Esta historia me la contó uno de mi pueblo, y parece que pasó de verdad porque todavía hoy siguen así las cosas y pueden verse.
Fue cuando venían de Soria por aquí haciendo mediciones de los términos municipales y poniendo piedras nuevas donde habían cambiado los límites o se habían perdido los mojones que estaban puestos.
El ingeniero recorría el campo tomando medidas, señalizando las lindes del terreno, fijando la separación entre un pueblo y otro, y pensaba, como todos, que el suyo no era el trabajo más fácil ni tampoco el menos cansado.
Le solían acompañar cuadrillas de vecinos asignadas por los Ayuntamientos limítrofes en cada caso, y su experiencia le decía que eran pocos, casi ninguno, los pueblos que estaban juntos y se llevaban bien.
Las discusiones muchas veces se producían por acusaciones de los dos bandos de haber movido las piedras que marcaban la mojonera, pero había casos de tierras intermedias que habían pertenecido a pueblos ya deshabitados y era casi imposible mediar entre los intereses de todos de quedarse con los baldíos abandonados.
Contaban que en tiempos, cuando se despobló Cañicera, costó muchos años y muchos disgustos hasta que los tres pueblos que tenían que partirse el terreno, Fuencaliente, Fuentearmegil y Alcubilla de Avellaneda, estuvieron conformes. Hasta hubo un lío que ahora no viene a cuento que le costó un estropicio en un brazo a la imagen de San Juan que desde entonces se conserva en la ermita de San Roque de Fuentearmegil.
La cuestión, que es a lo que vamos, es que cuando le tocó el turno a la confluencia entre Muñecas, Espeja y Fuencaliente, las cuadrillas de los tres pueblos defendían que la torca tenía que quedar en lo de ellos y que, según era de razón, la piedra divisoria habría que ponerla del lado de allá para que quedase dentro de su término.
No eran pequeñas las voces que daban unos y otros, que ya hasta amenazaban con ir a llamar a los guardias, pero la cosa fue a más cuando uno de ellos, no está claro de qué pueblo, agarró al forastero del cuello y quiso tirarle adentro. Menos mal que los demás le separaron y le convencieron para que no hiciera barbaridades.
Fue entonces cuando al ingeniero se le ocurrió la solución al problema:
-parece, por lo que veo, que los tres quieren que la torca esté en su pueblo.
-Es que siempre estuvo en el nuestro.
-¿Les daría igual si la repartiéramos entre todos y cada uno tuviera un trozo?
-¿Y cómo va a hacer eso?
-Muy fácil.
Y tiró la mojona dentro de la torca.
-El que quiera ver la mojonera, que baje abajo y que la vea.
Y desde aquel día dicen, porque la verdad es que yo nunca me he decidido a comprobar si la historia es cierta, que la marca de separación entre Fuencaliente, Espeja y Muñecas es una piedra que está en el fondo de la torca.
Muy interesante y lo tengo enlazado en mi web, pero me gustaría hacer algún comentario en aras de la precisión.
Me imagino que los representantes serían nombrados por los Ayuntamientos de Fuentearmegil, Santa María y Espeja y por tanto el «mojón de tres concejos» se referirá a los municipios, aunque las divisas de los pueblos que limitan son Fuencaliente, Muñecas y Guijosa.
Referente a Cañicera, el municipio de Espeja tuvo parte importante en el despoblado a través de Guijosa como puede verse en el Catastro de la Enseñada (año 1752) referente al municipio de Espeja:
http://www.webdejavier.espejadesanmarcelino.org/historia.htm
Un fenomenal trabajo en vuestra web.
Saludos
Hola, Javier: tienes razón en cuanto dices. El relato de la mojonera es sólo un relato sin pretensiones históricas, entre otros motivos porque mis conocimientos no me dan para tanto. Ni siquiera creo, como dice el cuento escrito, que haya ninguna mojona en el fondo de la torca, ni mucho menos que ningún ingeniero pensara en tirarla nunca adentro. gracias por entrar en nuestra página web y dejar tu comentario.