Han puesto todo el cuidado en hacer las cosas lo mejor posible, pero no ha habido manera de evitarlo. Después de hacerlo todo, nada ha sido bastante para librarnos del contagio: Salir poco a la calle, ponerse mascarillas al salir de las casas, evitar el roce con los forasteros. Pero al final el torbellino del mal ha caído sobre el pueblo.
Tenía que pasar algún día porque lo estábamos viendo en otros sitios como el nuestro. Muchos trabajan en el Burgo o San Esteban, o en otros lugares a los que se puede ir y venir en coche. Al pueblo acuden todos los días vendedores ambulantes, los panaderos, el cartero y otros servicios esenciales. Muchos hijos del pueblo se fueron en los años sesenta, y ahora vuelven sus hijos y sus nietos, a veces a cuidar a sus familiares mayores que viven o pasan temporadas en el lugar de su nacimiento.
Es imposible no tener ningún contacto con personas de fuera, y también es imposible que cualquiera de ellos, incluso sin tener síntomas, pudiera arrastrar el mal hasta nosotros. No puede hacerse nada para evitarlo, y todas las medidas que se han tenido en cuenta sólo han servido para que sea lo más pequeño posible en daño. En la memoria heredada se recuerdan las epidemias de peste, de cólera, de tifus o de gripe española que nos azotaron en otros tiempos, pero nada nos permitía pensar que estuviéramos amenazados por una catástrofe como ésta.
¿Y qué podemos hacer? Vivimos con el corazón un poco encogido. Respiramos intentando coger poco aire al hacerlo. Cuando nos cruzamos con una persona por la calle, queremos darle un abrazo pero nos apartamos un poco para que no nos contagie si tiene el mal y para no pegárselo si lo tenemos nosotros sin saberlo. Es todo lo que podemos hacer, y sabemos que haciéndolo nos ayudamos todos lo mejor que podemos.
Algunos tienen síntomas llevaderos. A otros le ha dado algo más fuerte. Lo peor, como en otras partes, les ha afectado a las personas más mayores. En algunos casos con resultados fatales, lamentablemente.
Hoy vamos con flores al camposanto a rendirles nuestro más sentido respeto, a mostrarles nuestro cariño, a derramarnos en lágrimas por quienes tanto quisimos y tanto nos quisieron. Si no ponemos vuestros nombres aquí es por guardar vuestro descanso y acompañarles en su dolor a vuestros seres queridos más próximos.
Fuentearmegil entero está de luto, está compungido bajo el peso de una plaga sobrehumana que nos duele por dentro y conservaremos en la memoria del pueblo por los siglos de los siglos como la desgracia descomunal jamás pensada que pudiera caer sobre nosotros en el primer cuarto del siglo XXI.
La pandemia del coronavirus ha afectado a Fuentearmegil causando enfermos y víctimas mortales. Os llevamos en el corazón, y os llevaremos siempre.