Lám. 14. Hallado en la habitación III. Dimensiones: 4,25 X 3,25 m. Longitud media de las teselas: 10 mm. Colores: blanco, negro, gris, amarillo, rojizo y azul. Opus tessellatum.

La decoración, de fuera a dentro, es la siguiente: orla estrecha ondulada, cenefa de fila de peltas contrapuestas con hoja lanceolada de hiedra en el centro, entre dos marcos estrechos de color blanco y tapiz polícromo lleno de hileras de coronas de guiloches, estrellas de triángulos y de greca de tacos, alternando. En el centro de las coronas se encuentran cruces de Malta, dentro de círculos o de rombos, inscritos a su vez en círculos. Los espacios intermedios entre cuatro coronas están cubiertos de cruces de Malta dentro de rombos curvilíneos. Este pavimento probablemente pertenece al mismo taller que el mosaico del corredor sur del atrio, con un esquema muy parecido. Un paralelo a las peltas con hoja lanceolada lo ha dado igualmente Timgad (S. Germain, op. cit., 117 s., lám. LIX, 178). También hay paralelos en pavimentos de Mérida (A. Blanco, Mosaicos romanos de Mérida, 47 s., lám. 84), Arcos de la Frontera (Cádiz) (J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de Sevilla, Granada, Cádiz y Murcia, 52, lám. 19) y de Jumilla (Murcia) (J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de Sevilla, Granada, Cádiz y Murcia, 75, láms. 31-32; 77 s., lám. 36, con flor de loto en el centro de la pelta). Paralelos a este tema de la obra se han hallado en pavimentos de Villa del Prado (Valladolid), de Andallón (Asturias) y de Villafranca (Navarra), todos del siglo IV.

Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 87, fig. 8; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 175, lám. CXLVII, 1, y CAN 6, 221, fig. 17. 38. MOSAICO FRAGMENTADO. Lám. 14. Hallado en la habitación VI. Muy superficial, estaba destrozado por el arado. Teselas: 12 mm. Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 88. 39. MOSAICO CON OCTÓGONOS SECANTES. Láms. 15-16. Descubierto en la habitación VII. Dimensiones: 3,95 x 3,50 m. Longitud media de las teselas: 12 mm. Colores: blanco, negro, gris azulado, amarillo y rosa. Opus tessellatum. El tapiz está decorado con octógonos tangenciales, recuadrando nudos de Salomón, rosetas cuadripétalas, ajedrezado, rectángulos inscritos en rombos, o cuádruple círculo en el rectángulo dentado del interior. Los hexágonos laterales, también dentados, van cubiertos de dos pétalos o de una banda lineal. La orla es de guiloches tricolores entre dos marcos blancos; en el ángulo sudeste se quiebra al interior. El dibujo de octógonos secantes fue muy utilizado en pavimentos romanos. Véanse los paralelos aducidos al estudiar un mosaico con este tema de la villa de Los Quintanares. Este mosaico es del mismo artesano que el siguiente. Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 90, figs. 9-10; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 177, lám. CXLVII, 2.

40. MOSAICO CON IMBRICACIONES. Lám. 17. Hallado en la habitación VIII. Dimensiones: 3,65 x 1,90 m. Longitud de las teselas: 11 mm. Colores: blanco, azul, amarillo, rojo y gris. Opus tessellatum. La cenefa interior es un marco dentado; la exterior una banda blanquecina, entre dos líneas. El campo de la alfombra está cubierto de imbricaciones dentadas hacia el interior, con hoja lanceolada en el centro. Un paralelo para este esquema decorativo se encuentra en un pavimento de Saint-Paul-Trois-Châteaux, fechado hacia el año 400 (H. Lavagne, Recueil général des mosaïques de la Gaule. III. Province de Narbonnaise, 99 ss., láms. XXXVI-XXXVII). La decoración de imbricaciones es frecuentísima en pavimentos de Utica, donde se conocen 23 casos; véase M. A. Alexander et alii, op. cit., 85, n. 40. Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 88; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 177, lám. CXLVIII.

41. MOSAICO CON EMBLEMA. Láms. 17-18. Descubierto en la cámara X. Dimensiones: 6,35 x 5,75 m. Longitud media de las teselas: 10, 8 y 3 mm. Colores: Polieromía. Opus tessellatum; emblema vermiculatum. La cámara es de planta oval, con escasa diferencia de longitud entre los ejes, con cuatro hornacinas abiertas hacia la cámara. Todas estaban decoradas con un mosaico de veneras ajustadas a las hornacinas. La corona que rodea el gran círculo, donde se centra el emblema, es de riqueza temática y varia policromía. Aunque destrozado en gran parte, conserva de dentro a fuera, entre encintados, corona floral de pétalos imbricados, guiloches, festón de tacos y, de nuevo, guiloches. La banda entre este arco y el límite de la dependencia se ornamenta mediante tres paralelas en zigzag; los espacios triangulares resultantes se animan con variedad de temas: ángulos decrecientes superpuestos, ajedrezados, estilizaciones de ramitos con frutos, grandes hojas lobuladas con roseta central y planta sobre maceta de arqueados tallos con hojas y roleos; todo ello agotando la serie cromática. En el emblema se encuentra el busto de una mujer, que sostiene una cornucopia repleta de frutos, lo que la identifica con la diosa Ceres, según indicó ya hace años T. Ortego, al dar a conocer esta excepcional pieza de la musivaria hispana. Este autor, al publicar este mosaico, describía a la dama en los siguientes términos: «En su tocado luce rica diadema de pedrería, con gran joya central sobre la frente. El pelo cae en bucles por hombros y espalda. Los ojos rasgados, la nariz recta y afilada y la boca menuda prestan al rostro una majestad serena. En su indumentaria, de medio cuerpo, se advierte la subúcula de menudos pliegues, ajustada fascia y palla holgada, sujeta con broche sobre el hombro. La dama ostenta en el costado izquierdo el cuerno de la abundancia rebosante de pámpanos, frutas y hojas. Simétricamente, en el costado opuesto, lleva un simbólico disco o flabellum, de policromos sectores, con largo enmangamiento. La excepcional figura, obra de un gran mosaísta, difiere de todo lo aparecido en el resto de la excavación. La técnica, de tesela finísima, opus vermiculatum, permite precisar detalles en el dibujo y suaves matizaciones en la rica policromía. Las teselas son, en general, de piedras selectas, bien cortadas, pero se ha recurrido, para lograr mayor abundancia de gamas, a piezas minúsculas, incluso de barro cocido, para destacar los tonos cálidos de la diadema y de los frutos. La excavación nos dio vestigios del enlucido, consistentes en estuco pintado, con fondos rojos y verdes, animados con grecas y decoración foliácea entre líneas paralelas.» La expresión del rostro, y el peinado, emparentan la dama del mosaico de Santervás con la personificación de la primavera del mosaico de las estaciones de Dafne, obra de comienzos del siglo IV (A. Grabar, El primer arte cristiano, 159, fig. 163). El marco de la figura son dos cuadrados enlazados simétricamente; uno está decorado con guiloches, el segundo con greca de tacos. El octógono interior lleva en el centro un friso punteado. Este tipo de marco es frecuente; a los ejemplares ya citados se pueden añadir los dos mosaicos con Diana de las proximidades: el de Villabermudo, en Palencia (P. de Palol, «El mosaico de Diana de Villabermudo, provincia de Palencia», BSAA 29, 1963, 246 ss.), y el de la villa del Prado, en Valladolid (F. Wattenberg, «El mosaico de Diana de la villa de Prado [Valladolid], BSAA 27, 1962, 35 ss.; J. M. Blázquez, «Mosaicos hispanos del Bajo Imperio», 275 ss., fig. 9). La corona es la misma que llevan las nueve musas en los citados mosaicos de Germanía o de Moncada, o de Itálica, con escenas del circo. El cabello va peinado como el de una joven de Piazza Armerina (A. Carandini, op. cit., 26, lám. XXVII, 3), o la Africa, en el pavimento de esta misma villa (G. V. Gentilí, op. cit., lám. XXXV), con cuyo rostro tiene la figura un gran parecido, por la forma general de éste. Un tercer paralelo, no sólo por el peinado, el perfil de la cara, sino por llevar un flabellum, objeto redondo enmangado en largo palo, es la personificación del verano, en un mosaico de las termas de Djebel Oust, de mediados del siglo IV, donde incluso el busto lleva el vestido sobre el pecho exactamente con pliegues, como en el pavimento de Santervás del Burgo (R. Bianchi-Bandinelli, Rom. Das Ende der Antiken Welt, 237, figs. 221-222). Los paralelos para el flabellum son los siguientes: relieve de Autumn, relieve funerario del Museo de Carliste, vaso aretino del Museo de Munich y dos piezas del Museo de York. En mosaicos tunecinos del siglo IV, como en el de dominus lulius, el flabellum es ya rectangular (véase M. Fendri, op. cit., 164 s. y nota 27). En mosaicos el flabellum circular sólo aparece en Djebel Oust y en El Romeral (R. Pita, L. DiezCoronel, «Informe sobre la primera campaña de excavaciones de la villa romana de «El Romeral», en Albesa [Lérida]», NAH 8-9, 1964-65, lám. XXXII, 3 [tres veces]; D. Parrish, «Two Mosaics from Roman Tunisia: An African Variation of the Season Theme», AJA 83, 1979, 279 ss., lám. 40, figs. 2-3), de final del siglo IV o comienzos del V. Según este autor, otros flabella aparecen en calendarios (G. Akerström-Hougen, The Calendar and Hunting Mosaics of the Villa of the Falconer in Agros, Estocolmo 1974, 8 1, n. 29). Sin descartar la hipótesis de T. Ortego, cabría la posibilidad de que esta figura represente el verano. En uno de los mosaicos de Baños de Valdearados (J. L. Argente, op. cit., 60, fig. 19, con paralelos hispanos de estos emblemas) había colocada una figura de cuerpo entero, hoy casi perdida, pero que demuestra que esta decoración con figuras humanas era frecuente en la Meseta. Sobre este tipo de bustos, véase D. Levi, op. cit., 518 ss. Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 89, fig. 15, y CAN 6, 221, fig. 16; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 179 s., láms. CL-CLI.

42. MOSAICO CON OCTÓGONOS SECANTES. Lám. 19. Descubierto en la habitación XII b. Dimensiones: 2,62 x 2,14 m. Longitud media de las teselas: 13 mm. Colores: blanco, gris, rojo, amarillo y azulado. Opus tessellatum. La orla es una fila de losanges y rombos, con nudos de Salomón y rectángulos. El rectángulo del octógono lleva en su interior como decoración cruces de Malta, swásticas, nudos de Salomón, cruciformes y macizados inscritos. Este mosaico es gemelo a los ya citados procedentes de Los Quintanares y de otros lugares hispanos y se deben seguramente, a juzgar por la decoración de los lados, al mismo taller. En el pavimento de la galería oeste del peristilo de la villa de Pedrosa de la Vega se representaron octógonos aislados exactamente iguales (P. de Palol, J. Cortés, op. cit., láms. LXXVIII-LXXX). A los ejemplos aducidos cabe añadir el pavimento de la villa Fortunatus de Fraga (J. de C. Serra Ráfols, «La villa Fortunatus, de Fraga», Ampurias 5, 1943, 16, lám. IV, fig. 1) y un segundo de Mariana (Córcega) (H. Lavagne, «Les mosaïques paléochrétiermes», Cahiers Corsica 97, 198 1, 11, fig. 7). Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», fig. 14, y CAN 6, 226, fig. 18.

43. MOSAICO CON ROMBOS Y ROSETAS. Lám. 19. Descubierto en un brazo del crucero de la cámara XIII. Dimensiones: 2,50 x 1,36 m. Longitud media de las teselas: 10 mm. Colores: blanco, gris, azul, rosado y amarillo. Opus tessellatum. Alineada con la dependencia número X se halla otra cámara de planta cruciforme, cuyo lado mayor, norte-sur, remata en hemiciclos. El transversal es un rectángulo. Dimensiones totales: 6,50 x 5,62 m. El centro del mosaico de esta habitación estaba muy destruido de antiguo; las teselas dispersas eran de tamaño medio e inferiores, de colores variados. En cambio, el correspondiente al ala este del rectángulo se conserva muy completo, dentro de un marco compuesto al exterior por banda equilátera en zigzag, con macizados en tricolor sucesivo. Otra contigua de guiloches cierra el marco. El tema consiste en un reticulado oblicuo formado por diez rombos y doce triángulos con base en el borde. Dentro de las figuras resultantes se inscriben otras, a línea con la retícula. Se ornamentan con grandes hojas tetrapétalas lanceoladas en cruz, entre las que van cuatro discos simétricos, todo ello macizado con rica policromía. A los triángulos marginales se adaptan dos ramas del cruciforme usual. Un paralelo próximo es un pavimento de la citada villa de El Romeral, con roseta de cuatro grandes pétalos dentro de octógonos, que en Santervás del Burgo son rombos con cuatro círculos (R. Pita-L. Díez-Coronel, op. cit., 184 s., láms. XXXIII, 2, XXXIV, 3; L. Díez-Coronel, R. Pita, op. cit., mosaicos C y F). Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 96, fig. 17; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 181, lám. CLII, 2, y CAN 6, 223, fig. 19.

44. MOSAICO CON OCTÓGONOS SECANTES Y PELTAS. Lám. 20. Descubierto en el hemiciclo de la cámara XIII. Dimensiones: 2,86 x 2 m. Longitud media de las teselas: 12 mm. Colores: blanco, rojo, rosa, gris, azul y amarillo. Opus tessellatum. El esquema de este mosaico es muy parecido a uno de la habitación VII, ya descrito. Se diferencia en llevar cruces de Malta en los rectángulos centrales y peltas afrontadas en los lados laterales del octógono, guiloches y bandas. Ambos pavimentos proceden de la misma mano seguramente. Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 96, fig. 18; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 182, láms. CLIII, 2, CLIV, 1, y CAN 6, 223, fig. 20.

45. MOSAICO CON BIPENNES Y ESTRELLAS DE LOSANGES. Lám. 20. Hallado en el corredor sur del peristilo. Dimensiones: 12,35 más 18,40 x 2,92 m. Longitud media de las teselas: 11-13 mm. Colores: rojo, azul, blanco y negro. Opus tessellatum. La orla es una franja ondulada. La decoración del corredor son dos mosaicos diferentes. En uno la decoración son estrellas de losanges con rectángulos inscritos entre ellos, dentro de un marco. En el segundo la orla interior lleva en el lado transversal guiloches, e ímbricaciones en el lado lateral. En el interior hay un dibujo de bipennes. La ornamentación a base de bipenne dura hasta el Bajo Imperio avanzado, como lo indica el mosaico del baptisterio del templo de la Illeta del Re¡, en Mahón (P. de Palol, Frühchristliche Kunst, 193, fig. 120, de la segunda mitad del siglo VI; H. Schlunk-T. Hauschild, Die Denkmäler der frühchristliche und westgötischen Zeit, Maguncia 1978, lám. 80 b). Las bipennes, como motivo decorativo, están bien atestiguadas en Hispania, como en Mérida (A. Blanco, Mosaicos romanos de Mérida, 33, lám. 23 B, datado en el siglo IV; 42, lám. 54 B, del siglo 111) y en Málaga (J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga, 39, lám. 76, con paralelos en Liédena, Mataró, Roma, Ostia, Cherval, Lalouquette, Lescar, etcétera). Las imbricaciones en la orla se encuentran en un mosaico de la basílica justinianea de Sabratha (S. Aurigemma, op. cit., 27 ss., lám. 38), en Mérida (A. Blanco, Mosaicos romanos de Mérida, 5 1, lám. 93 B, fig. 4), del siglo IV, y en Valdearados (J. L. Argente, op. cit., 45 ss., fig. 18). Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 93, fig. 13; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», láms. CLII, 1, CLIII, 1.

46. MOSAICO DE CÍRCULOS SECANTES. Lám. 21. Hallado en el corredor norte del peristilo. Dimensiones: 7 x 2,92 m. Longitud media de las teselas: 10 mm. Colores: blanco, azul, rojo, rosáceo, amarillo y gris. Opus tessellatum. La orla exterior está decorada con una fila de ovas, a la que sigue una orla más estrecha de guiloches sobre fondo oscuro, entre dos franjas blanquecinas. La decoración central son círculos secantes con rectángulos curvilíneos y con cruces de Malta en el interior. Sobre este tema véase el pavimento con igual composición de Los Quintanares, que probablemente pertenece a la misma mano. Paralelos exactos a este dibujo se encuentran en la gran basílica de Hipona (E. Marec, op. cit., 84, fig. 11) y en una segunda iglesia (E. Marec, op. cit., 186 s., 192 a, fig. 29). Las filas de ovas son gemelas a las de dos mosaicos de Mérida (A. Blanco, Mosaicos romanos de Mérida, lám. 22 s., 23, lám. 24), del siglo IV y de finales del siglo 111 o de comienzos del siguiente, y de Thisdrus (L. Foucher, Découvertes archéologiques à Thysdrus en 1960, 20, lám. VII b; Idem, Découvertes archéologiques à Thysdrus en 1961, 16, lám. XIX a). Esta decoración sería uno de tantos elementos que relacionan los mosaicos hispanos del Bajo Imperio con los africanos. El africanismo de los mosaicos hispanos queda bien patente, como señalaron hace años A. Balil, y X. Barral, en las orlas (J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga, passim; Idem, Mosaicos romanos de Sevilla, Granada, Cádiz y Murcia, passim; Idem, Mosaicos romanos de la Real Academia de la Historia, Ciudad Real, Toledo, Madrid y Cuenca, passim; K. M. D. Dunbabin, The Mosaics, 221 s.), lo que no tiene nada de particular dadas las relaciones intensas de todo tipo que la Península Ibérica mantenía con el Africa Proconsular (J. M. Blázquez, Imagen y mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas, Madrid 1977, 467 ss.; Idem, Economía de la Hispania Romana, 647 ss.). Como punto de comparación del mismo hecho en los mosaicos sicilianos véase: R. J. A. Wilson, «Roman Mosaics in Sicily: The African Connection», AJA 86, 1982, 413 ss. El mosaico termina en un rosetón o motivo central, en cuya esquina hay una tosca cabeza alada, que representa a un viento. Siguen un círculo de guiloche entre doble marco circular, un segundo más ancho con cenefa ondulada, como la del pavimento de El Djem, de la casa del Pavo Real, fechado entre los años 180 y 200 (K. M. D. Dunbabin, The Mosaics, 168, lám. B), y una franja ondulada sobre fondo oscuro sobre doble marco circular. Representaciones de vientos no son muy frecuentes en los mosaicos hispanos, pero cabe recordar los vientos del mosaico cosmogónico de Emerita, de época severiana; de un mosaico báquico de Córdoba, fechado entre los años 160 y 170; de pavimentos de Balazote, de Itálica, de Villacarrillo (J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga, 43, con toda la bibliografía parcial), y de un segundo mosaico emeritense de la Calle Masona, con bustos de los vientos (A. Blanco, Mosaicos romanos de Mérida, 45 s., láms. 102-103). Los nombres de los vientos se encuentran en el citado mosaico báquico de Baños de Valdearados (J. L. Argente, op. cit., 50 ss., láms. 111-VII A, fig. 18). La cabeza del viento, de una gran tosquedad de ejecución, recuerda ya patrones artísticos del segundo cuarto del siglo V, como las cabezas del mosaico de Santisteban del Puerto (Jaén) (J. M. Blázquez-J. González Navarrete, «Mosaicos hispanos del Bajo Imperio», AEA 45-47, 1972-74, 419 ss., fig. 2), que están muy próximas a las cabezas del mosaico circense de Gafsa, fechado en el siglo V (G. Caputo-A. Driss, Tunisie. Mosaiques anciennes, 1962, lám. 28; K. M. D. Dunbabin, op. cit., 92, lám. XXX, 78), datado en el siglo VI (?), lo que demuestra la descomposición y degeneración de las formas clásicas. Este fenómeno ha sido bien señalado por R. Bianchi-Bandinelli (Roma. El fin del Arte Antiguo, 193 ss.), al escribir: «A finales del siglo IV sobreviene también en la Península Ibérica ese fenómeno de disgregación que caracteriza a todas las regiones periféricas del mundo romano. Elementos iconográficos recibidos, incluso por azar, de otras regiones, se mezclaban a formas espontáneas de arte popular, aunque los productos de las diversas zonas terminasen por reunirse. Pero en la Península Ibérica esta disgregación de los esquemas iconográficos tradicionales adquiere un aspecto particular; podemos recordar a este respecto el mosaico del «Dominus Dulcitius» procedente de la Tarraconense (museo de Pamplona) y el que aparece firmado ex officina Anni Pon¡, que procede de Lusitania (museo de Mérida). Ambos provienen de villas de grandes terratenientes. El del «Dominus Dulcitius», encontrado en una villa cerca de Tudela, nos muestra al señor, nombrado en la inscripción, en la caza, rodeado de formas vegetales esquemáticas. En cambio, el mosaico encontrado en los alrededores de Mérida, fabricado por el taller de cierto Anniponus (¿o Annius Ponius?), presenta la deformación de los modelos helenístico-romanos típica de las regiones periféricas, con la adaptación incontrolada de elementos iconográficos tradicionales incorporados a elementos ornamentales locales. Las figuras aisladas estan imitadas del repertorio de los sarcófagos: Dionysos, Ariadna dormida y el cortejo báquico. Pero las representaciones no tienen ninguna cohesión entre sí y están separadas por rosetas semejantes a las de la estela de Burgos. En cambio, los elementos vegetales originales se ven reducidos a un desarrollo filiforme, y Dionysos tomó los vestidos y las actitudes de un ciudadano. Sin embargo, el autor debía de estar orgulloso de su obra, puesto que quiso poner en ella su firma. Se trata de un rasgo típico de las producciones periféricas muy tardías y tenemos un ejemplo semejante de ello, tanto por la deformación de la composición como por la vanidad de su autor, en el mosaico con dos escenas: la de Dionysos, por una parte, y la de Fedra e Hipólito, por otra, procedente de Sheik Zoueda, en Egipto, hoy desgraciadamente perdido. El mosaico de Anniponus muestra, junto con otros que provienen de las Islas Británicas, cómo, en los límites occidentales del Imperio, la tradición de la forma antigua se pierde totalmente, incluso cuando subsiste todavía el recuerdo de la iconografía helenística. A diferencia de lo que veremos en las provincias del Mediterráneo oriental, se pierde todo rigor, toda disciplina en el estilo -incluso en un estilo diferente y hasta opuesto al de la tradición helenística-. En las provincias limítrofes, a finales del siglo IV y a comienzos del siglo V, la producción artística no solamente se hace rara, sino que incluso no sobrepasa el nivel de un artesanado popular que, cuando no conserva ninguna relación formal con lo antiguo (al no dar ningún valor formal a la iconografía sola), no consigue ya hacer nacer una tradición diferente. La misma anomalía con relación a la tradición se encuentra en los sarcófagos cristianos de Ecija, o de la Quintana de Bureba en la provincia de Burgos, y de Alcaudete, donde elementos tomados de modelos orientales son deformados por artistas locales entre los que parecen resurgir antiguas preferencias formales ibéricas. La tradición antigua se pierde sin que se pase por ello a una nueva visión formal.» Esta pérdida de los modelos clásicos queda bien patente en esta imagen del viento, en el mosaico de Anniponus, de Mérida, datado en tomo al 400 (A. Blanco, Mosaicos romanos de Mérida, 34, lám. 26 A), en los citados de Estada y de Santisteban del Puerto, fechados ambos en el segundo cuarto del siglo V, y en el de asunto báquico de Alcalá de Henares (Madrid) (D. Fernández Galiano, «Un valioso mosaico hallado en Alcalá de Henares», CAN 13 [1975] 929 ss.). Esta descomposición de las formas se repite en Britania, en los mosaicos con escenas de circo de la Villa de Horkstow (J. M. C. Toynbee, Art in Roman Britain, Londres 1963, 202, n. 198, fig. 227), de Venus y Cupido, como gladiadores (J. M. C. Toynbee, op. cit., 200, n. 191, figs. 225-226); de la Villa Bignor, en Sussex, ambos del siglo IV, y de Venus, de Rudston (J. M. C. Toynbee, Art in Britain under the Romans, Londres 1964, 287 s., lám. LXIV a; D. J. Smith, The Roman Mosaics from Rudston, Brantingham and Horkstow, Kingston 1976, 11 ss., lárns. IV-V); de Palestina: mosaicos de las sinagogas de Beth-Alpha (N. Avigad, Encyclopaedia of Archeological Excavations in the Holy Land, Londres 1975, 188 ss.), de Na’aran (M. Avi-Yonah, Encyclopaedia, 891 ss.), de Husifah (M. Avi-Yonah, Encyclopaedia, 524 ss.), todas fechadas en el siglo VI; de Tipasa, de Tabarka, en Africa (N. Duval, «Observations sur l’origine, la technique et I’histoire de la mosaïque funeraire chrétierme en Afrique», CMGR 11, 63 ss), etc. Sobre este tema véase A. Carandini, «Recherche su¡ problemi dell’ultima pittura tardo-antica nel bacino del Mediterraneo meridionale», AC 14, 1962, 210 ss.; R. Bianchi Bandinelli, Archeologia e cultura, Milán-Nápoles 1961, 189 ss., 360 ss.; Idem, Dall’ellenismo al medioevo, Roma 1978, 51 ss.; K. M. D. Dunbabin, The Mosaics, 38 ss., cuando escribe la autora: «The final stage in the decline of traditional material comes when the artists no longer appear to understand the motifs they use.» Vid. A. RiegI, Industria artistica tardoromana, Florencia 1982, 221 ss. Sobre la decadencia del mosaico paleocristiano véase K. M. D. Dunbabin, The Mosaics, 186 ss. Siempre es necesario recordar lo que sobre estos mosaicos de la Meseta Castellana ha escrito recientemente J. C. Elorza (en J. M. Blázquez et alii, Historia de España. España romana, Edic. EspasaCalpe, 723 s): «A partir del siglo IV, especialmente en torno al llamado «círculo de los latifundistas», el mosaico ornamental cambia en cuanto a temática y localización. Son frecuentes las escenas de cacería, las grandes composiciones mitológicas (donde se procura plasmar temas poco conocidos), las escenas de recolección, etc. El mosaico deja de ser fundarnentalmente un hecho urbano para convertirse en el pavimento normal de las grandes villas rústicas, ocupadas por los potentiores. Principalmente, sin que falten en otros puntos de Hispania, como es el caso de la villa de Alcalá de Henares con representaciones del ciclo báquico es en las cuencas del Ebro y Duero, con poquísima tradición en estas manifestaciones en épocas anteriores, donde se sitúan una amplia serie de notables hallazgos: mosaico de Aquiles en Skyros en Pedrosa de la Vega, mosaico de cacería en la villa del Ramalete de Tudela, mosaico báquico en Baños de Valdearados, etc. Gran parte de estos ejemplares conserva todavía un cierto sentido de organicidad, perspectiva y sombreado bien conseguido, pero manifiestan ya la profunda crisis cultural que separará las dos partes del Imperio. Esta crisis afecta principal y casi exclusivamente al Occidente, puesto que es esta zona la que se separa de la línea seguida por Oriente y continuadora de una tradición anterior. En Hispania presenta unos puntos culminantes cronológicos distintos de los de otras regiones, pero análogos en su contenido. Por esto precisamente hasta este momento sería más propio hablar de mosaicos romanos en Hispania, sin que esto suponga que no haya habido talleres propios y bien diferenciados en Mérida o en Itálica, que de mosaicos romanos provinciales en Hispania. Sobre todo en el siglo V la técnica artística es asimilada por pequeños artesanos locales, los cuales aun ignorando las tradiciones cultas utilizan programas iconográficos antiguos tratados con absoluta libertad. Estos artistas, al insistir en temas de los que desconocen el contenido, llegan necesariamente a una crisis en la forma. Frente al adecuado figurativismo anterior, que unificaba la representación de los distintos programas iconográficos, ahora se disgregan los grandes conjuntos. En esta perspectiva conviene considerar una serie de mosaicos que, si bien Balil los califica acertadamente como: «… documentos de la disgregación de la forma antigua, simples cáscaras carentes de contenido», son muy representativos de la actividad de los artesanos locales y suponen el punto más culminante de un «hacer» autodidacta. Estos ejemplares son fundamentalmente los de Santisteban del Puerto, Córdoba, Mérida y Estada. Su cronología varía desde mediados del siglo IV a la segunda mitad del VI. A pesar de ello son muchos los elementos comunes: frontalidad, falsa perspectiva, mezcla inorgánica de motivos y ele. mentos, falta de coherencia, abuso del dibujo lineal, presencia de inscripciones alusivas o no a las escenas representadas, etc. Todo esto que no es privativo de Hispania, pues lo encontramos en ejemplares que van desde Egipto, como son los mosaicos de Sheik Zoueda, hasta Inglaterra, con los pavimentos de la villa de Low Ham en Sommerset, pone de manifiesto que en la periferia del Imperio la tradición de la forma antigua se pierde, aunque perdure el recuerdo de las antiguas iconografías. Se pierde el rigor y la disciplina, y la producción artística no supera el nivel de una artesanía popular. Contemporáneamente a la decadencia de estas manifestaciones asistimos al nacimiento de una nueva producción artística, muy limitada en el campo de la musivaria, y distinta en cuanto a forma y contenido. Los orígenes del mosaico paleocristiano, como en general de todas las manifestaciones plástícas encuadrables dentro de ese concepto, habrá que buscarlos en Africa o en el Oriente mediterráneo.» Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 97, fig. 19; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 184, lám. CLIV, 2.

T. Ortego ha señalado al dar a conocer los mosaicos, un dato interesante, cual es que «contrasta la perfección admirable de los mosaicos conservados en algunas salas con la falta de destreza y arte decadente de otros, lo cual revela, en una etapa final, la carencia de especializados mosaicistas, que fueron sustituidos por otros, que realizaron torpes restauraciones y copias serviles e imperfectas de cuanto hicieron en mejor momento los artífices antepasados». Todos los mosaicos se encuentran in situ, tapados, y se pueden fechar en la segunda mitad del siglo IV. Estos mosaicos, como apunta D. Fernández Galiano («Notas sobre talleres…», 131) mantienen unas concordancias estilísticas, temáticas y cronológicas con el grupo de mosaicos del taller de Cuevas-Valdanzo, pero son obra de otra officina. La vida de estos grandes latifundistas, que habitaban todas estas villas de la Meseta Castellana ha sido objeto frecuente de interés (P. de Palol, «Romanos en la Meseta: el Bajo Imperio y la aristocracia indígena», Segovia y la Arqueología romana, 287 ss.; Idem, Castilla la Vieja entre el Imperio romano y el Reino visigodo, Valladolid 1970; A. Balil, «Aspectos sociales del Bajo Imperio», Latomus 34, 1965, 886 ss.; J. Fontaine, «Valeurs antiques et valeurs chrétiennes dans la spiritualité des grands propriétaires terriers á la fin du IVe siècle occidental», Mélanges Daniélou, París 1972, 571 ss.; Idem, «Societé et culture chrétiennes sur l’aire circumpyrénéenne au siècle de Théodose», Etudes sur la poesie latine tardive. D’Ausone a Prudence, París 1980, 267 ss.; R. Teja, «Las villas de Hispania y Capadocia en el siglo IV y su entorno económico-social», CAN 12, 1971, 611 ss.; J. M. Blázquez, Economía de la Hispania Romana, Bilbao 1978, passim; Idem, Historia económica de Hispania, Madrid 1978, passim; Idem, Historia de España. España Romana, Ed. EspasaCalpe, Madrid 1982, passim; Idem, «Arte y sociedad en los mosaicos hispanos del Bajo Imperio», Bellas Artes 6, 1975, 18 ss.; Idem, La romanización, Madrid dora de una tradición anterior. En Hispania presenta unos puntos culminantes cronológicos distintos de los de otras regiones, pero análogos en su contenido. Por esto precisamente hasta este momento sería más propio hablar de mosaicos romanos en Hispania, sin que esto suponga que no haya habido talleres propios y bien diferenciados en Mérida o en Itálica, que de mosaicos romanos provinciales en Hispania. Sobre todo en el siglo V la técnica artística es asimilada por pequeños artesanos locales, los cuales aun ignorando las tradiciones cultas utilizan programas iconográficos antiguos tratados con absoluta libertad. Estos artistas, al insistir en temas de los que desconocen el contenido, llegan necesariamente a una crisis en la forma. Frente al adecuado figurativismo anterior, que unificaba la representación de los distintos programas iconográficos, ahora se disgregan los grandes conjuntos. En esta perspectiva conviene considerar una serie de mosaicos que, si bien Balil los califica acertadamente como: «… documentos de la disgregación de la forma antigua, simples cáscaras carentes de contenido», son muy representativos de la actividad de los artesanos locales y suponen el punto más culminante de un «hacer» autodidacta. Estos ejemplares son fundamentalmente los de Santisteban del Puerto, Córdoba, Mérida y Estada. Su cronología varía desde mediados del siglo IV a la segunda mitad del VI. A pesar de ello son muchos los elementos comunes: frontalidad, falsa perspectiva, mezcla inorgánica de motivos y ele. mentos, falta de coherencia, abuso del dibujo lineal, presencia de inscripciones alusivas o no a las escenas representadas, etc. Todo esto que no es privativo de Hispania, pues lo encontramos en ejemplares que van desde Egipto, como son los mosaicos de Sheik Zoueda, hasta Inglaterra, con los pavimentos de la villa de Low Ham en Sommerset, pone de manifiesto que en la periferia del Imperio la tradición de la forma antigua se pierde, aunque perdure el recuerdo de las antiguas iconografías. Se pierde el rigor y la disciplina, y la producción artística no supera el nivel de una artesanía popular. Contemporáneamente a la decadencia de estas manifestaciones asistimos al nacimiento de una nueva producción artística, muy limitada en el campo de la musivaria, y distinta en cuanto a forma y contenido. Los orígenes del mosaico paleocristiano, como en general de todas las manifestaciones plástícas encuadrables dentro de ese concepto, habrá que buscarlos en Africa o en el Oriente mediterráneo.» Bibliografía: T. Ortego, «La villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 97, fig. 19; Idem, «Excavaciones en la villa romana de Santervás del Burgo (Soria)», 184, lám. CLIV, 2.

T. Ortego ha señalado al dar a conocer los mosaicos, un dato interesante, cual es que «contrasta la perfección admirable de los mosaicos conservados en algunas salas con la falta de destreza y arte decadente de otros, lo cual revela, en una etapa final, la carencia de especializados mosaicistas, que fueron sustituidos por otros, que realizaron torpes restauraciones y copias serviles e imperfectas de cuanto hicieron en mejor momento los artífices antepasados». Todos los mosaicos se encuentran in situ, tapados, y se pueden fechar en la segunda mitad del siglo IV. Estos mosaicos, como apunta D. Fernández Galiano («Notas sobre talleres…», 131) mantienen unas concordancias estilísticas, temáticas y cronológicas con el grupo de mosaicos del taller de Cuevas-Valdanzo, pero son obra de otra officina. La vida de estos grandes latifundistas, que habitaban todas estas villas de la Meseta Castellana ha sido objeto frecuente de interés (P. de Palol, «Romanos en la Meseta: el Bajo Imperio y la aristocracia indígena», Segovia y la Arqueología romana, 287 ss.; Idem, Castilla la Vieja entre el Imperio romano y el Reino visigodo, Valladolid 1970; A. Balil, «Aspectos sociales del Bajo Imperio», Latomus 34, 1965, 886 ss.; J. Fontaine, «Valeurs antiques et valeurs chrétiennes dans la spiritualité des grands propriétaires terriers á la fin du IVe siècle occidental», Mélanges Daniélou, París 1972, 571 ss.; Idem, «Societé et culture chrétiennes sur l’aire circumpyrénéenne au siècle de Théodose», Etudes sur la poesie latine tardive. D’Ausone a Prudence, París 1980, 267 ss.; R. Teja, «Las villas de Hispania y Capadocia en el siglo IV y su entorno económico-social», CAN 12, 1971, 611 ss.; J. M. Blázquez, Economía de la Hispania Romana, Bilbao 1978, passim; Idem, Historia económica de Hispania, Madrid 1978, passim; Idem, Historia de España. España Romana, Ed. EspasaCalpe, Madrid 1982, passim; Idem, «Arte y sociedad en los mosaicos hispanos del Bajo Imperio», Bellas Artes 6, 1975, 18 ss.; Idem, La romanización, Madrid 1975, 253 ss.; Idem, Historia social y económica. La España Romana (Siglos III-V), Madrid 1975, passim; Idem, «Rechazo y asimilación de la cultura romana en Hispania (Siglos IV y V)», Assimilation et résistance à la culture gréco-romaine dans le Monde Anclen, Bucarest-París 1976, 63 ss.; Idem, «Conflicto y cambio en Hispania durante el siglo IV», Transformation et Conflicts au IVe siècle ap. J. C., Bonn 197 8, 52 ss. Sobre las villas romanas en Hispania véase M. C. Fernández Castro, Villas romanas en España, Madrid 1982; J. G. Gorges, Les villes hispano-romaines, París 1979). Una gran mayoría pertenece al Bajo Imperio y sus actividades no debían ser muy diferentes de las que describen en sus composiciones Ausonio y Sidonio Apolinar para el sur de la Galia o San Agustín en Contra academicos 1.1.2, y que se pueden deducir perfectamente de las representaciones de los mosaicos africanos (P. Romanelli, «Riflessi di vita locale nei mosaici afficani», CMGR 1, 275 ss.).

Vivían en mansiones espléndidas, el tiempo lo empleaban en banquetes, dedicados al juego, a la caza y a la administración de las fincas (D. Parrish, op. cit., 279 ss., con gran cantidad de referencias a datos sacados de los mosaicos y de las fuentes literarias. Sobre el tema de las cacerías en mosaicos hispanos y de fuera de Hispania véase J. M. Blázquez, Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga, 78 ss.; Idem, «El mosaico de Dulcitius [villa «El Ramalete», Navarra] y las copas sasánidas», Estudios en memoria del Prof. D. Salvador de Moxó, I. V C.M 1982, 177 ss. Un segundo mosaico de este tema se ha hallado en la provincia de León, campo de Villavidel; se encuentra aún inédito y ambos proceden del mismo taller, al igual que el caballo corriendo de Villa Fortunatus de Fraga [M. C. Fernández Castro, Villas romanas en España, el mosaico de Dulcitius en la página 52 y el de Fraga en la página 127. J. de Serra Ráfols, op. cit., 17, lám. V, fig. 11. Sobre el significado de la cacería véase I. Lavin, «The Hunting Mosaics of Antioch and their Sources. A Study of Composition at Principles in the Development of Early Mediaeval Style», Dumbarton Oaks Papers 17, 1963, 178 ss.).

47. FRAGMENTOS DE MOSAICOS. Lám. 22. En varias casas del pueblo de Santervás se conservan restos del antiguo pavimento de la villa romana. 48. MOSAICO CON PEZ. Láms. 22 y 38. También se guardaba en una casa, hoy está perdido, un fragmento de 45 cm. con un pez en color negro y amarillo. No hay que descartar, aunque ello no es totalmente seguro, que este pez aislado pudiera ser un símbolo cristiano (E. Boch-R. Goebel, Die Katakomben, Stuttgart 1965, 27 s., 31, 63, 68; J. Daniélou, Sacramentos y culto según los SS. Padres, Madrid 1964, 92; P. Testini, Le catacombe e gli antichi cimiteri cristiani in Roma, Bolonia 1966, 267). Las fuentes literarias de esta simbología son claras: Tertuliano, De bapt., 1, de finales del siglo 11; los epitafios de Abercio (1315), de la misma fecha, y de Pectorio, datado este último en la segunda mitad del siglo IV (J. Quasten, Patrología. L Hasta el concilio de Nicea, Madrid 1968, 4, 173 ss., 577). Símbolos cristianos (el crismón) aparecen en otras villas, como en Villa Fortunatus, en Fraga, en la villa del Prado (Valladolid), ambas con crismón en mosaicos, y en la villa de Gabia la Grande (Granada), con alfa y omega en incrustaciones de mármol, todas del siglo IV (M. C. Fernández Castro, «Villa romana y basílica cristiana en España», La religión romana en Hispania, Madrid 1981, 381 ss.; M. Sotomayor, «Penetración de la Iglesia en los medios rurales de la España tardorromana y visigoda», Settimane di studio del centro italiano di studi sull’alto medioevo 28, 1982, 639 ss.). Además de un símbolo cristiano en una villa de Valladolid, una iglesia cristiana había en Marialba (León) (H. Schlunk-Th. Hauschild, op. cit., 14 s., 39 s., 147 s. y passim, láms. 3839, 41 a, figs. 7, 27 1, 88; Th. Hauschild, «Die Mártyrerkirche von Marialba be¡ León», Legio VII Gemina, León 1970, 511 ss.), y un taller de sarcófagos paleocristianos trabajaba en La Bureba (Burgos) a mediados del siglo IV (H. Schlunk-Th. Hauschild, op. cit., 141 ss., lám. 35; H. Schlunk, «Zu den frühchristlichen Sarkophagen aus der Bureba [Prov. Burgos]», MM 6, 1965, 139 ss.; Idem, «Sarcófagos paleocristianos labrados en Hispania», Actas del VIII Congreso Internacional de Arqueología cristiana, Ciudad del Vaticano-Barcelona 1972, 196 ss.). Sobre la demografía hispana paleocristiana véase los mapas de P. de Palol, Arqueología cristiana de la España Romana, Madrid-Valladolid 1967. Sobre el cristianismo en el siglo IV cfr. J. M. Blázquez, Historia de España. España Romana, Ed. Espasa-Calpe 415 ss.; Idem, «Die Rolle der Kirche in Hispanien im 4. und 5. Jh.», Klio 63, 1981, 649 ss.; P. de Palol, «La cristianización de la aristocracia romana hispánica», Pyrenae 13-14, 1977-78, 281 ss. Calahorra, durante la persecución de Diocleciano, tuvo dos mártires (Prud., Perist., l), también tenía un baptisterio (íd., ibid., VIII).

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