La España vaciada (8). El transporte público, una herramienta imprescindible contra la despoblación.

Los programas estatales de transporte público son en la mayoría de los casos ecomómicamente deficitarios, entendiéndose que se trata de un derecho individual de todos los ciudadanos que deben de atender los poderes públicos con cargo a los presupuestos generales del Estado con independencia del lugar de residencia de las personas.

Sin embargo, desplazarse de un lugar a otro desde los pueblos que no están cerca de las carreteras generales o de las estaciones de tren siempre fue una necesidad básica que cada uno ha hecho a duras penas, como buenamente podía. Normalmente se usaban los carros tirados por la yunta de bueyes o machos para llevar los productos de la cosecha al mercado del Burgo o San Esteban.

El asunto tenía otra embergadura cuando el trayecto era largo y se echaba en falta un medio de transporte público que no convirtiera el viaje en una verdadera hazaña. De uno se contaba que se había presentado en Madrid con un burro que tenía a ver a un hijo que se había metido fraile, y de otro, creo que el tio Francisco de la tia Tomasa si la memoria no me engaña, se llegó también a Madrid andando, que no sé si tenía una hija sirviendo, y cuentan que se paró en un pueblo que estaban en fiestas poco antes de subir el puerto de Somosierra y que ganó a una cuadrilla de mozos del pueblo a la calva de una sola tirada.

Con la llegada de la concentración parcelaria que se hizo en 1967 llegaron los primeros tractores y la transformación de los viejos caminos de herradura en viales que permitían el paso de vehículos a motor, que hasta entonces preferían evitar por miedo a las piedras del camino por el verano o a quedarse acastados en un barrizal en pleno invierno. Los tractores se puede decir que fueron las primeras formas de transporte colectivo de los pueblos, y poco más tarde la furgoneta del Cartero, que lo mismo valía para acercar a alguien al autobús de Madrid o Soria, para llevar a alguien obligado por alguna necesidad perentoria o incluso hacer algún recado o recoger las medicinas de una receta en la farmacia.

Poco después se echó mano también de este sistema para el desplazamiento de los chicos que iban a la escuela concentrada.

La falta de una línea regular de transporte público que pasase por los pueblos decidió a muchos a comprarse un coche para cubrir distancias que no podían hacerse andando, lo que en muchos casos no habrían hecho si tuvieran cubierta esta necesidad de otro modo.

Todavía estamos a tiempo. Es urgente hacer un estudio completo de los actuales modelos de transporte público teniendo en cuenta la realidad de las poblaciones situadas fuera de las vías de comunicación dorsales, adecuándolos a la demanda social, garantizando la movilidad de la población y corrigiendo los déficits de servicios e infraestructuras.

Debería empezarse por hacer un mapa de comunicación con los servicios básicos, como sanidad, educación, servicios sociales y comerciales, facilitando llegar a ellos en condiciones semejantes a las disponibles para los habitantes de las poblaciones de mayor número de habitantes.

A estas alturas que estamos del siglo XXI, contar con un medio de transporte público moderno resulta prioritario para la fijación de población nueva en los pueblos. De otro modo, será la máquina del tiempo con su paso imperturbable la que terminará dejándolos sin gente.

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