Fuentearmegil en tiempos de coronavirus

En Fuentearmegil hace días que nadie apaga su sed en el Cubillo del Chopo, en el Teleclub ya no crujen los torreznos y las alubias no se apuestan a la brisca o al guiñote.

El coronavirus ha frenado el mundo entero y nuestros fuentearmegileños han tenido que cambiar sus rutinas; ahora desde sus ventanas ven a las patrullas de la Guardia Civil, que han incluido sus calles en su ruta diaria, y a los bomberos “fuñigando” cada rincón.

Los días festivos el pueblo ya no recibe visitas, nadie sale al vermut, no se escuchan las canciones del coro, las pelotas no rebotan en los frontones y los teléfonos son los que rompen la soledad, el único vínculo de contacto con el resto de vecinos y con los familiares que llaman, con más frecuencia, para saber cómo están y asegurarse de que están cumpliendo las medidas de seguridad.

Los bancos de la iglesia están vacíos, los más devotos siguen la Misa a través de la televisión “por si arregla algo”, aunque echan de menos verse. Los domingos eran para reencontrarse, quitarse las alpargatas y ponerse guapos.

Hace 50 años podrían haber salido a alimentar a sus animales, pero hace tiempo que dejó de haber ganadería en el pueblo y, actualmente, se pueden contar con los dedos de una mano las familias que tienen que salir a “echar las gallinas”.

Así que les toca quedarse en casa, los afortunados que tienen patio toman el sol con mascarilla, otros se entretienen cocinando o limpiando a fondo sus casas, incluso alguno se ha aficionado a las sopas de letras o desempolvado el parchís del fondo de la cámbara.

Mientras el mundo se quedaba desprovisto de mascarillas, en el pueblo Mamen y Consuelo confeccionaron para proteger a todos los vecinos. (¡Gracias!) El buen corazón y la generosidad destaca en todos los que se ofrecen para ayudar al resto, ya sea con la compra o, si hay alguna urgencia, llevarles al médico.

Por suerte, nuestros vendedores ambulantes siguen yendo semanalmente a la plaza; sorprende ver a los vecinos esperando a varios metros de distancia, con mascarillas y guantes. Eso sí, además de llevarse el pedazo de carne, las piezas de frutas y las legumbres, obtienen la satisfacción de haber visto, aunque sea de lejos, a sus añorados vecinos.

Algunos también salen a aplaudir a las 20 h, no hacen tanto ruido como las grandes ciudades pero con su fiel homenaje dan alas a todos los que han batallado contra este enemigo invisible.

Las campanas siguen doblando por los difuntos; desde que comenzó el estado de alarma nos han dejado varios fuentearmegileños muy queridos; no hemos podido despedirles como nos hubiese gustado, pero todos lo hemos sentido en nuestro corazón y tenemos ese abrazo pendiente para cuando podamos volver a vernos sin condiciones. A ellos, y a sus seres queridos, les dedico esta crónica.

Por último, pero no menos importante, me gustaría pedir prudencia y evitar ir al pueblo hasta que sea 100% seguro. La población está muy envejecida y queremos seguir disfrutando con ellos lo máximo posible.

Gracias por quedaros en casa y librar del coronavirus a nuestro querido Fuentearmegil.

4 comentarios

  1. Hola Ángeles. Un gusto poder leer tu crónica. Mi nombre es Cristina y seguro me recuerdas. José Antonio es de Fuentearmegil y tenemos un restaurante en Soria. La Chistera. Actualmente permanece cerrado por esta adversa circunstancia. Estamos deseando poder desplazarnos al pueblo, por que yo también lo siento un poco mío. Año tras año, he podido disfrutar de sus gentes y tradiciones. No tanto como quisiera, puesto que el negocio no nos lo permite. Pero cuando me ha saltado este texto en el correo, no he podido por menos que sentirme parte de todo lo que suscribes. Seguro nos vemos pronto y seguro en los bares. Un gran saludo.

  2. Hola Angeles, soy Jaime tu vecino de Barbastro de la plaza La Jarea, te felicito por tu crónica y decirte que gracias a tu programa Aquí la tierra, nos has hecho llevar el confinamiento con mayor ilusión y fortaleza
    Gracias Un abrazo

  3. Hola Angeles. Soy Soraya. Qué buena entrada….cargada de realidad y de nostalgia de los que no estamos por allí y nos cuesta imaginar cuándo nos lo cuentan… que van a comprar con mascarilla y se hablan desde lejos. Cada día un día menos… mucho ánimo para todos y dejo un abrazo para las familias de l@s que han partido. Un beso

  4. En este sitio había escrito sobre lo que aconteció en la Torca de Fuencaliente y lo que pudieron hacer allí en un momento decisivo mi abuelo Julián Ruperez de Miguel y su compañero de trabajo Don Valentín Viñarás, el 29 de setiembre de 1908.
    Noto que a nadie le interesa mi opinión pues no ha sido publicada. Lamentable.
    Paula Mercedes Ruperez
    Buenos Aires
    República ARGENTINA

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