Cambio de estatus.

Esto no lo he contado nunca pensando que la gente no le daría importancia, pero según nos vamos haciendo mayores valoramos más las cosas que recordamos desde pequeños.

Hace muchos años mi abuelo Jonás fue alcalde del pueblo, y una vez tuvo que ir con el Secretario del Ayuntamiento a hacer algún asunto a Soria. Entonces iban en burro, claro, y tardaban en llegar qué sé yo el
tiempo, no como ahora que se presentan allí en nada de rato.

Pues les pasó que entrando en Soria por la carretera de Navaleno y Herreros, alcanzaron a una moza que iba cargando con una gavilla de leña para venderla en el mercado.

– Con lo que me dan por este haz de estepas tenemos mi padre y yo para comer unos días y por si nos hace falta para unas albarcas o echar un remiendo a algún habitaco.

En la ropa se le veía la necesidad que estaría pasando aquella gente. Eran años malos para todos, pero como siempre peores para unos que para otros.

Mi abuelo se apesadumbraba pensando en las penurias de algunos pueblos, seguramente con poca tierra de labor, en los que habría vecinos poco menos que pasando hambre.

El Secretario se bajó de su burro y le dijo a la moza que se subiera ella para que descansara, mientras que él se hacía cargo del peso de la leña. y siguieron los tres juntos un buen rato hasta llegara a Soria.

A la entrada de la capital se detuvieron para despedirse, porque ellos tenían que dirigirse a la Diputación y ella iba al mercado.

Fue entonces cuando a mi abuelo se le ocurrió una idea:

– Buena mujer, ¿no habrá en su pueblo alguna moza vieja o alguna viuda que quisiera casarse con este hombre, que su mujer se ha muerto hace unos meses y le ha dejado con cuatro hijos, solo, que le está
costando la vida sacarlos adelante?

Y dice que ella se quedó callada un momento, y al final le contestó:

– Siempre hay unas desgracias que son más malas que otras, y la suya es de las peores. Y parece tan noble… Estoy pensando que se lo puedo decir a mi padre y, si le parece bien, yo misma estoy dispuesta a casarme.

Se casaron y tuvieron hijos. A Julia le parece recordar que uno de ellos llegó a ser un abogado de prestigio, pero no tiene manera de asegurarse cómo se llamaba y prefiere no decir su nombre para no equivocarse. La cuestión, que es a lo que vamos, es que la moza era de buen corazón, y desde el primer día se hizo bien a vivir en nuestro pueblo. Era hacendosa, bien dispuesta y cuidando siempre de su casa, que estaba en la parte alta del ayuntamiento, y nadie podía decir que la tuviese descuidada ni que no era la más relimpia del pueblo.

Tanto era el amor que ponía en las cosas, que el Secretario lo comentaba cada vez que iba a casa de mi abuelo:

– Pues fíjate, Jonás, que mi mujer se empeña en que no entre con los zapatos sucios de la calle en casa, y si entro va detrás de mis pasos barriendo lo que ensucio. El que ha sido rodilla y llega a ser mantel, no hay quien pueda con él.

Julia recuerda muchas cosas de las que le contaba su madre de niña, y le gusta hablar de ellas, como nos pasa a todos. Sobre todo si los recuerdos tienen algo de entrañable de cosas de aquellos tiempos.

Me quedo pensando en el dicho del Secretario, que refleja bien el comportamiento leal de los seres humanos, que cuando mejoramos de vida nos esmeramos en hacer lo mejor posible lo nuevo.

«El que fue rodilla y después fue mantel, cuidado con él».

Pues eso. Que yendo a Soria a resolver unos asuntos del Ayuntamiento, el Secretario volvió al pueblo con novia, casándose con ella en segundas nupcias, y siempre le estuvo agradecido a mi abuelo por haberse decidido a proponérselo.

Un comentario

  1. Así fue Eutiquio, tal y como lo cuentas, mi madre era muy niña y se reía mucho con lo de – quien antes fue rodilla… – por eso el secretario lo repetia siempre, para hacerla arrancar una risotada. Un abrazo.

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