¡Madre Soria, qué sola te quedas! Tus hijos los pueblos nos vamos muriendo, porque nos falta el sustento, nos falta lo más imprescindible, nos falta tu sueño. Yo me llamo Berzosa, y me queda un poco de historia callada en la piedra románica de la fachada de mi templo. Mitad ensueño, mitad fantasía perdida en el interior de una litera, siglo XVIII, sin vida, por ser algo vieja. Pero sigo alegre porque me quedan retazos de tierra cubiertos de espigas de oro y racimos de uva, sangre de bodega. Me queda la esperanza de poder decir a mis pueblos hermanos: ya tengo carretera ¿En el año 2000? ¡Ay, si así fuera! Pero me temo que los hombres que mandan no saben que existo, no conocen mi problema. Quizá al oír el delirio de esta fiebre alta que en mi reina, piensen: aún tiene vida; aún se puede salvar este hijo pequeño con trozos de historia, y muchos puñados de tierra
Madre Soria, te dejo. Las campanas con su voz de hierro me llaman a fiesta. Es la vida de un hombre que de su capa supo dar media. Es la vida de Martín de Tours, la que hoy se celebra. Venid todos los que me leéis, porque soy de todos y mis fiestas son vuestras fiestas.
Berzosa Septiembre de 1967
El cura Canónigo
Joaquín Mián