Una contribución a la historia económica de Soria en la Edad Media

Tanto en el reino astur-leonés como más tarde en los reinos de León y Castilla, la economía tuvo una base esencialmente agraria, apoyada en un sistema de patriarcado. Ahora bien, la repoblación del país en numerosos espacios determinó la existencia de un gran n_mero de pequeños propietarios, hombres social y jurídicamente libres.

Paralelamente, o quizá algo más tarde, asistiremos a la formación de la gran propiedad territorial, de los Señoríos y, por lo tanto, de una creciente feudalización. Es posible admitir que tanto en León como en Castilla este proceso fue tardío, por lo menos a partir del siglo XI.

Los límites castellanos en la actual provincia de Soria, en el siglo X estaban situados al este de la villa de San Esteban. en el 912 tanto Gormaz como Osma se encuentran ya en territorio cristiano. La teoría más generalizada, de la formación de los grandes señoríos parte de que tales concentraciones se originaron mediante concesiones reales de tierras o bien por la incorporación paulatina de propiedades muchas veces pequeñas, así como por donaciones, permutas o negocios más o menos piadosos a la Iglesia, magnates o monasterios.

Todo este proceso, en cierta medida supeditado a las exigencias de la guerra, dio como consecuencia la existencia de muchas y pequeñas propiedades dispersas, que si bien estaban unidas a los señoríos y latifundios, hacían imposible tanto en León como en Castilla el régimen de una economía doméstica cerrada al estilo de Bcher, o, lo que es lo mismo, de una economía natural pura, o de una economía sin cambio y sin dinero. Esta podría ser, por ejemplo, una de las singularidades de los reinos castellano-leonés respecto a lo que acontece en el mismo período de tiempo en Europa.

Topsch, por el contrario, cree que en ese período de tiempo pudo darse la coexistencia de pagos en dinero y en especie. Y Sombart aprueba la existencia de fenómenos económicos monetarios en la más alta Edad Media europea, creyendo más apropiada la terminología «economía propia», es decir, aquella que va a producir lo que únicamente va a necesitar, y «economía de cambio» la que producirá unos excedentes, haciendo necesario la existencia de un mercado, que los términos «economía natural»y «economía monetaria». Debido, por lo tanto, a la notable dispersión de los latifundios señorales, la mayor parte de ellos no pudieron tener una economía natural, sus excedentes tendrían que ser llevados a los mercados más próximos, no a las otras tierras del mismo señorío -a veces distante- para su consumo,surgiendo los mercados de Plaza Mayor.

En estos mercados tenían que concurrir, por lo tanto, tanto los grandes propietarios como los pequeños, los ingenuos, aquellos que habían adquirido la tierra por su propia fuerza y destreza. Que en estos mercados dominara una economía natural, un producto en especie como medio de cambio, no presupone en modo alguno que estamos frente a unas economías cerradas.

Después de la catástrofe provocada por la invasión musulmana, que supone no sólo la destrucción de un reino, el visigodo, sino el increíble esfuerzo para la restauración de un nuevo estado en etapas sucesivas, la sustitución del dinero acuñado por dinero en especie, p

Dentro de esa estructuración agraria dispersa, incluso bajo el signo señorial, pudo haber y de hecho hubo determinadas excepciones. Pienso que una de ellas fue El Coto de Fuentearmegil, donde por sus singulares peculiaridades pudo desarrollarse muy bien una economía cerrada, autárquica, al estilo de Sombart.

La teoría de la ocupación tiene un carácter histórico. El amplio espacio que ocupan hoy los municipios de Fuentearmegil y sus agregados, Sin apenas variación desde el siglo XII, tuvo que tener unos orígenes esencialmente romanos.

La suntuosa villa de Santervás, la casa de campo de Fuencaliente, la villa de Alcubilla de Avellaneda, tuvieron que estar sustentadas por grandes explotaciones agrarias. Hoy sabemos que estas explotaciones pudieron muy bien llegar a tener 1500 Hectáreas. A su vez, los romanos explotaron los mármoles de Espeja y Espejón, los que sin duda alguna utilizaron en Uxama, Termancia y Clunia, dejando la zona a diferentes niveles profundamente romanizada.

Los visigodos, a su vez, no pasaron por alto las condiciones que depara el valle. De hecho sabemos que se asentaron en Osma de forma permanente y el hallazgo recientemente llevado a efecto al hacer en la iglesia de Fuentearmegil unas obras de limpieza, consistente en una puerta al mediodía, induce a pensar que su paso por esta zona no fue ni ocasional ni pasajero.

Sabemos que el padre Florentino Zamora que el monasterio de Fuencaliente fue fundado en 1176, siendo abad del monasterio de Huerta, fray Martín de Finojosa.

Estas monjas Bernardas arropadas por doña Urraca de Avellaneda, Señora de Las Torres y vasallos de Avellaneda, viuda de Martín López de Haro, por sucesivas donaciones y permutas, vinculado todo el solar de Fuentearmegil y sus lugares, haita su traslado a Aranda de Duero en 1587, a su fundación. Así, en un documento del año 1208 -López Martínez- hijo de doña Urraca, hace diversas donaciones de fincas y tierras al monasterio, antes de tomar parte en Las Navas y en Baeza, donde fue un excelente combatiente. A su vez, la abadesa, dentro del proceso del monasterio como concentración de la propiedad, negocia sus permutas:

«Hago saber a todos, que yo, Farach el moro, con mi mujer Missol, ambos de común acuerdo y según nuestra voluntad, hacemos un cambio con vos Domna María Antolínez, abadesa del monasterio de santa María de FontCaliente, con convento de aqueste mismo monasterio, de dichas tierras, propias casas con solar, que nos habemos en la Vargnilla, allá tras casas de don Adam, filio de petro Garcíez e casa de pascual el Moro, e detrás el Calve, e delant la vía current. Et acceptimus de vobis in cambium una passata de terra, cum entrada, e exida en casa de García el Moro, e in super de precio LXXX maravedís bonos de contados e sumus de toto beni pagati, et non finco nada per pagar…» Hecha la carta el mes de noviembre, 17 días andados. Era 1278.

Esta carta de permuta, dada en 1271, pone de manifiesto no sólo la teoría de la concentración de la propiedad, dentro de un proceso de constante feudalización, sino también la continuidad de l población musulmana del solar de Fuentearmegil y sus lugares, una vez cristianizados y consolidados bajo un monasterio del Cister.

Es interesante anotar cómo en este documento la palabra solar aparece vinculada a las «propias casas», es decir, a la explotación de la tierra, elemento básico, sin el cual, por supuesto, las casas no tienen sentido alguno dentro, claro es, de una economía agraria.

Sin duda alguna, los pobladores del solar de Fuentearmegil, pasado el siglo X, provienen de San Esteban y eran horiundos de Vizcaya. Las fuentes documentales, como el libro Becerro de las Behetrías, nos dicen que Fuentearmegil y sus aldeas pertenecían a la merindad de Silos, y que eran, por lo tanto, lugares de vehetría.

El solar, en su accepción más amplia tiene un núcleo primitivo, que es la casa o el domus. Este núcleo va experimentando un proceso de expansión hacia el anteuzano (altozano), pero no se consolida hasta hacerse con la cerrajine (herré o herreñal), el Prado de Hierba, La Guadaña, donde los caballos van a pastar, llamado en algunas ocasiones el Prado de los Caballos. Este poblamiento, por supuesto, es lento y nada tiene que ver con el hombre que lo hace mediante la pressura, entre otras cosas porque para realizarlo se necesitan muchos hombres o una familia muy amplia y siempre desde luego licencia regia.

«Este logar de Fuente Almexir e Fuente Caliente e Ribalva e sant Ervas e €ayas de Santa María que eran aldeas del dicho logar de Fuente Almexir, e son solariegos del monasterio de Santa María de Fuente Caliente e de fijos de Ioham Martínez de Leiva ede fijos de Ochoa Martínez de Avellaneda e de Gon€alo Uannez de Amaya e todos son un conceio e pechan una cabeça».

Pagan al rey -añade el libro Becerro- monedas y servicios los derechos del Señor, si bien se omiten en el manuscrito, pienso que serían, más o menos, los que están en vigor en Castilla y León en ese tiempo, a saber:

– La infurción, mañería, homicidios,, y caloñas.

Y más adelante, refiriéndose a Fuente Caliente, añade: «este logar es del monasterio de Fuente Caliente e el dicho monasterio nin los sus vasallos non pagan yantar ni martiniega.

Estas amplias familias poblaron también otros muchos lujares, prácticamente toda l franja norte más occidental de la actual provincia de soria, dependiente toda ella de la merindad de Silos, estructurada conforme al régimen de vehetría, no así el resto de Soria, que se configura bajo el sistema de comunidades de villa y tierra por ser más tardía su reconquista.

Dentro de una concepción socio-económica, a medida que el proceso de feudalización de la sociedad alcanza su cota máxima, el Solar, al igual que el Manso, se ha ido convirtiendo en una «unidad fiscal», de percepción de renta feudal. Todo contribuye a deducir que tanto para los señores como para el monasterio de Fuente Caliente, lo que cuenta, lo decisivo, son las rentas fiscales y los servicios.

Según el Becerro -estamos en 1351, reinando el Castilla Pedro I el Cruel (1350-1369)-, todas estas aldeas son solariegas dependientes, a su vez, del monasterio de Fuente Caliente. Y bajo la benefactoría de los hijos de tres amplias familias. Se trata, por lo tanto, de un solar de behetría, y aunque vinculado todo él a un monasterio, podemos suponer que, debido a su mayor libertad anterior, tiene en cierta medida a conservarla e incluso los vasallos de Fuencaliente van a quedar exentos de pagar sus impuestos, no así el resto del concejo, que debe tributar una cabeza. Sin duda alguna, fuentearmegil y sus lugares tuvieron que tener un fuero agrario. Porque esa «unidad fiscal» supone ante todo una «unidad económica de producción», y por lo tanto unas normas que regulen su actividad económica, esencialmente agraria.

La extensión total del Coto, cuando el conde de Adanero lo vende en 1924, tiene una superficie registrable de 5544 hectáreas. Se trata además de un coto redondo y dada su extensión y casi su exclusividad, puede plantear una excepción a la singularidad económica altomedieval castellana, en el sentido de constituir una economía cerrada, autárquica, y no de cambio. No obstante, si esta forma de economía se produjo, turo que ser posiblemente antes de la fundación del monasterio, entre otras razones porque las prestaciones personales -sernas y facenderas- no aparecen como tributos, habiendo sido sustituidas ya o conmutadas por otro tipo de renta a favor del monasterio. No hay duda de que las rentas en especie-granos y cabezas de ganado, irían a parar al monasterio, el cual a su vez los transformaría en dinero. El hecho de que el concejo pague tan sólo una cabeza -posiblemente de bovino- subraya que las cargas reales eran de poca monta y más llevaderas, en comparación a las señoriales. Podemos estar ya, por lo tanto, ante el regreso a una economía de mercado y la exención de tributar.

No debemos olvidar que el libro Becerro surge como consecuencia de la escasez de mano de obra en los señoríos, lo que a su vez suponía una disminución de la renta fiscal, a causa de una terrible peste que asoló a León y Castilla en el año 1348.

El equilibrio del solar de Fuentearmegil y sus lugares, en su acepción más amplia, su no fragmentación hasta el año 1924, pudo ser debido que su población no experimenta ningún aumento considerable, no sintiendo la escasez de tierras vacías por lo menos hasta el siglo XVI.

Una vez desaparecidos los primitivos pobladores, los Avellaneda, y como consecuencia del incendio que destruye el monasterio, las posesiones del mismo pasan poder de d. Luis Felipe de Guevara, esposo de la duquesa de Nájera, quien funda un mayorazgo en 1725, constituyendo un censo enfitéutico en favor del concejo de Fuentearmegil del 2 del 4 de 1728.

Con anterioridad a la formalización de este censo, en el año 1560, siendo dueño de la villa de Fuentearmegil el marqués del Espinardo, el concejo, que ya no tiene un carácter puramente señorial, junto con los alcaldes, regidores y vecinos de dicha villa, van a pleiteear con el Honrado Concejo de la Mesta y Hermanos por la posesión de tierras comunales y baldíos dentro de su término, planteando el derecho a romperlos.

El diploma que contiene este pleito está fechado en 1569. Representa al concejo Gaspar de Baldero, y alega que los términos de dicha villa y su tierra son «muy estrechos, estériles, areniscos, y los particulares no tenían heredades propias, porque todas e la mayor parte eran del convento y religiosas de Yestra Señora de Fuencaliente, en virtud de la donación que de dicha villa y sus términos hizo a la abadesa y monja de Nuestra Señora de Fuencaliente el señor rey don Fernando en el mes de abril del año 1530…»

Lo cierto es que los campesinos, al no disponer de tierras propias, no cogen pan porque desde siempre se han visto obligados a «de arromper de lo público y concejil, todo lo que habrían querido…»

No se trata, como puede deducirse siguiendo el criterio de los Hermanos de la Mesta, de la necesidad de poner en cultivo nuevas tierras debido a un aumento de la población. Si se hubiera producido, provocado por un aumento de renta con una oferta de tierra limitada, el mecanismo malthusiano hubiera provocado una disminución de su poblamiento hasta reestablecer de nuevo su equilibrio.

Creo que se puede admitir, por tanto, que en este lugar como en otros muchos de Castilla, las tierras públicas y concejiles hicieron que la oferta de la tierra fuera prácticamente ilimitada, actuando de regulador de la renta fiscal. Los vecinos, por otra parte, no se cansan de repetir que esta costumbre es inmemorial. Esta solución, que fue consentida por parte de la Corona con carácter general, dio lugar a una serie de formas y de usos agrícolas en las tierras extramarginales, llamadas en algunos lugares «tajones», y en Fuentearmegil «azas».

La Mesta, ante esta petición, alega que también sus ganados desde tiempo inmemorial han aprovechado las tierras baldías y concejiles. Que la cañada, que efectivamente atraviesa el término de Fuentearmegil, necesita sus pastos concejiles. Pedro de Carvajal, en nombre de los Hermanos del Honrado Concejo, alega que, si bien en esos momentos el censo del ganado ovino se eleva a 4.000 cabezas, muy bien por la amplitud del término, podrían duplicarlo. La abadesa de Fuencaliente también se interesa por las alegaciones que unos y otos presentan y pide informes a Gaspar de Guevara -Alcalde Mayor de la villa de Fuentearmegil-, a quien ella ha designado para tal puesto, y se interesa en el sentido de si esa petición es o no aconsejable… «De su utilidad y provecho… perjuicio o daño».

Las razones que exponen unos y otros son convincentes. Los campesinos admiten que más de tres años, a lo sumo cuatro, «por ser la tierra flaca», dichos baldíos quedarían fuera de toda rentabilidad, teniéndolos que dejar descansar, pero añaden que la Mesta será quien salga recompensada, «porque las tierras que dejaban producían más y mejor hierba». Teniendo, claro es, que volver a iniciar el ciclo en otros lugares. En realidad los campesinos están proponiendo una agricultura de rapiña.

«… Que el Concejo de la dicha villa de Fuentearmegil se junte a campaña repicada como lo han de uso y costumbre, y allí traten y platiquen en cuál parte conviene más que se are, o así platicando señalen a cada uno de los dichos lugares en qué parte han de arar, sembrar y romper de lo concejil para que lo partan por azas entre los vecinos… y que pasados tres años se tornen a juntar el dicho Concejo y tornen a repartir en otra parte de tres en tres años», «y que ninguno pueda apropiárselo que así rompiere, ni tratar de enajenar con la suerte del otro, ni en otra manera alguna…».

El diploma, que contiene toda esta serie de normas, trata de evitar lo que en caso contrario podría suceder, que los campesimos «romperían todos los términos concejiles, egidos, veredas y cañadas». por eso la Mesta se ve en cierto modo obligada a ceder, y propone «señalar muy grandes las dichas dehesas, majadas, egidos, cañadas, abrevaderos y veredas, porque los ganados de los dichos Hermanos puedan pasar y estar por los términos del dicho valle y su tierra, sin lesión alguna».

La Mesta, por lo menos en este pleito, es contraria a señalar lugares concretos, «porque los dejarían esquilmados», propone, por el contrario, que labren donde quieran, en caso de hacerlo, porque así el perjuicio será menor.

El pleito se resolverá a favor de los vecimos del Concejo, se admite que «están necesitados al parecer de hambre», y que puede «desamparar los lugares». por eso se les dará licencia para «romper en la forma dicha que pretenden», y «contando que dejen vereda a las cañadas por cada parte trece pies».

Este Diploma dado en Toledo a primeros de agosto de 1560, clarifica en cierta medida el desenvolvimiento de la economía del Coto.

Dejando a un lado la eterna rivalidad entre campesinos y ganaderos, lo primero que salta a la vista es que los campesinos están en el límite de la subsistencia. Que es el monasterio el que recibe todos los excedentes agrarios, y que están actuando en todo momento, sobre todo para los ganaderos, sean trashumantes o estantes,los costos de oportunidad.

La renta que los ganaderos obtienen de los baldíos concejiles es superior a la que van a obtener los campesinos, pero éstos a su vez para subsistir necesitan romper en lo comunal concejil, además, posiblemente, es una forma de evadir la presión fiscal del Monasterio, aunque el costo de oportunidad que supone elegir la agricultura sea ínfimo. Al Monasterio lo que realmente le hubiera preocupado hubiera sido la disminución de la población de la mano de obra disponible. Su aumento le era indiferente y hasta cierto punto perjudicial. No debemos olvidar que para el feudalismo o cualquier otra forma feudal, la productividad no tuvo sentido alguno.

El poblamiento inicial del Solar, que parte como hemos visto de una Casa -Domus-, que presupone una amplia familia y que por su propio impulso tiende a asentarse en el Altozano, donde se levantará la iglesia y el atrio para celebrar los concejos, y llegar en sucesivas fases o etapas hasta la Ferrájine, hasta los prados de hierba. Pero todo este proceso sólo tiene sentido en la medida en que el resultado final sea la consecución de una unidad fiscal, una unidad de rentas y servicios. En el caso de Fuentearmegil, a su vez, todo el Solar quedará vinculado a un Monasterio, del cual pasa a ser dependiente en una constante y creciente feudalización.

A medida que el Señorío va entrando en un proceso de franca descomposición, su Concejo, al frente del cual figuran todavía sus benefactores, va a aceptar sumiso la parte más ínfima de su renta.

Bajo esta realidad, el Solar, posiblemente en las zonas más fuertemente romanizadas, como lo fue ésta, no dista demasiado de la reealidad medieval predominante para la misma época en el occidente europeo. El Solar, de esta forma, coincidiría con el Manso de la tradición feudal Carolíngea.

Sin lugar a dudas, al mismo tiempo, el Coto ha llegado a ser una unidad de produción. Es interesante conocer las disposiciones reales en materia agrícola. No hay ningún reparo que los animales de trabajo, sobre todo los bueyes, gozaron de protección y ayudas.

El Diploma es del año 1798, y reproduce otro del año 1602, que al igual que el que hemos comentado, podemos considerarlo como parte de un Fuero Agrario posiblemente desaparecido.

Toda unidad de producción agrícola, y sobre todo de las dimensiones del Coto de Fuentearmegil, es imposible imaginarlo sin grandes dehesas, tanto para el sustento de los caballos como de los bueyes de labor. en la etapa altomedieval los fueros agrarios llegan, incluso, como el de Soria a señalar el grueso y la altura de las cercas para la protección de las dehesas (prados defessados). y si bien el Cocejo de Fuentearmegil los tiene sitiados desde siempre algunas personas, caballeros y escuderos y otros por ser Regidores o por tener heredamientos, meten otros ganados, «así de corral como de ovejas y yeguas y puercos, demás y allende de los bueyes y ganados de labranza…», causando a éstos, a los que labran, grandes daños. Por lo mismo -el Concejo- pedirá que se pongan en vigor las normas, y el Diploma va a prohibir tales abusos durante el tiempo en que las dehesas estén acotadas, esto es, desde primeros de de marzo hasta el día de San Martín de cada un año.

Este Fuero Agrario, que en resumidas cuentas lo único que pretende es recoger e interpretar la realidad, tiende a proteger los pastos de las dehesas y los prados durante el tiempo que permanecen acotados, hasta finales de septiembre, hasta el día de San Martín. A partir del cual quedarán libres de todo cuidado, ya que después de esa fecha las tierras de labor, levantados los fascales, harán posible el aprovechamiento de la rastrojera por el ganado.

Es razonable admitir que un poblamiento permanente no podía ser tal en tanto los prados no fueran cercados y defendidos tanto de las personas como de otros animales, condición previa para que el ganado de labor pueda iniciar el ciclo de la producción o lo que es igual, asegurar un poblamiento permanente.

Aunque tanto la Villa como sus lugares están ya bajo un censo enfitéutico (digamos que casi en propiedad de hecho, heredable y por lo tanto transmisible), nos encontramos frente a una economía carente de holgura, y por lo tanto inerse, sin posibilidad alguna de innovación, Condenada a permanecer en estado de congelación.

Sin embargo, los Concejos, que han asumido las formas de sus antecesores, los Concejos Señoriales, están dispuestos a pleitear entre sí o frente a terceros. El de Fuencaliente, quizá más consolidado después de la desaparición del Monasterio, entabla una enconada lucha por las tierras del despoblado de de Ribalba con el de Fuentearmegil, obteniendo el primero providencia favorable en la Audiencia Territorial, según apunta Madof (año de 1828).

En este mismo año, 1828, figura como dueño del Censo el Conde de Adanero por herencia del Conde de Treviño. En el año 1861 nueve vecinos del concejo de Fuentearmegil firman un contrato de arrendamiento con Valentín Rozas, apoderado del Conde de Adanero, de las 5310 obradas que ocupa el Coto Redondo, incluyendo en la misma la finca del Bosque de Laguna Hermosa, de la cual era, según un deslinde practicado en 1725, su propietario, así como del monte Carrascal. Esta finca permaneció intacta, esto es, sin romper, hasta que el Coto fue adquirido por los vecinos de Fuentearmegil y sus aldeas, en 1924. Se puede pensar que esta finca, cuyos mojones subsisten todavía (no ha sido roturada en su totalidad) fue la reserva dominical con derecho a alguna serna en el primitivo poblamiento.

En el año 1885, José María Ulloa y Ortega, Marqués de Castro Serna y Conde de Adanero, hizo información posesoria, declarando ser dueño del Coto, tanto de sus fincas rústicas como urbanas, inscribiéndolo a su nombre en el Registro de la Propiedad de El Burgo de Osma. Esta inscripción pudo ser posible conforme al Decreto de 6 de agoito de 1811, en virtud del cual los Señores quedaron taumatúrgicamente convertidos en plenos propietarios, ya que todos o casi todos carecían de títulos de propiedad. El derrumbamiento del antiguo régimen supuso la pérdida para la nobleza de sus derechos jurisdiccionales, pero la propiedad quedó favorecida por el nuevo concepto liberal de propiedad. De esta forma los vecinos de Fuentearmegil y sus lugares, se vieron abocados a subscribir un contrato en firme, pasando de una renta de 800 fanegas a 2.050, la mitad de trigo y la otra mitad de centeno, corriendo por cuenta de los vecinos la contribución de la finca, que se elevaba a 5000 pesetas anuales. La población del Coto se mantuvo muy baja hasta por lo menos el siglo XX. En 1560 lo poblaron 65 vecinos, y el Convento, por el Concilio de Trento, quedó reducido a doce monjas y dos conversas.

En 1775, sefún el Catastro de La Ensenada, tan sólo lo poblaban 175 personas, y Madof da un total de 396 habitantes. En 1858 es de 863 almas. ¶ es a partir de 1900 cuando el nivel se sitúa en torno a las 1000 personas y con pequeñas oscilaciones se mantiene en la misma tasa, para descender a 899 habitantes en 1973.

Es de suponer que este incremento de la población tuvo que ser debido, no tanto a la remisión de las pestes como a un cierto aumento de la renta de la tierra. La economía de la salud todavía era deficiente a principio de siglo. Las epidemias típicas se sucedían con frecuencia, sobre todo en Santervás, causando verdaderos estragos entre su vecindario. No obstante conviene aclarar que los precios aunque alcanzasen alturas inimaginables a consecuencia de cosechas deficitarias. Así la cosecha de 1803-1804. Esta cosecha fue tan corta que el obispo de Osma pasó a informar al Consejo de Castilla que no habría grano suficiente para el consumo común de seis meses, «temiendo por lo mismo la más miserable indigencia en los pueblos…».» Los campesinos, al carecer de excedentes, en modo alguno venían a resultar beneficiados. Su renta, por el contrario, no sólo era constante sino deficitaria. y situada en el mínimo de subsistencia fuera del mecanismo malthusiano.

La renta de los colonos, siempre en fanegas de trigo y centeno, se almacenaba en un silo levantado en Fuencaliente, en la huerta de las monjas Bernardas, aprovechado más tarde para palomar, sin duda alguna como un residuo cultural de los árabes, de quienes asrenderían el arte del fomento de estas aves. En estos momentos de aquel silo sólo quedan en pie las paredes maestras.

Sigue siendo, no obstante, muy difícil comprender el entramado de las economías domésticas de los pobladores del Coto para los períodos de tiempo más próximos a su descomposición. Por la economía que venían practicando no creo, siempre desde la producción de bienes, que llegaran a plantearse el principio de que las necesidades humanas son ilimitadas. Por el contrario y dado el gran peso que para aquellas gentes suponía el cristianismo como forma de vida, pienso que admitirían sin gran pesar que las necesidades del hombre eran limitadas. Por eso la teoría de los excedentes no tendrá operatividad hasta nuestros días. Cualquiera que haya tenido la oportunidad o la experiencia de haber asistido, dentro de Soria, al cambio o, mejor, al tránsito de la agricultura del tipo tradicional a la de excedentes, estará conforme en admitir el rechazo que presentaban los campesinos ante ese cambio.

No creo que las dificultades estuvieran del lado de la colocación de sus excedentes, sino de la alteración que ello iba a suponer en sus formas de vida.

La zona más tardía a la nueva agricultura fue, dentro del contexto provincial, precisamente la del Burgo de Osma y su mercado.

Hay un dato muy curioso que he podido obtener sin el cual la versión de que el Conde de Adanero y Marqués de Castro Serna, a pesar ce que la legislación jugaba a su favor, inscribió todo el Coto, tanto las fincas rústicas como las urbanas, a su nombre (frente al temor de la desamortización) obedeción al hecho de que los propietarios de divisas no pagaban contribución alguna y para ahorrársela, permitieron al Conde su total inscripción, lo que supuso nue

La producción media sor vecino y año, era más o menos en 1924, de 30 a 35 fanegas de trigo. Claro es que no se trata de una producción neta, pero ésta era la renta con la que se le retribuía a un Maestro o Secretario de Ayuntamiento en los años 1845 y siguientes. Esa cantidad de 30 a 35 fanegas de trigo, quiere decir que venía a obtener unos 1505 kilos de trigo o de pan por familia.

El hombre bueno que hace posible el apeo del Coto por compra al Conde de Adanero fue el presbítero don Juan José de Pablo Romero. Conocí a este sacerdote, siendo yo muy niño, en Soria, retirado ya de su ajetreada vida, confesor de Las Carmelitas Descalzas del convento de Soria, rodeado de libros, propagandista aférrimo de la Escuela de León XIII, lector infatigable de Tomás de Kempis, viviendo en la Calle Mayor, cuidado por su sobrina Juanita, de Santervás, quien con machacona insistencia y reiteración nos baticinaba una y otra vez, por nuestros pecados, el fin del mundo.

Para ello creó el Sindicato Agrícola de Contratación y Crédito de Fuentearmegil, del cual fue Presidente, formando la Junta Rectora los vecinos siguientes: Jacinto Romero, Antonio Hernando, Lucio Lucas, Fermín Lagunas, Santiago Cabrerizo, Lucio Romero y Filomeno lucas, adquiriendo por 600.000 pesetas libres de gastos para el Conde, todo el Coto. Al final lo dejaría en 575.000 pesetas donando al obispado de Osma las iglesias y casas rectorales.

Fue una verdadera lástima que don Juan José no supiera algo más de agricultura, porque se dejó sobre el tapete la posibilidad de haber entregado a sus protegidos el Coto una vez parcelado, cosa que no se va a hacer hasta el año 1972.

Por el contrario, distribuyó un total de 21.107 fincas rústicas, excepto a los de Fuencaliente, que no quisieron entrar a formar parte del Sindicato, de acuerdo con sus divisas.

La Laguna Hermosa -La Golinosa o el Prado de los Caballos- fue roturada casi en su totalidad y con su producto, en parte, los vecinos de Fuentearmegil y sus aldeas pudieron hacer frente a las deudas que habían contraído por la adquisición de sus parcelas anteriores.

En la primavera del año 1985, al recorrer de nuevo, en esta ocasión de la mano de Pedro Antón Romero, las tierras de la villa de Fuentearmegil y sus aldeas, he podido comprobar la respuesta adecuada y ciertamente eficaz de s1s escasos pobladores y de sus recursos a los cambios de la historia.

Allí están ya los vasos cilíndricos de los silos, que presagian, a poco que se la impulse, una agricultura más moderna y eficaz. Pero si nos detenemos, aunque sólo sea unos instantes, no únicamente a contemplar el paisaje, ciertamente hermoso, sino a escuchar al pueblo, llegaremos a la conclusión de que ha sido él quien ha sabido mantener su estilo, sus formas de vida, en todo momento cultas, vivas, adecuadas a las circunstancias en que cada generación ha tenido que vivir, pese a su constante y milenaria dependencia económica.

Desde luego es grato comprobar cómo la economía de este espacioso solar estuvo siempre, en la medida de sus posibilidades, apoyando los grandes proyectos históricos de España.

A los grandes latifundios romanos, dirigidos desde las villas de Santervás y Fuencaliente, en concordancia con las pautas económicas del imperio romano, viene sin duda a suceder la fragmentación del mismo por el necesario pacto entre romanos y visigodos. De esta suerte un tercio de la propiedad quedaría para los provinciales romanos y dos tercios para los nuevos propietarios. El Fundio, esto es, la unidad de reparto, la parcela de tierra que substentará a una familia, tuvo que ser sin duda el objeto de toda negociación. Pero el resto de los bienes, los prados, los montes, las tierras baldías, quedaron sin dividir. Y es interesante observar cómo, a su vez, de todos estos bienes, algunos de ellos, el bosque de La Laguna Hermosa y el monte del Carrascal, pasarán a ser, en todo momento histórico, de uso y aprovechamiento Señorial.

Durante la ocupación musulmana pudo continuar produciéndose una mayor fragmentación con la introdución de la aparcería, dando lugar la aparición de un campesinado libre jurídicamente aunque dependiente en el plano económico. Pero es de suponer que esta zona, muga entre cristianos y musulmanes durante largo tiempo, sometida los vaivenes de la guerra, frontera con el Al-Andalus, practicara más una economía de guerra, la base sería la ganadería ovina, que una economía agraria de base más permanente. No obstante, la desmembración del primitivo latifundio romano en manos de visigodos y romanos no duró demasiado. El nudo de partida de la nueva reunificación será el monasterio de Fuencaliente. No hay ningún reparo en admitir que la economía que va a prevalecer en la nueva forma Señorial, en realidad en los lugares de Behetría, la dependencia nacerá como resultado de un pacto libre de carácter bilateral que nada tiene que ver con la consiguiente formación feudal, se va a nutrir tanto de las innovaciones visigodas como musulmanas. Del poblamiento visigodo, el arte de cuidar las ovejas y los primeros atisbos de una trashumancia de corto alcance y sobre todo la costumbre de constituirse en Consejo para las deliberaciones sobre los bienes que son de todos, los baldíos, las tierras comunales. Es interesante observar cómo en los pleitos que hemos comentado, el Concejo, como representación del pueblo, se constituye cuando tiene que tratar del aprovechamiento y destino de los bienes comunales. El resto de las cuestiones, no menos importantes, los impuestos, las cargas Señoriales, los servicios, etc., están en manos del rey, del Señor o del Monasterio, y si exiite un Concejo permanente tiene el carácter de Señorial.

De los musulmanes, las huertas, las famosas alubias pintas regadas con el agua del Perales, los viñedos, los palomares y sobre todo el arte de aprovechar el agua en los cubillos, cubos de agua formados aprovechando la escasa agua de los regatos, y de aquí toda una toponimia arabizada, Alcubilla de Avellaneda, Alcubilla del Marqués, Alcoba de la Torre, Cubilla… Las fuentes, Fuente Caliente Fuente Almegir, serán ya nombres romanceados.

El monasterio de Fuente Caliente estuvo desde su fundación a la altura de las circunstancias. Por eso, en un espacio de tiempo no muy dilatado nada tiene de particular que confluyan en él la voluntad de tres hombres egregios: Martín de Finojosa, Pedro Núñez y Alfonso VIII el Noble (1158-1214). He aquí tres hombres con una capacidad empresarial ciertamente envidiable. Pienso que los tres estarían de acuerdo en desear para España una cultura occidental. El Cister contribuyó en gran medida a la consecución de esta meta. El monasteoio de Fuencaliente fue de dueñas, pero sirvió para la formación y consolidación de un gran latifundio, sin el cual la renta fiscal no hubiera sido posible.

En todo caso y pese a que hoy su participación pueda parecernos insignificante (es imposible encontrar una correlación entre la escasez de medios económicos y el alcance de los proyectos castellanos de aquellos tiempos), ahí estaba contribuyendo con su esfuerzo a la consolidación del gran hecho cultural y político de la cristiandad.

Un comentario

  1. es un importante artículo sobre la economía tradicional de nuestros pueblos hecho por el prestigioso escritor don emilio Ruiz, a quien queremos agradecer el interés mostrado hacia nuestras cosas. don emilio ruiz, a quien quermos

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