La España vaciada (13). La escarda a mano, una acción eficaz contra el cambio climático.

Por el mes de mayo y de junio los trigos empezaban a medrar deprisa, y entre las espigas verdes podían verse toda clase de malas hierbas que crecían entre ellos, tambarillas, ababoles y cenizos que había que desbrozar para que no chupasen el jugo de la tierra a los trigos y que granasen con más fuerza. Era el tiempo de la escarda, que hacían principalmente las mujeres y los hijos mayores mientras que los padres recalcaban, pasaban la rastra a las alubias recién nacidas o picaban el dalle para segar la hierba del prado o la alfalfa.

Para escardar se manejaba una vara de enebro o de fresno terminada en horquilla y una hoz para cortar las malas hierbas. Alguna vez venía bien un azadón o una azadilla para arrancar algún raizón más resistente, pero pocas. La labor consistía en ir repasando las tierras de surquera a surquera, cortando cavando o desenterrando cardos, ballicos, retamas y cualquier hierba que asomase del suelo sin tener que asomar, que se iban amontonando en la cabecera. Al final de la jornada se recogía en brazados o en gavillas y se aprovechaban para echárselos a las gallinas o a los conejos que se tenían en casi todas las casas.

Más adelante, pasado el verano, en el mes de octubre y noviembre los días soleados eran una oportunidad para hacer adobes, retejar los tejados y sacar las camas de los corrales y de la cuadra. Se usaba un bieldo de ganchos para desmenuzar y remover la basura y un angarillón para ir cargando el carro, que se calzaba arrimado a la puerta del corral o de la cuadra. Cuando estaba lleno se llevaba a las tierras y se desparramaba a lo largo de los surcos mezclándola con la tierra. No hay mejor fertilizante que el estiércol de los rebaños y de las caballerías de la labranza. Los que tenían palomares usaban la palomina y la gallinaza para la hortaliza de los huertos por su alta concentración en nitrato.

La escarda a mano y la fertilización de los campos aprovechando la basura de los animales domésticos, fueron abandonándose por los herbicidas industriales y los abonos químicos, y ha sido necesario más de medio siglo para darnos cuenta de que estas prácticas artificiales lo que han producido ha sido el desequilibrio natural y el agotamiento del suelo. Los herbicidas matan la hierba que antes crecía a la orilla de los caminos y de los arroyos, y por ese mismo motivo han dejado de crecer en las praderas plantas forrajeras que antes comían los animales del campo y ha cambiado la fauna autóctona al modificarse el ecosistema de vida.

Pero todavía estamos a tiempo. Todavía podemos volver a introducir los modelos de producción tradicionales siguiendo formas que nos ayudarán a enriquecer los campos con nutrientes naturales y a frenar el cambio climático con el respeto al medioambiente. Ahora sabemos que el cultivo ecológico puede ser clave para el desarrollo rural y también puede servir para fijar población. Se dice que actualmente en Castilla León las provincias de Soria y Salamanca son las más adelantadas en este tipo de técnicas. Es muy probable que lo más difícil a estas alturas sea convencer a los poderes públicos para que apoyen estas iniciativas, aporten los recursos económicos necesarios para la formación, la dinamización y la comercialización de productos de origen ecológico, para modernizar las vías de transporte y los canales de comunicación, y respalden líneas de emprendimiento imaginativas que hagan posible la prosperidad de los vecinos sin verse obligados a salir de los pueblos.

El día que veamos que vuelven a eliminarse las malas hierbas de los sembrados con la escarda a mano y que se utilizan productos orgánicos para abonar el campo, sabremos que vamos por el buen camino. Que sea mejor pronto que tarde.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.