EL «CASTILLO» DE FUENTEARMEGIL.-

Recuerdo aquel día de chiquillo
en que me disfracé de aventurero
y recorrí las tierras del castillo
en busca de metales y dinero.

Todo un símbolo de nuestra historia
y recuerdos anclados del pasado
que en sus tiempos se cubrió de gloria
y hoy está en nuestras mentes olvidado.

Mirador que otea el horizonte
moldeando las nubes con las manos
mientras ascendemos por el desmonte
respirando sus efluvios siempre sanos.

Subo y subo a lo alto por sus sendas
tamizando la tierra con los pies,
evocando los recuerdos y leyendas
y trayendo a la memoria algún traspiés.

Escalinata que asciende al cielo
asentada entre nubes vaporosas,
con ese ambiente de paz y consuelo
que sobresale entre todas las cosas.

Perfumadas sendas de pirigallos
para ascender silente hasta la cima
y contemplar el brillo de los rayos
de la tormenta que se viene encima.

Y ahora que he llegado ya a la meta
por tus campos teñidos de amarillo
en la hoja final de mi carpeta
escribo este poema a mi «Castillo».

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