Si vas a la bodega y no bebes…

A mediados del siglo pasado todos los vecinos tenían bodega en su casa. Después, las particiones entre sus hijos de las haciendas de los que compraron el Coto al conde de Adanero descabalaron algo el orden tradicional establecido.

eso fue lo que le pasó al Tomás, que heredó de su padre, el tio Goyito, una casa grande, pero que no tenía bodega.

De todas todas tuvo suerte, porque a su mujer le tocó de su madre, su padre había muerto cuando la guerra como tantos otros que reclutaron los nacionales y cayeron, una bodega bien buena que había a las afueras del pueblo por el camino de Fuencaliente, aunque estaba un poco echada a perder porque su madre no bebía y la tenía abandonada.

Al Tomás se le puede ver todos los días en cuanto toca a mediodía subir con un porrón a buscar vino a la bodega, y luego bajar con él calle abajo ofreciendo un trago a todo el que se encuentra a su paso:

-Echa un chinguete. Verás qué vino tengo.

Algunas veces se encuentra al Esteban que viene de una que tiene en la ladera del castillo, y cada uno invita al otro convencido de que el suyo se conserva más fresco.

-Si vas a la bodega y no bebes, burro vas y burro vienes…

Algunos días el Mateo se hace el encontradizo, o les pilla la resvuelta para darle un rato a la lengua. El Mateo está soltero y no tiene vino de la cosecha:

-Yo cuando quiero vino bajo a Alcubilla y me traigo un cubete o media docena de cántaras en unos garrafones. A mí el vino de la cosecha…

-Pues a ese tuyo vete a saber lo que le echan…

Algunos días se acuerdan con nostalgia de lo que cantaban cuando merendaban todos los chicos juntos y el porrón pasaba de mano en mano:

-Que beba, que beba, que beba. Que beba, que beba, que pún. Si le ha sabido bien, que vuelva usted a beber. que beba, que beba…

y ganaba la ronda el que más aguantaba.

La mujer del Tomás algunos días le ve que se ha echado más de un trago, pero lo que dice él:

-Si vas a la bodega y no bebes…

-Tú como el Mateo: cuanto más bebo más quiero. Vosotros por mucho que bebáis no tenéis remedio.

Para enfrescarlo bien mete el porrón un rato en un caldero de agua recién sacada del pozo, y cuando se sienta a la mesa se echa el primer trago estirando todo lo que puede el brazo para que el chorro le refresque más la garganta.

-No hay vino como el de casa.

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