Los animales domésticos siempre fueron importantes en la vida diaria y en la economía de las casas. Algunos se necesitaban para formar la yunta de trabajo, y otros para disponer de carne o para la venta de las crías. Así, los bueyes que se usaban en la labranza, alguna vaca que no formaba parte de la vacada, burros, machos, yeguas, cochinos, ovejas y cabras, además de gallinas y conejos en gallineros y conejeras.
Un vaquero ajustado por el Ayuntamiento se encargaba de llevar a los bueyes de pastoreo, y cada día por la mañana se ponía en la picota, que entonces estaba delante de la casapueblo en lo que hoy es el teleclub, y tocaba un cuerno para que la gente los soltara hasta las eras. Allí se luchaban, y siempre había uno que ganaba a todos. Éste era el jefe de la vacada. En las eras los recogía el vaquero y los llevaba a pastar al campo.
Por la tarde, al oscurecer, los traía al pueblo y ellos solos iban hacia su casa donde los recogía el amo y los metía a la cuadra.
En el verano se los llevaba al sestil donde descansaban. A media tarde volvían a pastar hasta la noche que los conducía otra vez al pueblo. En las noches más calurosas de julio y agosto algunos dormían en la calle, al sereno.
Cuando hacía falta la yunta para algún trabajo no se soltaban con la vacada, o se iba a buscarlos donde estuvieran de careo.
Había tres o cuatro sestiles. Uno en Zarramangaus, otro en Carriosma, y otro en el Rostro.
Para los machos, mulas y yeguas estaba el muletero.
Para las cabras el cabrero. En una ocasión el chivo, que así se llamaba al macho cabrío, dio un topetazo a la cabrera y la tiró al suelo y siguió topeándola hasta dejarla muy herida.
Las ovejas casi siempre las llevaba un miembro de la familia, o se ajustaba un pastor.
En casi todas las casas había una cochinera, un cortijo, donde se guardaban uno o dos cochinos para la matanza y una cochina para la cría de cochinillos con el fin de guardar un par para la próxima matanza, y el resto venderlos al cochinero.
El proceso para la cría de cochinos era el siguiente: Cuando la cochina estaba en celo, también conocido como berrionda, lo que se sabía por el tamaño de su vulva, se la llevaba andando al barraco, que yo siempre lo he visto en el molino de Fuencaliente. Si la cogía el barraco, al cabo de casi cuatro meses paría la cochina. Las mujeres sabían cuando la tocaba parir y esa noche dormían en el cortijo con el fin de que la cochina no aplastara a los cerditos al darse la vuelta.
Los conejos se criaban sólo para el consumo de la familia, y se les alimentaba con alfalfa y con matas de hierbas silvestres que iban a recogerse al campo.
Las gallinas se criaban en gallineros, que podían estar en la trasera de las casas o a las afueras del pueblo. Entonces no era raro ver a las gallinas deambulando por las calles como si estuvieran dando un paseo, y muchas veces alguna clueca que acababa de sacar una nidada de pollos del cascarón y la seguían piando como si tuvieran miedo a perderse.
Eran otros tiempos, y los cambios producidos desde entonces hacen casi imposible que el que no los vivió ni siquiera pueda imaginar que formaba parte del vivir cotidiano de nuestros pueblos.