Este mes ha sido de toda la vida cuando se hacía la simienza. Todavía no había empezado la temporada de las grandes nevadas, pero el refrán avisaba que no tardarían de llegar para quedarse hasta final del invierno. Por Los Santos, la nieve en los altos; por San Andrés, la nieve en los pies. Y mientras llegaba o no llegaba, la labor que tocaba en esta época del año iba unida a la esteva y la yunta. Principalmente arar las rastrojeras preparando las tierras que se sembrarían de avena y cebada con los primeros claros de febrero y marzo, y poner el trigo de invierno que era lo que más se sembraba por entonces.
Terminaban de cosecharse patatas, remolachas y otras plantas de raíz, y en los huertos, después de arrancar las últimas berzas, se ponía algún recuadro de ajos para el consumo de la casa, que se recogían y siguen recogiendo por San Juan. Mediados de noviembre es el momento mejor para plantar los ajos, sobre todo si hay luna llena.
Después de la siembra de otoño, se puede decir que ha terminado la temporada del campo, que había empezado en los primeros meses de la primavera y no había dejado un momento para el descanso de personas ni animales hasta ahora. El cansancio de tantos meses se dejaba sentir en los cuerpos, y sobre todo las yuntas más viejas pedían el relevo mostrando las consecuencias de los trabajos más duros y los avatares de todos los esfuerzos.
En los meses de noviembre y diciembre se celebraban por este motivo ferias de ganado en distintos puntos de la provincia: por Los Santos, en Almazán; por San Martín, en San Esteban; algo más tarde, en diciembre, la de Berlanga. Muchos recordamos como un acontecimiento inolvidable el paso interminable de vacas y bueyes, bueyes y vacas, atravesando los pueblos camino de las ferias. A muchas de ellas venían desde tierras muy lejanas de Soria, aprovechando las ventajas del ferrocarril para el transporte de animales, que pasaba por nuestra provincia con mucha más frecuencia que en nuestros días.
Es fama también que noviembre es mes matancero, pero en nuestros pueblos solía matarse algo más tarde, en diciembre o hasta en enero y febrero si venían fríos que era bueno para el oreo.
Los más mayores cuentan que hace años, cuando había más mocedad y gente joven, era costumbre que muchos se casaran en la segunda quincena de noviembre, después de acabar la siembra y antes de la fiesta de San Andrés, y es de creer que así sería porque sin duda las ovejas que habían quedado machorras o eran demasiado viejas formaban parte de las comidas de fiesta.
En este tiempo de algo menos trabajo se aprovechaba para reparar aperos y hacer otros nuevos. Había vecinos que eran verdaderos maestros haciendo arados, ubios, carros y toda clase de herramientas, aprovechando la buena madera que siempre se ha criado en nuestros plantíos y nuestros montes.
Noviembre termina con la fiesta de san Andrés, patrón de fuentearmegil, que atraía a los mozos y mozas de todos los pueblos de alrededor, y no era menos fiesta que Santa Isabel, la fiesta mayor del verano, porque aunque algunos años acudía al baile de la plaza la nieve y había que guarecerse en la casa Pueblo, nunca ha dejado de celebrarse con la gaita y el tamboril algunas veces, y más tarde con la música moderna a falta de otra cosa. Noviembre es el mejor mes porque empieza con Los Santos y termina con San Andrés.