El apuro de los diputados

Mi padre siempre ha sido un gran conversador y tiene la costumbre de contar historias de cuando él era joven convencido de que la lección que puede sacarse de ellas sigue sirviendo en nuestro tiempo por mucho que haya llovido y escampado desde entonces.

Me contó una vez que cuando él iba con las ovejas, hace ya más de medio siglo de eso, unos cuantos pastores que estaban echando juntos un trago al abrigo de una chaparra una mañana vieron venir por el camino de santa María un coche blanco, y les chocó porque era raro que viniera al pueblo ninguno, y mucho menos por aquel camino medio embarrado y lleno de charcos de todo lo que había caído aquella primavera, que no se había podido ni sembrar los tardíos.

-¿Y qué pasó?

-Al bajar la cuesta de La Tejera se hundió en el barrizal que se formaba en lo bajero y se quedó atascado con las cuatro ruedas metidas en el barro. Así que nos acercamos a ver si querían algo y resultó que eran dos diputados que venían con su chófer a hacer propaganda para unas elecciones que iban a celebrarse una semana más tarde.

-¿Las de 1931?

-Serían, imagino. Pues bueno. Cuando llegamos estaban como asustados, mirando hacia un lado y otro sin saber qué hacer ni cómo salir de aquel aprieto. Al final el conductor bajó la ventanilla y nos preguntó desde dentro que si podíamos ayudarle y le dijimos que sí, que a eso habíamos ido, pero viéndoles tan arrellanados en sus asientos al Valentin se le ocurrió enredar un poco para que se acordasen del trance.

-Esto no tiene buena pinta. Hay que poner unas piedras pa que agarren las ruedas y echar un par de gavillas de leña pa que no se rehunda. qué camino llevan los señores?

-Somos candidatos a Cortes y recorremos la geografía nacional luchando en favor de la república y contra la opresión de los pueblos. Nuestro partido lleva en su programa el derecho al voto de la mujer, la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, la educación universal gratuita y la obligatoriedad de las ocho horas de trabajo. ¿Ustedes cuántas horas trabajan al día?

-Bueno, nosotros estamos aquí con nuestras ovejas y según se tercie…

-¿Falta mucho para llegar al próximo pueblo? Tenemos que celebrar un acto político esta tarde.

-Yo creo que les dará tiempo. Es cuestión de poner cuatro piedras bien puestas y un brazao de leña.

-¿Y será fácil encontrar las piedras por aquí? Si ustedes pudieran…

-Otra cosa no habrá, pero piedras… Si quieren podemos echar una mano, pero tendrán que bajarse del auto, digo yo…

Uno de ellos dio un respingo en el asiento como si le hubiera picado un tábano, y fue el primero en abrir la puerta y saltar fuera, pero por su sitio era por donde más cubría el charco y se puso de agua hasta las orejas. Los otros salieron con más cuidado, aunque tampoco se libraron de meterse en todo el barro y ponerse perdidos los zapatos.

-No me digas que tuvieron que aplicar ellos la leña y cargar con las piedras…

-Lo más gordo lo hicimos nosotros, pero ellos también hicieron lo suyo. No les quedó más remedio. Luego, cuando estuvo preparado todo, mandamos que se subiese el chófer y que los demás empujaran con nosotros cuando arrancara.

-¿Y empujaron?

-Vaya que si empujaron. Y hasta tuvieron que meterse otra vez en el barrizal y ponerse buenos de agua y barro.

Mi padre disfrutaba cada vez que se acordaba de las chanzas que le pasaron de joven y encontraba a alguien que le escuchara sin prisa para poder contárselas recreándose en ellas.

-Pero espera, espera, que la cosa no acaba aquí. Les dejamos que siguieran su camino asegurándoles que iríamos a escucharles. Así que a media tarde metimos en los corrales los rebaños y llegamos justo a punto. El alguacil había dado el bando con la corneta y los hombres estaban en la plaza aguardando la novedad en corros o sentados en los poyos. Los diputados o lo que fueran tenían el coche parado en el mismo sitio que cogía el fresquero de Huerta cuando venía a vender sardinas o chicharros, que era lo que más se gastaba entondes, y la tia Eugenia estaba pegando a ellos con su delantal grasiento y un canastillo en la mano.

-Camaradas, os hablamos en representación del partido de los pueblos de España, y en primer término damos la bienvenida a nuestra asamblea a la compañera que asiste en representación de todas las ciudadanas del lugar. Antes de exponer nuestro programa queremos invitarla a que pronuncie unas palabras en favor del sufragio universal y la emancipación de la mujer.

-No se preocupe. Es sordomuda y ha venido porque pensaba que vendían sardinas.

La tia Eugenia era la única muda del pueblo y cuando se enteró de que hablaban de ella y que los forasteros no eran el de Huerta les dio la espalda y se fue a su casa dejándoles con tres pares de narices y sin saber cómo enhebrar lo que tuviesen preparado. Mientras tanto nosotros íbamos contando a unos y otros el percance del atascamiento en La Tejera y la gente se fijaba e sus corbatas impecables y su pelo repeinado que chocaba con la suciedad de los pantalones y el barro de los zapatos.

-¿Y en qué terminó la cosa?

-Pues en lo que era de esperar. En vez de hablar de libertad de expresión y de igualdad de oportunidades echaron una perorata con promesas de carreteras asfaltadas si ganaban las elecciones y de la urgencia de poner agua corriente en las casas y cuartos de baño con retrete. Se conoce que tuvieron alguna necesidad de esa clase y que también lo echaron de menos.

-¿Y sabes si ganaron las elecciones?

-Yo creo que sí porque el rey salió por patas al cabo de pocos días de lo del voto, pero como en unos años se levantaron en guerra los militares la cosa es que no hemos tenido ni carreteras ni agua en las casas hasta cincuenta años después de aquello. ¿Qué te parece el chasco?

Cuando terrmina de contar una historia mi padre siempre se queda observando la reacción de sus palabras en la cara del otro, y no se da por contento hasta que consigue un comentario sobre lo que ha contado.

-Igual aprendieron más ellos viniendo que lo que os enseñaron a vosotros.

-Eso decía el Valentín, que no se olvidarían pronto de su visita a nuestro pueblo.

-Yo también lo creo.

Un comentario

  1. Esta historieta quiere dar a entender que los políticos a veces tienen formas de ver la vida diaria que en poco se parece a lo que la gente normal piensa. ¿Crees tú lo mismo?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.