Nuestras plantas silvestres medicinales.

Desde el principio de los tiempos, nuestros padres y más todavía nuestros abuelos recurrieron a las hierbas que producía el campo en busca de remedio para sus enfermedades, y en los pueblos siempre había alguien, casi siempre una mujer mayor, que tenía ese don y lo ponía al servicio de todos. Lo cierto es que la farmacopea moderna se sigue basando muchas veces en los principios de las plantas para conseguir muchos de los medicamentos con mayores efectos para sanarnos cuando nos ponemos enfermos. Por suerte, han llegado hasta nosotros algunos de aquellos conocimientos de plantas que tanto bien hicieron a nuestros antepasados cuando estaban enfermos.

La raíz de la grama se hervía, y el agua se tomaba en infusión. Decían que era buena para paliar los dolores del Rehúma y la Gota.

La Raíz de la Ortiga, machacada en Almirez o en Mortero hasta sacar unas gotas, se revolvía con unas gotas de agua, y se echaba en los Oídos. Era un remedio casero para quitar el dolor. Mi Abuelo me lo aplicó cuando yo tenía siete u ocho años un invierno con mucha nieve, y también lo hizo con mis hermanos.

El mastranzo se arrancaba cuando un niño o niña mamaba y se les ponía la boca llena de llagas. Se colgaba en la chimenea de la cocina, y conforme se ponía lacia la mata, desaparecía el mal de la boca del lactante.

El cornezuelo de los Centenos y las Cabrunas o bayas de los Enebros se vendían, y se decía que hacían medicamentos con ellos.

Las Castañas Pilongas servían para evitar que la Polilla no hiciera estragos en las prendas de lana.

En el término denominado El Castillejo de mi pueblo salen unas hierbas muy pequeñas que tienen el sabor como el anís es muy dulce. Doy fe porque yo las he comido, y también a las ovejas las encantaba.

El Té y la reina de las infusiones: La Manzanilla. Todos sabemos lo buenas que son para ciertas molestias y dolencias. También son muy buenos los escaramujos. Cuando están muy rojos se les pone a secar para guardarlos. Hervidos se toman en infusión, y es un remedio casero para no tener catarros.

La flor amarilla de un cardo que tiene muchos pinchos es un buen remedio para calmar el dolor de tripa.

La pata de gallina es una planta de color verde berenjena, que se toma en tortilla, fritas y también cocida, en ensalada caliente. También se conoce como pinillo o cola de caballo.

El diente de león era bueno para tratar el hígado y la vesícula.

Ahora no recuerdo de unas hiervas parecidas al ababol que tenían unas flores yo creo que eran amarillas, que echaban una leche blanca que te lo ponías en una herida y se curaba muy pronto.

El Llantel es un buen remedio para quitar el picor regalado por las abejas, las avispas, los tábanos, y los invisibles mosquitos. Sus hojas tienen dos formas: una es como un medio huevo cocido, de color verde claro, y la otra es como una lengua o una navaja. Se cogen y se estrujan haciendo una cataplasma o masilla, y se ponen sobre la picadura.

El árnica se aplica en las zonas con dolor, y sus efectos son parecidos al Alcohol con Romero. Es una mata de unos 40 centímetros, mas o menos. Se coge y se mete en un recipiente con alcohol, dejándola un tiempo de maceración.

En aquellos años en los que los laboratorios farmacéuticos todavía no habían impuesto sus arcas comerciales por encima de los remedios naturales, en los pueblos se conocíanlas virtudes de muchas plantas que desde tiempos de los griegos y de los romanos tenían propiedades medicinales, que las generaciones modernas han ido olvidando injustificadamente. Somos pocos los que todavía conservamos algunos de estos remedios en el recuerdo.

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