Explico un poco los cuentos

El libro viene a ser más que una colección de cuentos una serie de anécdotas que he ido recogiendo de un sitio y de otro de las que se escuchan hablando con la gente. Muchas de ellas nos las contaba sentados a la lumbre cuando éramos pequeños mi abuela Elena o mi tía Baltasara, que era muy contadora de cosas, y otras las he escuchado mil veces en casa, de la boca de mis padres, en cada viaje que hago al pueblo cuando puedo dar una vuelta.

Son alrededor de veinticinco relatos divididos en dos partes, con un intermedio en el que me he permitido incluir dos relatos que hice sobre el tema del Quijote hace dos años, con ocasión del cuarto centenario de la obra de Cervantes,. En el primero de ellos hago como si el que escribió el famoso libro fuera un mozo viejo nacido en nuestros pueblos que se ajustó de pastor con el hidalgo, y en el otro son ellos mismos, el Quijote y Sancho Panza, los que vienen por aquí buscando la torca de Fuencaliente.

Lo primero que llama la atención al leer los cuentos es el nombre de los pueblos, que los he cambiado un poco para que sólo el que los conoce pueda saber del que se habla en cada momento, utilizando la manera de llamar a algún paraje o algún pueblo antiguo del que ya no nos queda más que el nombre en algún manuscrito histórico. A Fuentearmegil le llamo Entramorríoss pensando en el paraje donde se juntan el Cejos y el Perales, a Santervás, Los Villares, recordando el yacimiento de la villa romana, y Fuencaliente y Zayuelas, son Rivalba y Valdecaras.

Más difícil lo tuve para elegir los nombres de los personajes que intervienen en cada cuento, procurando escojer alguno que no tenga nadie o, por lo menos, creyendo que no hay nadie en estos pueblos que se llame de esa manera. Espero no haberme equivocado y que nadie se enfade por lo que digo.

Las historias que he escrito tienen casi todas bastante de verdad aunque en alguno de ellos le he dado más importancia al fondo que a la apariencia y podría decirse que he cargado demasiado la tinta del tintero de la imaginación, como ocurre al hablar de Cañicera, que se entiende fácilmente que invento casi todo lo que digo sobre su despoblación, o en el que se titula Tiempo de lluvia, donde lo principal es describir el paso por el pueblo de los animales cuando les llevaban a las ferias de invierno, soportando la lluvia que entonces caía pertinaz aunque en estos últimos años estemos pasando grandes sequías.

Pero la razón más importante para escribir y publicar esta serie de cuentos no es sólo hablar de las cosas de antes como si fueran mejores que las de ahora, que no lo eran. La idea principal está en dejar al descubierto los motivos por los que muchos pueblos se están quedando sin gente. Nadie deja su casa para irse a ganarse la vida a otra parte si en el sitio donde vive encuentra lo que necesita sin tener que marcharse a otro sitio, pero las escuelas han ido desapareciendo, los precios de la simiente y el abono y de la maquinaria agrícola están por las nubes, los medios de transporte y el acceso a la cultura y los hospitales sigue siendo tercermundista fuera de las capitales de provincia…

Pero a pesar de todo creemos que no está todo perdido y sólo estamos pasando un período de cambio hacia la reactivación de nuestros pueblos. La vida natural, la crisis laboral en las ciudades, una mejor distribución de la riqueza y más adecuada planificación de los servicios públicos, pueden evitar que nuestros pueblos sigan cayéndose a cachos. Me gustaría pensar que Cuentos de un pueblo con picota pueda ser un grano de trigo que junto con los demás del granero ponga de manifiesto estas cosas y sirvan para que alguien le ponga remedio. Que así sea.

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