Queremos compartir con todos vosotros nuestros mejores deseos para el año que empieza.
Hoy me he levantado a primera hora para disfrutar sin prisa de la serenidad del nuevo día. He salido fuera y he respirado con fuerza el aire limpio del amanecer como si lo estuviéramos estrenando nuevo.
Ya no nieva como cuando de niños despertábamos por la mañana con la nieve en los tejados, en el suelo y en todo el campo hasta donde la tierra cubierta de nieve, cerca ya de lo de Fuencaliente, parecía juntarse con el azul del cielo. Algunas veces íbamos a pedir el aguilando pisando la nieve de las calles, y volvíamos arrecidos de frío con las cestas llenas de mandarinas, guirlaches y caramelos a calentarnos las manos casi amoratadas al calor de la lumbre.
Me quedo pensando un rato en las calamidades de la ganadería intensiva que está amenazando también a nuestros pueblos, y no queda otro remedio que esforzarnos para tratar de evitar los riesgos que pongan en peligro el bien común de todos.
Pronto empezarán a alargarse las horas del día y tendrán más fuerza los rayos de sol.
Pasando unas semanas florecerán los almendros. Reverdecerán los trigos en las tierras de labor. Los chopos de los plantíos se cubrirán de hojas verdes y de pájaros recién salidos del nido. Pro
Pondremos todo lo que esté de nuestra parte para que el nuevo año sea generoso con todos, permitiendo que nuestros mejores sueños se hagan realidad siempre. Si ponemos todo lo que esté de nuestra parte, seguro que vamos a alcanzarlo.
Es mucho lo que todavía tenemos que hacer para que nuestros campos no se infecten de purines, que el agua de nuestros ríos y nuestras fuentes siga manando clara como hizo siempre, sin nitratos ni sólidos orgánicos dañinos para las personas y que el aire pueda respirarse sin emanaciones de azufre y amoníaco.
Si los que compraron el coto redondo siguieran con nosotros, nos ayudarían a mantener sin contaminaciones lo que es de todos, y puede perjudicar a todos.