En el atardecer del 3 de abril de 1924, la gente del pueblo de Fuencaliente se dispone a recoger sus aperos de labranza y terminar sus faenas. Los hombres aligeran la recogida de los animales y las mujeres se apresuran a llenar los cántaros de agua para tener suficiente para la cena y para la mañana siguiente. Los niños todavía gritan y corretean por las calles empedradas y postergan la entrada en la casa para la cena.
Al toque de la oración las calles se van quedando en silencio, la oscuridad se apodera de los rincones y callejas; solo algún gato o perro permanece en el exterior esperando en la puerta algún hueso o migaja que sus dueños les echen después de la cena.
Como cada noche, la familia se reúne alrededor de una pequeña mesa de madera donde la madre ha colocado las cucharas y una cazuela con patatas machacadas o sopas de ajo que ayudan a calentar el cuerpo y a fortalecer el alma.
Pero esta noche del 3 de abril es diferente. Ante la aparente normalidad y entre los gritos y bullicio de los niños, en el ambiente sobrevuela el miedo y la preocupación por el acontecimiento que se iba a producir al día siguiente en el Coto Redondo. Las miradas elocuentes de los esposos, las miradas perdidas de las viudas y viudos, y en general, de toda la familia, reflejan la inquietud y desasosiego por su porvenir y destino.
Esa noche no será posible conciliar el sueño. Al día siguiente van a ser los nuevos titulares de las tierras del Coto Redondo. Ya no tendrán que trabajar para el Conde Adanero ni pagarle los impuestos ni darle parte de sus cosechas. A partir del día siguiente, ellos serán los dueños de las tierras y de los frutos que produzcan. ¡Cuánto cambiará sus vidas!. La libertad casi la tocan con los dedos. El corazón salta de gozo solo con pensar lo que va a significar para todos ellos la compra de las tierras del Coto; pero saben que la libertad tiene un precio, tendrán que trabajar de sol a sol para poder pagar el enorme importe que cuestan las fincas. No hay dinero en las casas y hay que pedir prestado a los bancos, familiares y amigos. Serán años duros, de mucho esfuerzo, de trabajo intenso y de dedicación permanente para poder devolver el importe prestado con sus intereses; pero saben que esto merece la pena. Quizá ellos no vean la recompensa, pero tendrán algo que ofrecer a sus hijos, nietos y a todos sus descendientes. El toque de campanas del alba sorprende a la familia soñando con una vida mejor.
El 4 de abril de 1924 el pueblo de Fuencaliente, formalizó la compra de la parte correspondiente del Coto Redondo, el vendedor era D. Alvaro María de Ulloa y Fernández-Durán, Conde de Adanero y Marqués de Castro Serna, propietario de fincas, huertos, viñas, monte, baldíos, viviendas, corrales, molino, aguas, servidumbres y demás propiedades.
Nuestro reconocimiento y homenaje al valor, coraje y esfuerzo de nuestros antepasados que han contribuido a que todos nosotros seamos personas libres.
Viva el Coto redondo
Viva Fuentearmegil
Feliz Centenario
Salud para Todos
Felicidades Zayuelas
y pueblo de Santervás.
Albricias y gracias mil
y un recuerdo permanente,
gente de Fuentearmegil
y pueblo de Fuencaliente.