El monasterio cisterciense de Nuestra Señora del Valle

A la vera de un riachuelo afluente del Perales, cuyas aguas límpidas y cristalinas brotan de un fuerte, cálido y copioso manantial al pie mismo de la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, se alzaba en siglos pasados el sencillo monasterio de Nuestra Señora del Valle de Fuentearmegil.

Fuentealmexir, como avanzada de Castilla en la Extremadura de suso, surgió en la época de la reconquista española con bríos e imposición de dominio sobre todo el frondoso y rico valle.

No podía ser de otra manera. Tenía que adelantarse. Sentirse heredero de la trascendental importancia comarcal de la suntuosa villa romana de los Villares. Por eso se constituyó en «cabeza» -y yo diría también en corazón- del distrito o Coto Redondo, integrado por las aldeas o lugares de Fuencaliente, Santervás, Zayas de Santa María (hoy Zayuelas), y de los despoblados de Santuy, Ribalba y San Juan de Cañicera.

Testigos mudos de este dominio y señorío medieval son los restos de un viejo castillo, construido probablemente en los siglos épicos de los condes de Castilla y el Rollo de los siete sillares de piedra, fechado en 1540.

En esta primera aldea: Fuencaliente, es decir, Fuente Cálida, estaba ubicado el monasterio. Humilde villa soriana tendida al sol en la llanura bajo la abierta y extensa bóveda estrellada en las serenas y tranquilas noches estivales.

Una frondosa arboleda velaba discretamente para no herir su humildad, la vida austera, sacrificada y mística de unas anónimas religiosas cistercienses. Esto era entonces Fuencaliente con su monasterio: remanso de paz, centro de trabajo silencioso, impregnado de presencia divina, y vivero de almas santas.

Creación y primera abadesa

Un hombre de dotes extraordinarias ocupaba el Señorío del Coto Redondo de Fuentearmegil. Me refiero a don Pedro Núñez, rico-hombre de Castilla, llamado Príncipe de Osma. Salvó al Rey Niño Alfonso VIII de reinar en Soria homenaje y pleitesía a su tío don Fernando, rey de León. Burlando al leonés, «montó al Rey Niño en su caballo, y en una jornada llegó a San Esteban de Gormaz, y en la siguiente, el Conde Nuño de lara le trasladó a Atienza».

Le unía, pues, intimidad con el rey como también con Fray Martín de Finojosa. Dos íntimos amigos que le apoyarían incondicionalmente a realizar la bella ilusión de una viuda y piadosa dama castellana. Me refiero a doña Urraca, de quien el padre Manrique nos dará más noticias y detalles.

«Por el mismo tiempo (1176) si no es que fue un poco antes, se funda Santa María de Fuente Caliente, en la diócesis de Osm un monasterio de vírgenes que con el tiempo se trasladó a Aranda, a orillas del Duero. Se cree que la fundadora fue doña Urraca Avellaneda, hija de los Condes de Miranda y Duques de Pañaranda, la cual, una vez viuda, y habiendo profesado como monja, edificó dicho cenobio y lo gobernó. Pues ella es la primera abadesa del lugar, cuyo recuerdo figura en los instrumentos en la Era de 1214, es decir, este mismo año, y prolongó su gobierno y su vida muchos años, pues en la Era de 1249, que coincide con el año 1211, se habla de no pequeñas donaciones hechas al cenobio, ya por sus hijos, ya por sus consanguíneos en atención a la Abadesa Urraca, que gobernaba dicho monasterio. La construcción de la casa era para aquel tiempo suntuosa. El templo no era grande; hasta hoy continúan ruinosos y caducos, ya que el año 1550 sufrieron un incendio»_

«Casó don Martín López con doña Urraca de Avellaneda de la misma línea de los Señores de Vizcaya, o acaso de los antiguos Señores de Los Cameros. A lo menos, su memoria es la más antigua que hayamos del apellido de Avellaneda. Fundó doña Urraca el año 1175, en su lugar de Fuencaliente de la diócesis de Osma, el monasterio de religiosas del Orden del Cister, que en nuestros tiemses fue trasladado a Aranda de Duero,. En él tomó el hábito y murió ejemplarmente, a los 35 años de su profesión, el de 1211…»

Filial del monasterio de Las Huelgas.

«En septiembre de 1187 el abad de Huerta (Santa María – Soria) y obispo de Sigüenza, don Martín, acude al Capítulo General del Císter llevando cartas de las abadesas de los monasterios cistercienses de los reinos de Castilla y León: Perales, Cañas, Grádeces, Torquemada, Fuencaliente, Carrizo, etc., así como de sus coabades españoles y del rey don Alfonso VIII para solicitar del Capítulo de Abades que el monasterio de Las Huelgas fuese convertido en cabeza y matriz de todos estos conventos y celebrar una vez al año en el Capítulo General.

El Capítulo General de Abades sometió el asunto a detenido estudio y tras madura deliberación expidió un documento».

«La naturaleza de esta filiación está expuesta en las actas de este primer Capítulo de las montas, que dice cómo deben las abadesas de los monasterios filiales prestar obediencia a la de Las Huelgas, etc. Año 1189».

«En las actas de este primer capítulo celebrado en Las Huelgas y fechadas el 27 de abril de 1189 consta que acudió a él la abadesa de Fuencaliente, doña Urraca».

Primeros protectores

Los familiares de doña Urraca, tanto en vida de ella como después de su muerte, en razón del afecto que tenían al monasterio y con el deseo de que sus cuerpos recibieran cristiana sepultura en él, hiciéronle varias donaciones. Ejemplo piadoso que siguieron otros varios caballeros.

Pellicer cita los siguientes: don Lope Martínez, II señor de la Casa y vasallos de Avellaneda, en el año 1191 hizo donaciones al monasterio de Fuencaliente, que confirmó después el de 1208. En el 1212 se halló en la gran batalla de Las Navas de Tolosa, y en el de 1227 en la conquista de Baeza. Conservó las armas de Vizcaya, que hasta hoy traen sus descendientes. Conviene a saber: los dos lobos cebados, y por orla las aspas, en memoria de haberse hallado en la conquista de Baeza, víspera del apóstol san Andrés, como las pusieron en sus escudos otras muy grandes casas de Castilla (hijo de doña Urraca, la abadesa viuda). Casó con doña Elvira González de Aza, hija de don Gonzalo Gómez de Roa, Señor del gran estado de Aza, y de su mujer doña Leonor González Jirón. Ambos yacen sepultados en el monasterio de Fuencaliente».

Hijo del anterior fue don Diego López de Avellaneda, tercer Señor de la Casa, Torres y Vasallos de Avellaneda. Sirvió al rey don Fernando el santo en las guerras de Andalucía; hallóse en la conquista de Sevilla; sirvió después al emperador don Alfonso el Sabio. Murió el año 1280, y fue sepultado en su monasterio de Fuencaliente. Estuvo casado con doña toda de Guzmán, pretensa Señora del estado de Izcar, hija de don Diego de Guzmán, y de doña Toda de Guzmán, su mujer». pellicer no dice que doña Toda fuera enterrada en la (claustra del monasterio de Fuencaliente) al lado de su esposo, don Diego, pero sí lo consigna el Padre Florentino Zamora.

Hijo del matrimonio anterior fue don Lope Díaz de Avellaneda, «cuarto Señor de la Casa, Torres y Vasallos de Avellaneda» Sirvió a los reyes don Sancho IV, don Fernando Iv, y a don Alfonso XI, en cuyas tutorías murió. Yace con su padre y abuelos en el monasterio de Fuencaliente. Casó con doña Aldonza Díez de Fuentearmegil, Señora de esta Casa, y Vasallos, y Villa de la Ochaya, y sus aldeas. Cuarta en número, hija de don Diego González, V Señor del estado de Fuentearmegil, y rico-home, año 1270, y doña Marquesa de Villalobos, su mujer». El Padre Zamora añade que la abadesa de Fuencaliente era hermana de López Díaz, llamada Francisca de Avellaneda, y que los restos y huesos «de estos sepultados caballeros fueron trasladados al nuevo convento de Bernardas de Aranda de Duero».

«Bula del Papa Honorio III concediendo al abad del Cister el que en el monasterio de Las Huelgas se admitan seglares, pero no en el de las Filiaciones. Dado en Vitervo a siete de las calendas de diciembre de 1220, y cuarto de su pontificado»

«Información sobre que los padres confesores de los conventos de la Filiación de este Real Monasterio tienen \e venir por sus patentes firmadas por la ilustrísima Señora Abadesa del mismo»

«Letras del Abad del Cister facultando a la Abadesa para que haga lo que le parezca en las Filiaciones, y éstas le obedezcan. Año 1256».

un contrato curioso

«Hago saber a todos, que yo, Farach el Moro con mi mujer Missol, ambos de común acuerdo y según nuestra voluntad, hacemos un cambio con vos, donna María Antolínez, abadesa del monasterio de Santa María de Fuencaliente, en conconvento de aqueste mismo monasterio, de illas tierras, propias casas con solar, que nos habemus en la Bargnilla, allá tras casas de don Adam filio de Petro Garcíez, et casa de Pascual el Moro et detrás del Calce, et delant la vía current. Et accípimus de vobis in cambium una passata de terra, cum entrada, et exida en caia de García el Moro, et in super de petio LXXX maravedís bonos de contados et sumus de toto beni pagati, et non finco nada per pagar… Hecha la carta el mes de noviembre, diecisiete días andados, Era MCCLXXVIIII…»

Sacrilegios, robos…

«Había hecho Juan García de Villamayor -Ricohombre de Castilla, y Señor de la villa de Ucero y su castillo- mucho daño con la gente de guerra que tuvo a su cargo en las alteraciones de Castilla, cuando el rey Don Sancho el IV se levantó contra su padre, y después al tiempo que el Infante don Juan favoreció a don Alfonso de La Cerda contra el rey don Fernando. Le llegó la hora de la muerte a don Juan García de Villamayor, y considerando los sacrilegios, robos y daños que había hecho con su gente de armas a los monasterios de Santo Domingo de Silos, San Pedro de Arlanza, San Pedro de Gumiel, Santa María de Lavid, las abadías de Santa María de Fuencaliente, Brazacorta, Fresnillo, Santa Tosia, y el convento de monjas de Caleruega, quiso satisfacerlos a costa de su hacienda; y así mandó por su testamento a sus albaceas, que fueron Juan López, arcediano de Osma; el guardián de San Francisco de San Esteban de Gormaz; Alonso García de Cardeña, y Alonso de Villahelez, que vendiesen la villa de Ucero, y los pueblos de su jurisdicción, y que con su importe, averiguados los daños, se hiciese a todos puntual reintegración, sacando para ello, ante todas cosas, permiso del rey y los testamentarios».

La compra la hizo el obispo de Osma, don Juan de Ascarón, en 1302, asumiendo todas las condiciones impuestas por los testamentarios o albaceas.

No deja de ser interesante el documento, pues manifiesta claramente el estado de tensión y lucha que había por esta zona, y los monasterios existentes en su comarca.

Estas molestias, causadas a las religiosas de los monasterios de la comarca, debieron repetirse con alguna frecuencia. Así lo atestigua un documento fechado en Letrán, a 8 de julio de 1233: «Al venerable hermano obispo de Osma para que proteja a las religiosas de la diócesis de las molestias de hombres depravados, a petición de (las queridas hijas en Cristo, priora y comunidad del monasterio de santa María de Casto, en San Esteban de Gormaz). Archivo de las monjas de Caleruega.

(Fragmento)

Francisco Palacios y J. V. Frías Balsa

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