En abril despierta la tierra, y la vida con ella.

Dejamos atrás las borrascas de marzo, y con la subida de las temperaturas se podían trabajar las tierras, sembrándolas o dejarlas aradas para cultivarlas por la otoñada.

Abril no es el mes más abundante en flores silvestres en los campos de Soria, pero son tan delicadas las pocas que salen entre la hierba de las praderas que algunos piensan que son las más hermosas de todo el año.

En las mañanas de abril el sol brilla como si nos sonriera, y las personas alzan la vista al cielo agradeciendo su caricia calentándonos con dulzura después del largo invierno. Es cierto que también llueve, lo sabemos en forma de refrán viejo, pero es una lluvia que ayuda a brotar las sementeras y no daña. Otras veces son nubes azul claro o tornasoladas que navegan el aire a lomos de figuras ingrávidas y se alejan.

Es el momento de poner las patatas, que empezarían a llegar a mediados de julio y agosto y se recogían hacia finales de octubre y principios de noviembre. En otras latitudes con más calor se siembran en los primeros meses del año y dan dos cosechas, pero el clima más frío de nuestros pueblos sólo producía una.

Si dejamos suspenso el tiempo como si no existiera, el labrador canta en su besana manejando la esteva tras la yunta que ara, y el pastor labra una gaita con un palo de chopo verde recién cortado que se derrama en notas de arcoíris hacia la pastora que en otra hondonada con otras ovejas le está tejiendo una bufanda con lana bien cardada. Los pájaros trenzan trinos amarillos y rojos apresurados en la liturgia de aparearse y hacer sus nidos.

Una joven sube despacio la cuesta de La Golinosa, tal vez llevando la comida a alguno de los labradores jóvenes que están sembrando la cebada tardía en una ladera cercana. Lleva sobre los hombros una mantilla con listas verdes y rosas, y su paso es tan liviano que se diría que se mueve en el aire como si no pesara.

El paisaje reverdece en los campos de trigo nacidos y las praderas cubiertas de hierba nueva. Rileras de setas diminutas son una ofrenda deliciosa al alcance de los recolectores de setas.

El agua del río baja fría y clara entre sauces florecidos y chopos vestidos con sus hojas recién estrenadas con los nuevos soles de la primavera.

En los huertos se sembraba la hortaliza, como tomates, pimientos, lechugas, cebollas y ajos, berzas de repollo, nabos y remolachas. Los huertos exigían mucho trabajo, pero representaban una buena ayuda en la economía de las casas.

Abril era también el mes de aprovechar que se ponía clueca alguna gallina para sacar pollos de los huevos. Solía ponerse una docena o poco más en un nidal con paja en el fondo, y al cabo de veintiún días justos empezaban a salir del cascarón diminutos, amarillos de color de yema, piando y moviendo sus patitas llenos de frío. Se les veía por la calle siguiendo a su madre, piando nerviosos como si temieran perderla.

Pasadas las últimas borrascas del mes de marzo, era como si la tierra despertara.

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