Lo que se hacía en el mes de febrero

El segundo mes del año es uno de los más variables y más imprevisibles del calendario. Lo dice el refranero castellano y lo dice la experiencia acumulada con el paso del tiempo. No es de extrañar que amanezca con el cielo cubierto y que al mediodía haga un sol espléndido, como tampoco que la mañana sea muy soleada y después de comer se meta el cielo en agua y siga hasta que anochece.

Así las cosas, las labores del campo en estos días dependen mucho de lo que permiten las condiciones de los elementos, aprovechando para hacer alguna tarea al aire libre, si está para ello, y defenderse del frío pegados a la chimenea si no queda otro remedio.

Cuando el frío arreciaba era normal pasarse las horas muertas al rescoldo de la lumbre, y no apartarse más que para ir a atender a la hacienda y para irse a la cama con un canto calentado a las ascuas arreguzado en un trapo.

Las mujeres se ocupaban en las labores de la lana, como escarmenar los vellones, limpiarla con las cardas, hilar con el huso o hacer piales y demás prendas de abrigo. Los hombres solían sentarse al calor con una criba llena de alubias sobre las rodillas para esmotarlas, quitándoles las últimas brozas, apartando las maladadas y hasta alguna piedrita que hubiera escapado en las eras al beldarlas y cribarlas al final del verano. Si hacía buen rato Estas tareas se hacían en la calle, juntándose en corros con otros vecinos y vecinas en alguna rinconera o solana donde pegase bien el sol, y allí se estaban quietos hasta que se trasponía y obligaba a cada uno a entrar en casa.

Si los días venían de oreo se aprovechaba para ir echando el nitrato a los trigos y derramar la basura de los corrales y las cuadras, que siempre se utilizó como el mejor fertilizante y el más ecológico, pero por lo general las tierras estaban encharcadas y no se podía entrar sin peligro de atascarse. lo normal es que se esperase a marzo para hacer estas faenas.

En los huertos acababan de sembrarse los últimos ajos, como aconseja el refrán que puede hacerse en los primeros días de febrero. También se preparaban los semilleros de lechugas, pimientos y tomates y, por supuesto, seguían cogiéndose nabos, repollos y demás hortalizas de invierno.

El día 2 es la fiesta de Las Candelas, y los vaqueros y los muleteros salían con unas Alforjas al hombro, pidiendo la costumbre, a los dueños de los animales que cuidaban, que solían darles alubias, garbanzos, derivados de la matanza, como papada, tocineta, morcilla, oreja o huesos.

En estas fechas, además del vaquero y el muletero,

también se ajustaba el medico, el boticario, el veterinario, el herrero y otros oficios, y existía la costumbre de que pagasen La Robla a los vecinos, consistente en unas cántaras de vino según los vecinos de cada pueblo, que daban cuenta de ellas en los días que se hacían los trabajos comunitarios. Los herreros en este mes andaban muy atareados, porque todos los vecinos llevaban a herrar sus yuntas de bueyes, burros y machos, renovaban las herramientas preparándolas para la labor de los siguientes meses y, más que nada, ponían a punto los arados con orejeras nuevas, lavijas y abrazaderas para afianzar el timón a la cama del arado y llevaban a calzar las rejas melladas por golpes en alguna piedra o el desgaste de abrir surcos en terrenos resecos.

Algo que ha pasado definitivamente a la historia y solía ser a finales de febrero han sido las celebraciones de los mozos tallados en ese año para ir al servicio militar que, en algunos casos, casi era la primera vez que salían del pueblo, y organizaban grandes juergas que dejaban memoria en todos por mucho tiempo. Los que las vivieron las recuerdan bien porque para muchos la mili era un antes y un después y cuando volvían habían crecido en edad y en experiencia. algunos no volvían y se quedaban ganándose la vida fuera.

En este mes suelen ser los carnavales,, y los chicos de las escuelas iban a los pueblos a pedir del Gallo para hacer una merienda. Las mozas pedían a los visitantes forasteros, guardias civiles, cura párroco, industriales y los de venta ambulante, qae se hacían de rogar y les daban unas pesetillas, que se gastaban en una cena con chocolate.

Una fiesta típica de este mes es la de Las Águedas, en la que las mujeres se juntaban para tener una cena solamente de mujeres, y era costumbre que antes de cenar una comisión de ellas se presentasen disfrazadas en la Casa de Pueblo cuando los vecinos estaban reunidos, pidiéndoles el vino para la cena que otras les estaban preparando.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.