Dejamos atrás las borrascas de marzo, y el mes de abril nos permite trabajar las tierras, sembrándolas o dejarlas aradas para poder sembrarlas en otoño. Son tradicionales las lluvias de abril de las que habla el refranero con abundancia, pero amanece cada vez más temprano y anochece más tarde, por lo que el día es más largo, y la tierra está blanda y entra bien la reja para arar las rastrojeras y cavar los huertos.
En este mes se terminan de sembrar las últimas cebadas, de las que se dice que en noventa días podrán segarse.
A últimos de marzo se nitrataron los trigos sembrados en noviembre, y a lo largo de abril han crecido deprisa y han espigado. Antes de la utilización de la herbicida, se llenaban de cenizos, pinillos y ababoles, pero los productos químicos modernos han conseguido evitar el nacimiento de malas hierbas, y han desaparecido labores como la escarda de los cereales, de la que hablaremos en su momento, que es una de esas tareas que estuvo reservada principalmente para las mujeres de la casa, aunque los hombres en ocasiones también colaborasen cuando no tenían otro trabajo que hacer.
Es el tiempo de poner las patatas, que empezarán a llegar a mediados de julio y agosto y se cogerán hacia octubre. En otras tierras se siembran en los primeros meses del año y dan dos cosechas por temporada, lo que no quiere decir que la clase de la patata de otros sitios sea mejor ni alcance la calidad de la nuestra, extraordinaria para hacerlas fritas y con la entereza justa necesaria para un buen guisado con carne de cordero y oveja o con chorizo de la matanza, y para ponerlas machacadas en puré con su punto de pimentón dulce y picante.
La siembra podía hacerse a mano, si era en los huertos o en alguna tierra pequeña, cavando a azadón o azada y poniendo una patata pequeña, o media si era grande, en cada pozo hecho en el suelo a una distancia de medio metro una de otra.
Es la temporada que más trabajo hay en los huertos. Tenemos que sembrar la hortaliza, igual los tomates, que pimientos, cebollas, lechugas, berzas de repollo y todas las verduras.
De todas las formas, la costumbre de construir invernaderos que se ha ido introduciendo de unos años a esta parte, y la suavización de la temperatura que se atribuye al cambio climático, nos permiten hacer estas tareas con más antelación que cuando la dureza de la climatología lo desbarataba todo y había que esperar a que terminase el invierno.
Abril era también el mes de aprovechar que se ponían cluecas las gallinas para sacar pollos de los huevos. Solía ponerse una docena o poco más en un nidal mediado de paja, y al cabo de veintiún días justos empezaban a salir del cascarón, amarillos de color de yema, piando y moviendo sus patitas llenos de frío. Al cabo de unas pocas semanas les sale la cresta y se distinguen bien los pollos de las pollas, importante para separar a las hembras que se dejarán para la puesta de huevos, y los machos que se iban matando a medida que cogían peso para comérselos, recientemente cualquier día del año, pero más antiguamente con ocasión de las fiestas, apreciándolo como un manjar. También es verdad que aquellos pollos, de corral, que correteaban por la calle todo el día y sólo comían grano y los gusanos que picoteaban, tenían la carne mucho más sabrosa que los de ahora. Imposible haberlos comido y no recordarlo.