Etnolingüística. Usos de la lengua y campos léxico-conceptuales en las cuevas de Ayllón

Silvano Andrés de la Morena es de Cuevas de Ayllón, y ha hecho un importante trabajo de investigación sobre el uso de la lengua en soria, más exactamente en su pueblo, pero que en términos generales, salvo algunas pequeñas diferencias, sirve también para nuestro contorno y puede ser muy interesante para todos los amantes de lo que tiene que ver con el lenguaje.

Silvano Andrés es licenciado en filología Hispánica, da clases en un instituto en Barcelona, tiene tres libros de poesía publicados y escribe habitualmente en el periódico Heraldo de Soria, además de mantener otras muchas actividades de colaboración y apoyo hacia la cultura y la literatura de nuestra tierra.

Este trabajo lo hizo para la Universidad de Barcelona y lo mandó a la Real Academia Española de la Lengua.

ETNOLINGÜÍSTICA. USOS DE LA LENGUA Y CAMPOS LÉXICO-CONCEPTUALES EN LAS CUEVAS DE AYLLÓN

Nuestra lengua recibe bien todo lo que se le encomienda, y que no es dura ni pobre, como algunos dicen, sino de cera y abundante para los que la saben tratar. Fray Luis de León.

Introducción

Entraremos ahora en el mundo de nuestros abuelos y padres a través de sus palabras, de sus giros verbales, de sus expresiones; de una forma de utilizar el castellano que ya no es familiar, en gran parte, a muchos jóvenes, porque aquella vida exclusivamente rural, alejada de la cultura oficial y libresca, está a punto de desaparecer. Como fue la suya (y nuestra), la queremos reproducir, interpretar y representar en su forma de hablar. Rica, compleja, en su quehacer diario y en su expresión, el uso que hacían de la lengua de todos, uso peculiar y característico, gozaba de lo necesario para la comunicación diaria, para nombrar con eficacia, eficiencia y pragmatismo el medio en que vivían. Las lenguas no sólo tienen valores, son también herramientas, instrumentos de acción; nuestros antepasados supieron usarlas… ¡y bien!.

Muchas de las características que se encuentran en el uso del castellano en Las Cuevas, están extendidas por la comarca; otras, por amplios sectores sociales de la geografía de nuestra lengua. Las hay también particulares del pueblo. Una lengua no es un cuerpo muerto, inflexible o inamovible. Al contrario, es un conjunto de hablas diversas que, al mismo tiempo, forman una unidad. La lengua está en cambio continuo; como instrumento de comunicación, se adapta a las circunstancias y a las necesidades de los hablantes. Pero hay zonas geográficas y sectores sociales en las que, por cusas diversas, el pasado pervive con mayor vitalidad; una de ellas, la edad, sin olvidar el aislamiento, debido a la orografía accidentada y a la falta de comunicaciones, aspectos éstos superados cada día por la presencia universal de los medios audiovisuales.

Podemos apuntar como rasgos del castellano de nuestro pueblo, de forma genérica, los siguientes: presencia de elementos dialectales; ser hablado hasta hace poco tiempo por una sociedad rural; léxico relacionado con el mundo agrícola y ganadero; ser usado por una pequeña sociedad iletrada, que no ignorante, entiéndase bien. Esto último implica una mayor evolución fónica de la lengua al no estar fijada en la escritura.

También podríamos destacar la importancia del principio de economía, es decir, la tendencia al menor esfuerzo, al tiempo que se consigue, la máxima eficacia. Es, en realidad, la búsqueda de un equilibrio entre diferentes fuerzas que actúan en la evolución de las lenguas: inercia, pereza articulatoria y memorística, pero, a la vez, necesidad de abarcar todos los ámbitos comunicativos.

Los rasgos más destacados que hemos podido percibir son léxicos y fonéticos, juntamente con algunas variedades en el paradigma verbal; elementos todos, propios de formas dialectales. Son más escasos en el nivel morfológico. Tienen su causa en pervivencias arcaicas, en la ruptura de la norma estándar, en la preeminencia del sistema sobre la norma o en fenómenos analógicos.

Variedades lingüísticas, por lo tanto, relacionadas con las características objetivas de los usuarios, es decir, mezcla de factores geográficos con históricos y socio-culturales.

Nuestro trabajo quiere ser descriptivo, sin hacer hacer valoraciones de carácter normativo.

La lengua española hace más leve el castigo de Babel. Juan Carlos I.

Wer fremde Sprachen nicht kennt, weiss nichts von seiner eigenem. Goethe. (Quien no conoce lenguas extranjeras, no sabe nada de la suya)

FENÓMENOS LINGÜÍSTICOS

Le peuple fait bien les langues. Il les fait imagées e clairs, vives et frappants. Si les savants les faisaient, elles seraient sourdes et lourdes. Anatole France.

1 NIVEL FÓNICO (fonológico-fonético)

Empezamos por describir aquellos cambios fonéticos generales constatados en nuestras observaciones. Son variados, como en otras zonas geográficas y sectores sociales semejantes. Se observan con frecuencia los relacionados con,

Adiciones de sonidos, como Prótesis, consistente en añadir un sonido al comienzo de la palabra, *aluego, *dir, *afusilar, *escomenzar.

Epéntesis, que se añade en el interior, *agullar, por aullar; *albarcas, por abarcas o *alcordar, por acordar.

Y Paragoge o agregación al final, *rede, *jabalín, por red, jabalí.

Supresiones o elisión de sonidos, como Aféresis o abolición de un sonido al principio de la palabra, *cenderas, por hacenderas; *bubilla, por abubilla; *onde/ande, por donde. Habitual también en la desaparición de la /d/ inicial en algunos verbos, *esmotar, por desmotar.

Síncopa o eliminación en el interior, *muchismo, por muchísimo; *mallar, por maullar o *alante por adelante.

Y Apócope o supresión al final, *paralís, por parálisis.

Transposiciones de sonidos, como la Metátesis o cambio de lugar de sonidos en el interior de una palabra, *aguilando, *corbetor, *corrusco o *adrento, por aguinaldo, cobertor, cuscurro o adentro. Aglutinaciones como *el arradio o *el amoto, por la radio, la moto.

O disimilacines y analogías a la vez, *piejo y su derivado *piejoso, frente a las normativas piojo y piojoso.

Cambios fonéticos en las vocales

Hay algunas peculiaridades en el comportamiento de las vocales que se apartan del castellano estándar; suficientes como para encontrar cierta singularidad en lugar tan reducido; compartida, sin duda, con otras zonas y con las variedades sociales propias de grupos humanos cuyo acceso a la cultura escrita fue escaso en el pasado.

Fonemas /a/ y /e/

Hemos constatado, aunque en personas muy mayores, la abertura de /e/ en /a/, en el diptongo ei: Así, *rai, por rey; *azaite, por aceite; *paine, por peine; *afaitar, por afeitar. Igualmente, se da el fenómeno contrario: /a/ tiende a cerrarse en /e/, *beile, por baile.

También /e/ protónica de según pasa a /i/: *sigún. Y la tendencia antihiática se manifiesta continuamente en la combinación ea, que da como resultado el diptongo ia: *linia, *peliar, *caldiar, en vez de línea, pelear, caldear. Al contrario, por ultracorrección, un diptongo se puede convertir en hiato: *cambear, por cambiar, que, además, lo conserva en casi todas las formas del verbo: *cambeo, *cambeas, *cambea…*cambee…

Se puede constatar el paso de /e/ a /o/ en el adjetivo *oncimero, frente a encimero.

La caída de /d/ intervocálica suele producir hiatos que se resuelven posteriormente en diptonos: de cedazos se pasa a *ceazos y después a *ciazos o de pedazo, *peazo, para dar *piazo.

Fonema /i/

Es frecuente en ciertos verbos de la tercera conjugación que /i/ protónica cambie en /e/, probablemente debido a analogía con desinencias de la segunda: *suberá, en vez de subirá; *parterá, por partirá.

Fonema /o/

El fonema /o/ protónico en formación de hiato suele cerrarse en /u/, de tal forma que se genera un diptongo creciente u homogéneo: de cohete, tenemos *cuete; de mohíno, *muino; de almohada, *almuada. O en otros casos, como *tuavía, en vez de todavía. Aparece también /o/ en la palabra *joventud, en vez de juventud; aunque en este caso, la razón hay que buscarla en la palabra primitiva joven, de donde deriva.

La caída de /d/ intervocálica en los participios de la primera conjugación -ado da como resultado una articulación intermedia entre /o/ y /u/. A veces, por ultracorrección aparece /d/: *tardido.

Corriente es la fluctuación vocálica en algunas palabras, con lo cual se llega a un verdadero polimorfismo: miaja/ mieja; taina/ teina; arial/ erial; amorcar/ amurcar; murionda/ morionda; pudrir/ podrir. Como lo es, la fluctuación de presencia o ausencia de diptongo en algunos verbos: frego/ friego; rego/ riego. Está constatada la presencia de palabras con el diptongo reducido: *preto, por prieto.

Cambios en las consonantes

Los aspectos consonánticos ofrecen más riqueza de detalles. Desde luego, se ha de considerar que la alternancia de dos o más formas en una misma palabra es una realidad a menudo comprobado. Esto refleja que la lengua de las sociedades rurales tradicionales, aisladas de los centros de cultura oficial, no está totalmente asimilada en una variante única y que problemas como la metátesis y el polimorfismo pueden ser normales incluso en zonas geográficas reducidas.

Fonema /b/

Si este fonema forma sílaba con el diptongo ue, suele cambiar en el fonema velar oclusivo /g/. Es un fenómeno extendido y comprensible, dado que ambos son oclusivos sonoros y /u/ es una vocal velar: de abuela, nos encontramos con *agüela; pero puede aparecer con otras vocales, *gomitar, por vomitar.

Fonema /g/

Contrariamente, el fonema velar oclusiva /g/, suele pasar al bilabial oclusiva /b/: así tenemos el uso de *abuja, *abujero o por aguja, agujero.

También aparece /g/ protética y epentética en contacto con /u/, por la misma causa anterior: *güerto, *agullar, por huerto y aullar. O la palabra *güeña, que en otros lugares se constata boheña.

Este fonema, velar oclusivo sonoro, intervocálico se suele realizar como velar sorda, con lo cual es frecuente ejemplos como *cocote, *amucas o *palancana, en vez de las normativas cogote, amugas o palangana.

Fonema /d/

Es quizá uno de los fonemas consonánticos más ricos. Cae a menudo en principio de palabra: *esprecio, *esmotar, *ende que, *ónde/ánde, por desprecio, desmotar, desde que, dónde. Desaparece en medio de palabra, especialmente entre vocales y cuando el vocablo es de uso frecuente. Así, tenemos *¡quihacer!, *piazo, *la casa’l tio…, por ¡qué ha de hacer!, pedazo, la casa del tio… Igualmente, como hemos dicho, desaparece en los participios masculinos de la primera conjugación y a veces en los femeninos, con lo cual éstos últimos se convierten en palabra aguda.

Desaparece también sistemáticamente como fonema dental oclusivo sonoro a final de palabra, para realizarse como interdental fricativo sordo /z/, *parez, *Madriz, *virtuz.

Fonemas /l/ y /r/

Estos dos fonemas se truecan con frecuencia cuando están en posición implosiva, lo que genera confusión entre los hablantes, a la hora de escribirlos. Se suele oír *almario, por armario; *alpar, por arpar; *arbañil, por albañil; *calcañal/ carcañal, por calcañar; *garvana, por galvana; *blincar, por brincar. O la convivencia de las dos formas, *arcajado/ alcajado, en vez del normativo ahorcajado.

Fonema /m/

Es frecuente su desaparición en la palabra tampoco, que, por lo tanto, oiremos *tapoco. También, ahora por equivalencia acústica, suele desplazar al de su próxima realización, el bilabial sonoro /b/: en vez de boñiga y boñigo, encontramos *moñiga y *moñigo.

Otros problemas de las consonantes

A veces, hay confusión en los fonemas fricativos /f/ y /z/, por asimilación de uno de ellos a otro, *Feferino, por Ceferino; *picia, por pifia.

Hay también varias palabras cuyo primer fonema suele tener dos realizaciones diferentes. Son restos petrificados que han permanecido debido a influencias antiguas, que no es el momento de estudiar. Nos encontramos, por ejemplo, con jabino y sabino, para el mismo árbol; seta y jeta; choto y joto; chirle, sirle, jirle, todos referentes al estiércol de las ovejas. Los tres fonemas (alveolar fricativo, palatal africado y velar fricativo) proceden históricamente del mismo.

Igual fenómeno ocurre con tres palabras que, de una, da estas variantes: capazo, capacho y cabás.

Otras veces, se da un acentuado proceso de reducción vocálica o consonántica, a causa de la frecuencia de su uso: *¡mecamenié!, por me cago en diez; *páece, *pae, por parece; *mae, *pae, por madre, padre; *¡puái!, en vez de por ahí.

En las palabras diarrea y chimenea se suele intercalar el fonema /r/, por analogía con palabras como carretera, carrera o ventolera, con lo cual oiremos *diarrera y *chimenera.

Fonética sintáctica

Se constatan asimilaciones resultantes de la fusión por contacto de los fonemas /r/ y /n/ finales de una palabra, con el mismo inicial del artículo o del pronombre personal: nl > l.l; nn > n; rl > l. Ejemplos: *col.lostros, por con los otros; *polo visto, en vez de por lo visto; *pal…, para el … *conosotros, por con nosotros. Hay otros fenómenos del tipo decá cuatro años, por de acá a cuatro años; o la reducción de la forma yo del pronombre, en oraciones interrogativas directas, pospuesto al verbo, ¿Qué sé *o?. Es familiar la reducción de la palabra casa a *cal, en expresisones del tipo Voy a casa del tio Remigio, que se convierte en *voy en ca’l tio Remigio.

Elementos suprasegmentales

Se constanta asimismo el cambio de posición del acento en algunas palabras, generalmente cuando van dos vocales juntas; el acento se desplaza de una a otra: *máestro, *périto, *áhi, *cáido, *cambéo, *l’áuna, la una.

La línea de entonación es muy marcada, especialmente en las oraciones interrogativas directas: *¿ánde vaaas?. Como se dice, en contrarrima: *¿ánde vaaas?/ a Valdefrás.*¿de ánde vienes?/ de Valdegalindo.

2 NIVEL MORFOSINTÁCTICO (morfológico y sintáctico)

Le langage est notre corps et notre air, notre monde et notre pensée, notre perception et notre inconscient même. Sollers.

A) Unidades morfológicas

Aparece con regularidad el diminutivo en -ejo, que alterna, por supuesto, con el resto de las formas: portal-ejo (por antonomasia, el de la Iglesia), cach-ejo, call-eja, cochin-ejo.

Igualmente, los adjetivos acabados en -ondo, relativos al celo en que se encuentra un animal y que se derivan del sustantivo: de toro, torionda; de bote, botionda; de mureco, murionda o morionda.

B) Categorías morfológico-gramaticales

a) Pronombre personal

Era común, ya casi desaparecida, la forma usted del pronombre personal de segunda persona, en vez de tú, para dirigirse a los padres, tíos y abuelos: «llamar de usted». Y común es la sustitución de la forma pronominal plural de segunda persona os por *sus, tanto cuando su función sintáctica es la de Complemento Directo *sus he visto; como Indirecto *sus digo que vengáis; o cuando va proclítico al verbo, *acordarsus, u otras, *¿cuándo sus vais?. Son dos fenómenos diferentes, por supuesto. Si el primero se puede entender por causas histórico-sociales, culturales y hasta éticas, el segundo es una simple transgresión del código.

Están igualmente extendidos los fenómenos de Laísmo, Leísmo y Loísmo, como ocurre en gran parte de esta zona de Castilla. La flexión de caso latina ha desaparecido en castellano, salvo en el pronombre personal. Ahora sólo distinguimos género, con lo cual, estas tres formas tienden a ocupar los campos propios de su género respectivo; así, la forma la, tiende a referirse tanto a complemento directo como indirecto femenino; la forma le, al masculino y la forma lo, para lo genérico, pero también para el masculino, por lo cual mantiene una pugna con le. El laísmo es total, el leísmo parcial y el loísmo restringido a la forma plural. Por eso, oiremos construcciones como, *los dije que vinieran, *las dije que vinieran, ¿has colgado el cuadro?, sí, ya *le he colgado.

b) Flexión y conjugación verbal

Primera conjugación

En algunos verbos en los que el lexema acaba en «i» y se forma, por lo tanto, diptongo con la vocal temática «a», se abre dicha vocal en «e», formando un hiato: de cambiar, tenemos *cambe-ar. No sólo en el infinitivo, sino también en las formas personales, como hemos dicho antes: *cambeo, *cambeas, *cambea…

Segunda conjugación

En algunos verbos con lexema monosílabo acabado en «a» o «e», el pretérito imperfecto de indicativo sigue el modelo de la primera conjugación, en -aba y no en -ía, al mismo tiempo que el acento queda desplazado. Este mismo fenómeno se da, al parecer, en algunas zonas de Andalucía. De traer, tenemos *tráiba, *tráibas, *tráiba, *tráibamos, *tráibais, *tráiban; de caer, *cáiba, *cáibas, *cáiba, *cáibamos, *cáibais, *cáiban.

Aquellos verbos de la segunda que llevan el infijo incoativo -ec- entre el lexema y la vocal temática, como anoch-ec-er, flor-ec-er, oscur-ec-er, aman-ec-er, sonorizan en «g», la adición de la velar sorda «k», en el presente de indicativo y subjuntivo: *amanezGa, *anochezGa, en vez de amanezCa y anochezCa.

En esta conjugación, es también frecuente la reducción del diptongo -éis, de la segunda persona en -ís, por analogía con las formas de la tercera. Se oye más *temís, que teméis.

Tercera conjugación

El verbo ir aparece con frecuencia precedido de una «d» protética: *dir, que se extiende hasta el gerundio, *diendo.

Irregularidades verbales

Hay una serie de verbos que no forman el gerundio a partir del lexema de infinitivo, sino a partir de la forma del pretérito perfecto simple: se encuentran formas como *hubiendo, de haber; *quisiendo, de querer; *tuviendo, de tener; *hiciendo, de hacer, en vez de habiendo, queriendo, teniendo y haciendo. Igualmente, de leer aparece la forma *leendo, por la normativa leyendo.

En el futuro imperfecto de querer, aparece *quedré, por querré, forma que pasa al condicional, *quedría, por querría.

Otros aspectos

La segunda persona del plural del futuro imperfecto abre la -e- en -a-. así, nos encontramos con *amarÁis, *temerÁis, *serÁis, *partirÁis, sustituyendo a amaréis, temeréis, seréis y partiréis.

Pérdida de consonante intervocálica en verbos de uso habitual: *tiés, frente a tienes, *viés frente a viene. O parece, que da formas de enorme reducción como *páece, *páe, en construcciones del tipo *páece /páe que vendrá Luis.

También se ha constatado en personas muy mayores formas del imperativo como *vení, cantai.

c) Adverbio

Son de uso común los deícticos de lugar, *aquínesto, áhineso, cerquitas, *ribotas, Juan está allá ribotas. De las dos primeras, destacar la fusión de adverbio y pronombre demostrativo, dado que ambos indican proximidad o lejanía al emisor: aquí/ esto, ahí/ eso. De las dos segundas, la aparición de la /s/ final y el sufijo apreciativo.

En los deícticos de tiempo, perviven formas arcaicas como *antier, *enantes, *endenantes. La forma adverbial de tiempo dentro de, se suele sustituir por la forma apocopada *decá; por ejemplo, decá cuatro años lo veremos.

Y existe como sinónimo de menos, *sacante/ secante: vinieron todos *sacante Luis. Así como el de afirmación *¡equiricual!, equivalente a sí.

La forma adverbial apocopada muy, que marca la intensidad de un adjetivo o de otro adverbio, se apocopa, aún más, en *mu, mu grande, en vez de muy grande. Otras veces es sustituida por MUCHO, la casa es *mucho grande, por la casa es muy grande.

Se registran locuciones adverbiales de uso frecuente: al remate, al final; cuanto antes, por pronto; de aquellas cosas, por quizá; bien d’ello, por mucho; *¡quiadehacer!,/ ¡quihacer!, por sí; antes de con antes, por rápidamente.

Muy extendido bien, en función adverbial de cantidad, la casa es bien alta.

d) Preposición

Sustitución frecuente de la preposición en (lugar donde se está) por a (dirección), o al revés: voy en cal fulano.

La preposición de se pierde a veces: un kilo yeros, la casa’l cura.

La locución preposicional en vez de, aparece sustituida por otra, *entigual de, junto a la variante *en igual de, donde la primera forma ha tomado la /t/ eufónica.

e) Interjección

¡áhiva/ ahivá! indica sorpresa. Incluso puede funcionar como verbo en imperativo, ¡áhiva de áhi!

Son corrientes las construcciones partitivas del tipo bien de ello, qué de: qué de garbanzos que tiene, donde el «qué», añade, además, un matiz cuantitativo. Una porción DE, equivale a «mucho».

3 NIVEL LÉXICO-SEMÁNTICO

La langue est donc pour ainsi dire, l’espace social des idées. Gabriel Tarde.

There is no element whatever of man’s consciousness which has not something corresponding to it in the word. Peirce.

a) Palabra

Tal como hemos dicho, presencia de arcaísmos, como *mesmo, *enantes, *endenantes, *antier, *ivierno, *naide. Igualmente, la construcción En más gerundio…En acabando esta tierra, nos iremos a merendar.

b) Nivel léxico

Muy frecuente, lo que desde una perspectiva de valoración se ha definido como vulgarismos. Sólo presentamos salgún caso, ya que de muchos se ha ido hablando a lo largo de este trabajo. Son comunes, los producidos por caída de la»d» intervocálica, a los que se les añade a veces un cierre de vocal: *entuavía. Otros como *sin encambio, por analogía con sin embargo; *entigual de, por en vez de.

c) Diccionario del sustantivo

Aguada. f. Rocío.

Aguantaderas. f. Paciencia.

Aguilando. m. Aguinaldo.

Algarazo. m. Granizada poco intensa, pero que llega súbitamente.

Andado. m. Alnado. Hijastro.

Ansias. f. pl. Vómitos, arcadas.

Baile san Vito. m. Corea. Movimiento involuntario de todo el cuerpo.

Bamba, poner o estar en. f. Poner o estar en hueco una cosa.

Bardera. f. Barda. Cubierta de paja o ramas delgadas que se hace sobre una pared generalmente de adobe, para protegerla de la lluvia.

Botillo. m. Bota de vino.

Cabás. m. Cartera de madera en que los niños llevaban los libros a la escuela.

Cachivache. m. Chozo pequeño construido para un perro.

Cagalera. f. Diarrea.

Calabartazo. m. Golpe, trompazo.

Cenderas/ regueras. f. pl. Hacenderas; trabajo comunal hecho por todos los vecinos.

Cerca. f. Finca cerrada con pared.

Cerquillo. m. Finca de pequeña extensión, cerrada con pared.

Caz. m. Río artificial, desviado del natural para regar o moler.

Cieno/ ciemo. m. Basura para abonar.

Cinquería. La Cinquería, ya lo hemos explicado otras veces, era el censo enfitéutico que se pagaba por todo el antiguo término de Sotocarros, mitad por mitad, al marqués de Villena, luego al conde de Montijo, y a la iglesia de San Juan de Ayllón. Sustantivo derivado de cinco, porque tal era el número de las personas encargadas desde antiguo por Concejo para hacer el repartimiento y recaudación entre los vecinos.

Colilla: f. Nombre de uso cotidiano para el órgano sexual masculino.

Colín. m. As de bastos.

Comparanza. m. Comparación.

Confite, confitero. m. Caramelo.

Cuartilla, pagar la. f. Era la prueba de «iniciación» para pasar de chico a mozo. Entre los dieciséis o diecisiete años, se pagaba la cuartilla: se compraba una cantidad de vino para todos los mozos del pueblo y se hacía una fiesta. El chico pasaba de estado. Pagaba la cuartilla también el mozo de otro pueblo que se casaba con una moza de Las Cuevas; era una condición necesaria.

Culebrina. m. Rayo, relámpago.

Cunacho. m. Cesto de dos asas que utilizaban los molineros para echar el grano a la torva, tolva, del molino.

Chache. m. Hermano, dicho y referido a cuando se es niño.

Chepa. f. Joroba, corcova.

Empellón. m. Empujón.

Farolilla. f. Linterna.

Fato. m. Capacidad de anticipar una cosa, animales o personas.

Galán. m. Chico, dicho con cierta intención aduladora y cariñosa.

Galvana. m. Pereza.

Gargavero. m. Garganta.

Hormaza. f. Elevación de tierra sujeta con una pared.

Hueva. f. As de oros.

Hule. m. Tapete.

Jarca. f. Grupo de gente.

Jarcia. f. Grupo de niños. También grupo de gente de la misma familia, llamado así en sentido negativo.

Jeta. f. Órgano sexual femenino.

Jícara. f. Aislantes de los hilos de la luz en los postes de madera del tendido eléctrico. Forma de taza, vuelta hacia abajo,

Lamparón. m. Mancha en la ropa.

Lumbre. f. Voz universal del fuego de la chimenea.

Mamola. f. Barbilla, mentón.

Materia. f. Pus.

Medros. m. pl. Granos que salen a los niños y que son entendidos como síntoma de buena salud.

Mojicón. m. Golpe, sopapo.

Movición. f. Aborto.

Patón. m. Casco, terminación de la pata de las caballerías.

Personal. m. Gente.

Portillo. m. Trozo de pared que se cae al suelo.

Postilla. f. Costra seca de una herida.

Raigón. m. Raíz del diente o resto que queda del mismo, cuando se cae.

Requijada. f. Ribera del río.

Robla. f. Alboroque. Cantidad que se pagaba sobre el precio fijado en un trato, para hacer un pequeño convite, como muestra del acuerdo. Se nos ha contado que más de un negocio se deshizo por no ponerse de acuerdo en cuál de las dos partes pagaba la robla.

Testarazo. m. Golpe fuerte y doloroso.

Tete. m. Ombligo.

Tio. Así, monosílaba tónica. Una de las más usadas, familiares, habituales y características. A cualquier señor casado se le pone delante de su nombre: el tio Pablo, el tio Manuel… Era la forma de relación equivalente a señor, aunque ésta estaba reservada a personas de más categoría social. El don, para las autoridades de carrera, médico, maestro, cura. También significa padrastro, pero en este caso con acento sobre la /i/.

Tiricia. f. Deformación de ictericia. Movimiento involuntario de un solo miembro.

Tollina/ panadera/ somanta/ tunda. f. Paliza.

Trabilla: f. Zancadilla.

Turtón. m. Golpe en un cántaro, botijo o botija.

Vardascazo. m. Verdascazo. Golpes dados con el vardasco.

Vardasco. m. Verdasco. Vara delgada y flexible.

Zatico. m. Pedazo.

d) Diccionario del adjetivo

Aguarón. Que vale poco, física y espiritualmente.

Calamocano. Ligeramente borracho.

Cerilo. Pobre de espíritu.

Comalío. Persona muy delgada y amarillenta. También se refiere a animales, especialmente a ovejas.

Diego. Atontado, que no se entera de nada.

Guto. Chismoso, entrometido, fisgón, interesado.

Haragán. Desaliñado.

Lombardo. Bobo, atontado.

Lurdo. Lerdo, torpe.

Meticón. Metomentodo, entrometido.

Mocho. Carente de algo. Animal mocho es animal sin cuernos. Trigo mocho es el que no tiene raspa.

Mondonguero. El que estando siempre en todas partes, presta ayuda sin pedirla.

Morugo. Tozudo, terco, obstinado.

Mostrenco. De mal carácter, altivo, despreciativo.

Muino. Mohíno. Disgustado rencorosamente.

Oncimero. Encimero. Muy frecuente, junto con su antónimo bajero: sábana oncimera, la gavilla oncimera, el haz bajero…

Seco. Delgado.

Zalamero. Adulador.

Zarrias/ zarrioso. Desaliñado, sucio, descuidado.

Zonzo. Insulso, soso.

e) Diccionario del verbo

Agarbarse. Pron. Acurrucarse, esconderse por tener miedo.

Alcajar. Intr y pron. Ahorcajar. Montar en una caballería con una pierna a cada lado.

Algarazar. Intr. Caer granizo y hacer ventisca en marzo.

Amolar/se. Tr. e Intr. Fastidiar/se; ¡no te amuela!

Arregostarse. Pron. Acostumbrarse.

Arrorrarse. Pron. Quedarse adormilado en cualquier lugar.

Atestarse. Tr. y Pron. Hartarse de algo.

Atrancarse. Pron. Llegar de improviso.

Aventar. Tr. Espantar.

Aviar. Tr. Preparar una cosa. Terminar de hacer algo.

Bizmar. Tr. Poner emplastos fijados con tablillas en la pata tronzada de un animal.

Catar. Tr. Probar, en el sentido de comer algo. Se emplea más en forma negativa: ni lo he catado.

Coger. Tr. En animales, cubrir.

Chaparrear. Intr. Llover intensamente.

Chiflar. Tr. e Intr. Silbar.

Chingar. Tr. Realizar el acto sexual.

Dimutar. Tr. Poner nervioso. Disgustar enormemente.

Encentar. Tr. Empezar, especialmente una hogaza de pan, un chorizo, etc.

Engatusar. Tr. Convencer, engañar.

Esmotar. Tr. Desmotar. Sacar las alubias o garbanzos de la vaina.

Espantarse. Pron. Asustarse los animales de algo.

Estomagar. Tr. Disgustar, atravesar una cosa.

Gutear. Intr. Husmear, curiosear.

Jarrear. Intr. Llover a jarros, copiosamente.

Jurar. Intr. Blasfemar.

Maladar. Tr. e Intr. Estropear.

Medrar. Intr. Subir bien de salud un niño.

Ofender. Tr. Deslumbrar el sol.

Pingar. Tr. Recoger en un montón la parva extendida en la era. También admite el significado de levantar una cosa: pingar el mayo o pingar el codo.

Recalarse. Pron. Repasarse un líquido en una vasija de tierra o cuero.

Renegar. Tr. Regañar, reñir.

Ronchar. Tr. Crujir algo en la boca.

Sollar. Tr. Desollar. Quitar la piel a un animal.

Somarrar. Tr. Pegarse o quemarse la comida.

Sorrascar. Remover para que se deshagan las ascuas.

Trompicar. Intr. Tropezar.

Troncharse. Pron. Romperse una rama.

Tronzarse. Tr. Romperse alguien una pierna o un animal, una pata.

Vagar. Intr. Tener tiempo de hacer algo. Siempre se usa en forma impersonal. No me vaga/ cuando me vague, cuando tenga tiempo.

Zaticar. Tr. Partir leña o pan.

Tener que hacer. Hacer tiene significado léxico pleno en esta perífrasis, como sinónimo de trabajar.

f) Locuciones

Biendello. Mucho.

¡Calla, carcaseno!. ¡Calla, atontado!

Dar guerra. Portarse muy mal.

Del ti portó. Entonces es cuando ya…En el contexto de una interpolación.

Dios mediante. Si Dios quiere.

Eso es otro toque, tio Roque. Eso es cosa otra cosa.

¡Estar más tonto que Abundio!. Tonto de remate.

Estar para Bunviejo. Cerca de la muerte. Bunviejo es un paraje alejado del pueblo que servía de cementerio de animales.

No fundir queja. Sin rechistar.

Hacer ciringoncias. Hacer gestos sin sentido.

Hacer harto. Hacer algo en exceso.

Ir a coger manzanilla. Salir al campo una pareja con intenciones amorosas.

Ir a tirar el pantalón. Hacer las necesidades.

Ir en blanqueta. Ir en mangas de camisa.

Irse a los trigos. Ser infiel.

Más mierda que cera bendita/ más mierda que el palo un gallinero. ¡Interplétala, lector paciente!

¡Menaya tú, él…!. ¡Dichoso tú, él…!

Meter un brazo por una manga. Amenaza amable a los niños.

Ni Dios que lo crió. No, en absoluto.

No oírse la gracia. No decir nada.

No tener ni lo negro de una uña. No tener nada.

No tener (no sacar) sustancia ninguna. Ser un insulso.

No me vengas con tío pásame el río. No me vengas con historias.

Pasar más miedo que el Formedio en los Calares. Estar atemorizado.

Ponerse el tete azul. Suele decirse, bromeando, a mujeres y niños cuando han bebido un poco de alcohol.

Ponerse hecho un basilisco. Enfurecerse.

Ponerse como el chico del esquilador. Hartarse de comer.

Sacar los ojos a alguien. Aprovecharse de alguien.

Ser como Juan y Manuela. No enterarse de nada.

Ser un cocinilla. Se dice del hombre que fisgonea e intenta ayudar en las tareas de la casa. La expresión tiene cierto matiz despectivo, porque en las sociedades tradicionales las labores domésticas estaban reservadas a la mujer y no se entendía que el hombre participara en ellas.

Tener mal gabán. Estar perezoso, tener mal cuerpo

¡Y no mal!. ¡Qué más quisieras tú!, ¡Porque tú lo digas!

¡Va tutú!. ¡Anda ya!, ¡No hombre, no!, ¡Qué más quisieras!…

Cabreos

¡Me cago en la burra el Sordo!

¡Me cago en la levadura!

¡Me cago en el Cura Merino!

¡Hijundemonio!, ¡Hijundemóngano!

¡La madre que te ha cagado!

¡Ojalá te coma la mano un cochino!

Eufemísticos

¡Coino!, eufemismo de ¡coño!, especialmente dicho por mujeres.

¡Moler!, eufemismo de ¡Joder!

¡Amolar! ¡Nos ha amolado!

¡No me toques los nares!

CAMPOS LÉXICO-CONCEPTUALES

Le langage reproduit le monde, mais en le soumettant à son organisation prope. Benveniste.

Cada sociedad divide la realidad en la que vive en parcelas y matices diferentes, para captarla mejor. Al parcelarla, la nombra, porque sólo con la palabra la puede controlar, puede facilitar su estado en el mundo. Cuando esa realidad desaparece o se transforma, la lengua también lo hace. Por eso, gran parte del léxico que presentamos ya no se utiliza en las sociedades industriales actuales. El lenguaje humano es un instrumento de comunicación; como todo instrumento, al dejar de ser necesario, pasa a los museos o al recuerdo.

Los campos más ricos, desde el punto de vista léxico, en una sociedad rural tradicional, son el mundo del trabajo, que es el del sustento (ganadería, agricultura y naturaleza), por una parte; por otra, el mundo doméstico.

GANADOS

En las sociedades agrícolas, un animal es un instrumento de trabajo. Como a tal se le utiliza y se le aprecia. Vive en la misma casa que el hombre, en una habitación más, la cuadra. En nuestro pueblo, situada en la parte baja de la casa, albergaba machos, burros, vacas, cerdos y gallinas. Cada uno en su zona respectiva. Los olores, de los que muchos hoy denostarían como algo inhumano, formaban parte de la vida diaria. En invierno, incluso el calor de tanto ser se extendía a las salas altas del edificio. Dos grandes grupos de ganado había, en función de la edad y de sus condiciones para el trabajo: el ganado cerril, el joven, y el ganado domado, el preparado ya por el hombre para las tareas. En los ovinos, está el ganado horro, todo el que durante un año no pare: ovejas exentas, machorras, carneros y corderas jóvenes.

Por una parte, el ganado del trabajo, vacas, burros y machos; por otra, la ganadería, que proporciona ingresos, ovejas, cabras y vacas. El nombre de caballería se refiere a cualquier animal équido doméstico de carga y trabajo.

No sólo vivían en sus lugares, cuadras, sino que también tenían sus propios platos, pesebres. De los animales, de todos, se aprovechaba hasta sus basuras, que, de vez en cuando, eran sacadas al campo y amontonadas en lugares apropiados, los muladares. Y bebían en lugares expresamente acondicionados para ellos, las pozas, situadas en los arrabales del pueblo, camino de la Iglesia. El potro era un artefacto de madera para sujetarlos cuando se resistían a ser herrados o curados de algún problema en patas u otras zonas del cuerpo. El de Las Cuevas, desgraciadamente, desapareció. Animales y personas tenían una relación mutua casi familiar, y al grito de ¡Arre!, ¡Sooo! o ¡Ría, huesque!, aquéllos reaccionaban.

Ovejas/ cabras

En porciones de ganado, se distingue el rebaño, quinientas ovejas o más; la piara, de cuarenta a cien; el atajo, más pequeño que la piara; el hato, más pequeño que el atajo y la punta, un grupo de ovejas que destaca del rebaño.

La clasificación por edad es muy precisa: cordera, menos de un año; borrega, menor de dos años; borra, dos años; primala, entre dos y tres; andosca, tres años; reandosca, trasandosca, algo más de cuatro; igualada, que ha echado los últimos dientes; vieja. Carnero, ganado macho, para carne. Mureco, semental.

También la denominación por rasgos: mocho, sin cuernos; machorra, oveja estéril; artuña, aquella oveja a la que se le muere el cordero y se le va la leche; ciclán, cordero que nace sin testículos; berrón, el que sólo tiene uno; morionda, oveja en celo; rebisca, oveja con pintas negras en la cara; comalía, muy delgada y enferma.

En cuanto a los lugares de refugio, encontramos la tenada o majada, edificación donde se guardan las ovejas; el chozo, construcción para guarecerse los pastores o el vaquero y el choril, pequeño espacio hecho con una talanquera, en el que se mete la oveja para que acepte un cordero que no es el suyo.

Pero las ovejas también se ahítan, se empachan por comer rápidamente grano, por lo que dan pequeños saltos por el dolor; carean, comen con tranquilidad por el campo; se azagan, se quedan algunas solas detrás del rebaño; se amorran, en las horas de gran sol de verano, se juntan unas a otras y permanecen quietas en el campo con la cabeza gacha, para evitar así el calor; despuntan, comen cualquier mies; aturtan, embisten, igual que el murueco; se amurecen, se ponen en celo; son cogidas o tomadas, cubiertas por el murueco; se las ahija, se les lleva el cordero, para que mame; se las empega, se las señala con pez o se espurrian, se van de diarrea.

Y con las ovejas, desde tiempo inmemorial, el pastor; siempre con su garrota o garrote, zurrón y colodra, cuerno que llevaban para el agua los pastores y labradores. Cuando segaban hierba con el dalle, lo llevaban colgado en el cinto para mojar la piedra de afilar.

Pero hay más: la raidera/reidera, es la secundina, esto es, placenta y sus membranas; el salegar, lugar de piedras planas donde se les da sal; la talanquera, armazón de tablas que tapa la parte inferior de una puerta; la canal, donde se les da la comida; las cagarrutas, excremento rico como abono, igual que el sirle/ sigle/ jigle, que es toda la basura sacada de la tenada. Y el esquileo, ¡que día de gran fiesta, aquél en el que se esquila el ganado! Con sus vellones, piezas enteras de la lana una vez esquilada y recogida. La borra, los peores trozos de la lana; con ellos se hacían antes los colchones. La mugre, grasa de esa lana. Después, marcar las ovejas con el aparato llamado empegue, que era la primera letra del nombre del propietario, metido en la pez muy calentada. La pellenca, piel de cordero. O la enfermedad ovina, llamada aquí malilla. Y la babatela, esa gran bolsa que sale en el cuello a las ovejas o vacas enfermas.

Usábase en estas tierras la cabra como compañera vigilante de la oveja en los rebaños. De todas formas, había un buen hato también de estos animales, con su cabrero y todo. Ajustado éste por un tanto, cada vecino echaba las suyas al grupo. Todas salían a pelar y esmochar zarzas y otros arbustos. Siempre vigiladas por el bote, macho cabrío. La cabra en celo, embotecida o botionda, era la esperanza de tener pronto un chivillo, que, convertido en chivo, estaba listo para venderse como animal de carne.

Vacas

Las vacas y bueyes fueron siempre el instrumento básico del trabajo. La llegada del mulo es reciente. Aquéllas daban fuerza, éstos añadían rapidez. Si hemos de dar crédito a los datos de amillaramientos de la segunda mitad del siglo pasado, los machos, como fuerza de trabajo, llegaron a nuestro pueblo a finales del siglo XIX. La vaca, no sólo se usaba para labrar, también proporcionaba ingresos económicos con sus crías, los chotos, hijos jóvenes, sobraños, choto de un año o ternascos, crías de más de un año. Todo se aprovechaba de estos animales, incluso las moñigas, boñigas, sus excrementos, que eran rematados cada año y se iban a buscar a la dehesa de Valdepeñas y sextiles para utilizarlos como abono. Todo estaba muy organizado: en el toril se encerraba el toro semental; había uno para todo el pueblo y era de propiedad municipal; como ir de adra, el turno de cada propietario para arrear vacas a la dehesa, donde las guardaba el vaquero, protegido con su buena porra o cayado. Y, ¡quién no recuerda los calostros!, primera leche de un animal que acaba de parir, tan dulce y apreciada. O su amurcar, embestir a alguien una vaca o toro. Todos sabían lo que significaba entorecer, ponerse en celo; o estar torionda, vaca en celo.

Tanto en ovejas, murecos, como en cabras y vacas, e incluso en los burros de los molineros, nunca faltaban, ni faltan, los buenos instrumentos musicales colgados en sus pescuezos. Anuncian dónde se está y alegran el campo con su sonido: Cencerros, changarros, esquilas, zumbos, campanillas. En ellos, no debe faltar un buen badajo.

Équidos

Burros, machos o mulas, de todo había hasta hace veinte años. Con sus boches, crías de la burra; pollinos, crías de burra, de más de un año. Como yeguatos, machos de yegua o romos, burdéganos, machos de burra. Sus patones, cascos de caballería. ¡Tantas mataduras!, esas heridas producidas por los aparejos. Las paradas, lugares donde se llevaba a cubrir la burra. ¡Cómo respingaban por el campo!, como síntoma de bienestar. Otras veces, se arrengaban, derrengaban, se caían de las patas de atrás. Las calles llenas de moñigos, sus excrementos, utilizados como abono y otras cosas. Muino, mohíno, macho o burro con el morro totalmente negro.

Gallinas

La clueca, que está empollando; el nidal, de rama delgada de mimbre, colgado en la pared del gallinero, donde cada día pone su huevo; el huevo huero o improductivo; la gallizana o excremento: todo cotidiano en aquella economía familiar. Y el aguarón, ¡qué nombre para el pollito alumbrado enclenque y alfeñique! Como aguarón es cualquier animal que al nacer vale menos que sus hermanos.

Diccionario de animales

Abanto. m. Buitre.

Alicáncano. m. Piojo.

Caparra. f. Garrapata.

Colorín. m. Jilguero.

Cortacolas. m. Tijereta.

Culebra. f. Serpiente.

Escuerzo. m. Sapo.

Gorgojo. m. Parásito del trigo.

Gurriato. m. Gorrión.

Ladilla. f. Parásito de las partes velludas.

Mochuelo. m. Cualquier búho.

Murgaño. m. Musgaño.

Picante. m. Pájaro carpintero.

Picaraza. f. Urraca.

Pichón. m. Cría de paloma.

Regaltena. f. Lagartija.

Regalto. m. Lagarto.

Torca. f. Paloma torcaz.

Tordo. m. Estornino.

Gallinaza. Excrementos de las gallinas.

Pájaro en chichotas. El que acaba de salir del huevo.

Pájaro en cañamones. El que ya tiene primer plumón.

Palomina. f. Excrementos de las palomas.

¡Tuso!. Voz de echar al perro.

LABRANZA

El término, como dijimos en el número anterior, se dividía en dos añadas, aproximadamente mitad y mitad de lo cultivable. De esta forma, se dejaba descansar la tierra y la ganadería disponía de pasto. Pero en la añada que tocaba no todo se cultivaba, debido a la orografía; además, los sistemas de propiedad y la calidad de la tierra condicionaban las formas de cultivo. Por eso, nos podemos encontrar con cirates, trozo de tierra sin labrar por ser muy accidentada o porque servía de línea divisoria; liegos, pedazos temporalmente no labrados; una tierra puede estar liega por ausencia o muerte del propietario; arial/ erial, trozo sin labrar, porque no tiene condiciones suficientes de producción; baldíos, grandes extensiones improductivas; barbechos, lo que no se cultiva y se deja para pasto de animales. El rasgo es una franja de la mojonera de un término municipal, en la que pueden pastar los del pueblo contiguo por tener fincas en aquél.

Acciones

Abeldar. Tr. Separar el grano de la paja.

Acarrear, Tr. Transportar la mies de la tierra a la era.

Acribar. Tr. Cribar. Pasar el grano por la criba para limpiarlo de impurezas.

Agranzar. Tr. Trillar las granzas.

Aguzar. Tr. Sacar punta a la reja.

Alzar. Tr. Primera arada de los campos cultivados el año anterior, después de recogida la cosecha.

Aparejar. Tr. Preparar al animal para el trabajo.

Arar. Tr. Verbo de carácter genérico; preparar la tierra con el arado para ser sembrada.

Arroturar. Tr. Roturar. Arar un campo barbecho, que se quiere sembrar por vez primera.

Binar. Tr. Una segunda operación, después de alzar.

Escardar. Tr. Cortar los cardos jóvenes, en el mes de mayo, para realizar la siega sin problemas.

Estorronar. Tr. Desterronar. Deshacer los terrones.

Rejarcar. Tr. Arrejacar. Arar superficialmente sobre la base del surco, cuando la mies está crecida, con el fin de quitar las malas hierbas.

Segar. Tr. Cortar la mies, una vez seca y madura.

Sembrar. Tr. Esparcir semillas en una tierra preparada, para que germinen.

Terciar. Tr. Una tercera operación después de binar, necesaria en algunas tierras.

Trillar. Tr. Triturar la mies en la era.

Arado- yugo

He aquí uno de los instrumentos clave de la historia del hombre. El utilizado es el arado romano, perteneciente a la variedad de arados «cama» o castellano, de cama curva, reja lanceolada y timón simple. No obstante la clasificación, se pueden observar variedades accidentales con otras zonas de Castilla. En el pueblo no se fabricaba. De la parte de Cantalojas y Atienza, traían los dos tipos usados: el de madera y el de hierro, éste más moderno. En aquél, a excepción de las velortas todos sus elementos eran de madera. Es un instrumento articulado totalmente: la pieza más larga se llama timón, en cuya parte delantera lleva tres o cuatro agujeros, los clavijeros, donde se recogía la labija o clavija, que queda metida en el barzón del yugo. En su parte final lleva clavado un material metálico o de goma, la rastra, para proteger la madera en el arrastre por los caminos. El timón se une a la cama con unos aros metálicos, llamados velortas, sujetos a la madera con las hitas. La cama es ligeramente curva, con igual anchura por arriba que por abajo, en el tipo usado en nuestro pueblo; como en ella recae gran parte de la fuerza, se utilizaba madera dura, sobre todo de encina, como el resto de las piezas; no así para el timón, que era de chopo. Si la esteva atraviesa la cama de atrás adelante, el dental la perfora de delante atrás. En su parte central lleva una ranura en la que se introduce el rabo de la reja, que se fija mediante una cuña, llamada pezcuño. La punta delantera de la reja sobresale del dental y es la que penetra en la tierra, para labrar. Ésta puede ser aguzada o esclopiada. La telera sirve para que el arado no se doble; es una tira fuerte de hierro que une dental y cama. Las dos orejeras se sitúan de forma oblicua por ambos lados del dental; abren el surco. Las del arado de rejarcar eran más pequeñas que las habituales.

«Arata iugo referunt suspensa iuvencae». Virgilio.

Aquellos jóvenes menores de treinta años tendrían dificultad en saber la mecánica del aparejo para labrar; por eso, haremos una descripción sencilla e, intentaremos, didáctica. Se empezaba por preparar la parte motor. Ésta era siempre animal: dos bueyes o dos vacas; más modernamente, dos machos, dos burros o mixto de vaca y burro. En función de estas combinaciones, algunos aparejos cambian. Lo primero que se hacía, era unir a los animales, de tal forma que no se separaran y entre los dos repartieran la fuerza necesaria. Esta operación se denomina uncir o yuncir. Se yuncían, con el yugo, fuerte intrumento de madera de encina que unía a los vacunos por la testuz, nuca y cuernos y a los équidos por el cuello. Los yugos utilizados en nuestro pueblo procedían de la parte de Atienza; que sepamos, hay por lo menos cuatro clases: De vacuno

De macho/ burro

Mixto, llamado de buey y bestia

De rejarcar.

ste era más largo y podía llevar dos arados, ya que exigía menos esfuerzo por parte del labrador, al necesitar profundizar menos en la tierra. El de bueyes consta de una sola pieza, con dos ligeras ondulaciones que se apoya sobre la testuz, llamadas camellas. Los de mulos unen a la pieza principal, cuatro palos perpendiculares en los extremos, las costillas, en los que se mete el cuello del animal. Es evidente que deben ir muy bien sujetos al animal, dada la fuerza que soportan y, al mismo tiempo, conseguir hacerle el mínimo daño posible. A los cuernos del buey o vaca se ataba con las coyundas, al tiempo que de su frente colgaban unos adornos, llamados frontiles; porque la estética también contaba. El de los machos y burros no se apoya directamente sobre el cuello, sino sobre la collera, relleno ancho de paja de centeno, forro de lona dura, con cuero por fuera. Justo de la mitad del yugo, cuelga un gran anillo de madera, llamado barzón, en el que se introduce el timón del arado, listo para labrar. El barzón se sujeta al yugo por unas tiras de badana, llamadas barzoneras, mientras que el timón queda enganchado en el barzón con la labija o clavija, largo trozo de hierro.

De casa a la tierra y de la tierra a casa, el arado se ponía entre ambos animales, sobre el yugo, apoyado sobre la cama, arrastrado por los angostos caminos, en la parte final del timón. Como éste es de madera, y para que el arrastre no lo consuma, lleva un trozo de metal o abarca vieja, la rastra, que se apoya directamente sobre el suelo. Los yugos se solían vender pintados, bien de rojo, azul o color crema claro. Era espectáculo de vida ver decenas de yuntas al atardecer, cuando volvían de la dura jornada, después de permanecer encorvado el labrador sobre la esteva. El ruido de la rastra, el cantar del caminante y la tenue luz del crepúsculo formaban un cuadro de esperanza y dureza. El labrador llevaba siempre en su mano la restola, largo palo que servía para arrear la yunta en la labranza; o para dirigirla por delante, cuando era de bueyes o vacas que tiraban del carro. El labriego se situaba delante de la yunta, a una distancia que le permitiera poner la restola en medio del yugo; de esta forma, los animales le seguían. En su parte inferior lleva un triángulo de metal plano y macizo, el gavilán, con el que limpiaban las orejeras y arrancaban los cardillos. En la superior, lleva una punta metálica cuando se araba con bueyes o vacas, la ahijada o rejón; si se araba con machos o burros, la restola llevaba una larga correa, la tralla.

Siega

A la hora de segar, se tenía la hoz en la mano derecha y la zoqueta en la izquierda. La zoqueta protege la mano, es de madera bien pulimentada, hueca por dentro, tiene forma de barco, con un agujero ancho en la parte superior y otro pequeño redondo en la parte baja, por donde salen las pajitas. Se meten en ella tres dedos; el índice se protegía con una especie de dedal. Cada vez que el segador tenía su mano llena de mies, la ataba rodeándola con tres o cuatro pajas de las segadas y las dejaba en el suelo. Esto se llama mano (1º). Cuando había seis o siete manos juntas, se formaba una gavilla (2º). Una vez acabada de segar una tierra, se ataban varias gavillas con el vencejo, de paja de centeno, llamada bálago, y así se formaba un haz (3º). Cuando se tenía toda la tierra atada, los haces, se amontonaban en un hazcal (4º). Desde los hazcales se cargaban las caballerías para acarrearlo a la era, donde se hacían tantos montones en sus orillas como tipos de mies se había cultivado, hacinas (5º). El último día de siega era siempre motivo de regocijo y alegría; se celebraba la mansiega, que consistía en bailar y cantar alrededor de un corro de mies que se dejaba sin segar, demostrando a la naturaleza que se la había vencido, un año más. Después, venía la trilla. Un poco más del bálago: como decimos, era paja de centeno, larga y resistente, a la que se le había quitado previamente el grano, golpeándola contra el suelo. Se hacía grandes haces llamados mañas, que se guardaban hasta el verano siguiente. Como estaba muy seca, momentos antes de ser utilizada se remojaba en agua.

El acarreo estaba encomendado a los chicos más jóvenes, acarreadores, que invadían los caminos con las caballerías en el mes de julio. Los machos y los burros estaban aparejados todo el tiempo de siega, listos para llevar a la era la cantidad ya segada. Los carros apenas se utilizaban, por no permitirlo una orografía accidenteda y unos caminos deficientes. De seis a nueve haces sobre las amucas, del animal bien atados con las sogas. Todo listo para que no se diera la vuelta la carga: buena albarda, que protegía a la caballería; cubierta, tela resistente protectora de la albarda; cincha resitente; suave tarre (ataharre) bajo el rabo y completa cabezada para tirar bien del ramal, igual que en otros momentos se les ponía los bridones y anteojeras. Para otros menesteres, se ponían otros aparejos, como la jalma, los lomillos, el serón. Como también las aguaderas. O las parigüelas, dos tablas sobre la albarda del animal, perpendiculares a ella, sobre las que se transportaban piedras, para no se estropear los serones.

Eso sí, la alforja siempre bien llena, en la tierra o en la trilla. El botillo de vino, la botija de agua fresca y el agradable tomapán, comida de media mañana, no faltaban nunca.

En la era

Las eras son superficies planas, cercanas al pueblo. Están situadas a ambos extremos: las de los Palomares y las de la Iglesia. Han sido ganadas a la pendiente, mediante la formación de bancales sujetos con paredes. Las hay de pradera, las hay empedradas, según la característica del terreno.

Se montaban en cada una de sus orillas tantas hacinas como clases de mieses se había sembrado, tan grandes como la cosecha de cada uno lo permitía. Después de acabar la siega, cada día se trillaba, si el tiempo lo permitía. Lo primero que se hacía era tirar la parva, para lo cual se bajaban unos cuantos haces de la hacina correspondiente, se desataban y se extendían en el suelo. Después, los animales yuncidos daban vueltas y vueltas tirando del trillo, enganchado con el camizo al yugo, hasta que la paja estaba bien triturada. Los trillos de Las Cuevas los traían de Cantalejo. Estaban formados por varias tablas, en cuya parte inferior se hacía múltiples agujeros en los que se metía las piedras de pedernal. Los usados últimamente, además de las piedras llevan unas largas sierras y pequeñas ruedas en los laterales. La parte de delante es curva, para no arrastar la parva, mientras que en su parte final llevan unos ganchos en los que se agarran las revolvederas, con una pequeña rueda en la parte que toca el suelo y que dan vuelta a la mies trillada. Por la tarde, una vez bien trillada, la parva se recogía en un motón en medio de la era, pingar la parva. Cada día aumentaba de tamaño, ya que sólo se abeldaba al acabar. Horcas y palas, de una sola pieza de madera; aquéllas con dos, tres o cuatro dedos; éstas, planas y macizas, eran los instrumentos imprescindibles. Como lo eran también el bieldo y la bielda para separar el grano de la paja, muchos años atrás, aprovechando los días de aire y echándolo a voleo; más modernamente, para echarlo en la torva, tolva, de la máquina de abeldar o abeldadora. La bielda es más grande que el bieldo. Luego las cribas, que dejaban definitivamente bien limpio el grano. Todo se aprovechaba, hasta las partes más duras de la paja, las GRANZAS. Una vez separado grano y paja, cada uno se almacenaba en su lugar correspondiente. El grano, en la cámara, parte superior de la casa. Se metía en grandes costales o sacos que se vaciaban en el suelo o en la enormes nasas de paja y corteza de zarzamora, hechas por los propios labradores. La paja, en el pajar. Los grandes valeros o tomos de paja se metían directamente al pajar por la portillera (puerta que se abre y se cierra con piedra en verano en para meter la paja después de trillar y abeldar), cuando había pajar contiguo a la era. Si estaba retirado, la paja se llevaba entre dos personas en la anguera, instrumento a base de ramas delgadas de mimbre, cortadas y domadas verdes. Tenía forma de medio cilindro. También se transportaba con un animal, sobre el que se ponía la rede, un gran artefacto de cordel, que forma enormes bolsillos, uno a cada lado de la caballería. La era debía quedar limpia como una patena; para ello nada mejor que las escobas lonjeras.

Diccionario de plantas

Aceras. f. pl. Acederas (comestible, se coge en las eras; ¿en qué época?).

Alcarcel. m. Alcacer. Cebada verde segada para comida de animales. Por extensión, lugar donde cada año se sembrada esa cebada para ser así segada.

Alubia. f. Nombre universal de la judía seca.

Avena loca. f. Variedad de avena, que nace espontáneamente entre otros cereales.

Cañiguerra. f. Variedad de caña, planta herbácea que nace en el río.

Carambujo. m. Escaramujo. Referido tanto a la planta, rosal silvestre, como al fruto.

Cardera. f. Variedades de cardos, segadas a dalle y utilizadas como comida de animales, una vez secadas. Cardo amatista y otros.

Cardillo. m. Cardo tierno, aún sin madurar.

Cozuelo. m. Grano de trigo que no sale de la cáscara después de trillarlo.

Chaparro. m. Nombre universal de la encina.

Estepa. f. Jara cepa. Se utilizaban para encender el horno.

Gallarón. m. Agalla del roble.

Garbanzuelo. m. Hierba que crece entre los trigos.

Hierbabuena. f. Menta.

Ilaga. f. Aliaga.

Máilla. f. Variedad de manzana.

Mielga. f. Alfalfa silvestre; muy apreciada como alimento animal.

Neguilla. f. Hierba anual de flores azuladas que crece entre los trigos; puede ser tóxica. Hay varias especies.

Nícalo. m. Níscalo.

Pedo de lobo. m. Bovista gigantea. Tipo de hongo no comestible que al secarse desprende un polvo oloroso.

Pelusa. f. Esparganio.

Perejón. m. Peras de ínfimo tamaño, maduradas tempranamente. Se suelen denominar hiperbólicamente, de siete en boca.

Perigallo. m. Amapola o ababol.

Perillo. m. Manzana de tamaño medio.

Quitameriendas. f. pl. ¿La crocus púrpura o la sedum negruzco? Praderas de montaña, de hojas violáceas solitarias. Nace a principios de otoño.

Rebollo. m. Tronco grueso de encina o roble que se pone en uno de los extremos, izquierdo o derecho, de la lumbre para producir ascuas y que se consume con lentitud.

Repollo. m. Col.

Retoño. m. Trébol de los prados y trébol estriado, cuando se hace una segunda siega en los prados y muy apreciado como alimento animal.

Senderillas. f. Variedad de seta, que, como su nombre indica, aparecen en hilera.

Támara. f. Rama seca de roble o leña lista para ser quemada en la lumbre. El conjunto de támaras atadas con un vencejo es una gavilla de leña.

Tizón. m. Palo a medio quemar que produce humo. También, grano mal madurado del trigo que, al tocarlo, impregna fuertemente los dedos.

Uñagata. f. Hierbas con duras espinas. «A coger olivitas/ no van las guapas,/ porque dicen que pinchan/ las uñagatas», se cantaba en el pueblo.

Vainilla. f. Judía cogida verde para ser comida.

MUNDO DOMÉSTICO

In civitate libera lingua et mens liberae esse debent. Suetonio.

Casa

Consta generalmente de tres pisos, aunque esto parece que desde el siglo XIX, ya que, según los datos del Catastro de Ensenada de mediados del XVIII, la mayoría de ellas no los tenía.

La parte baja empieza por el portal, entrada obligatoria de personas y animales. A veces, en él hay un poyo, banco de piedra adosado a la pared. En las casas, con la cocina en planta baja, en el portal solía estar la cantarera con los cántaros, cerca la tinaja, botijos y botijas, surtidos todos de buena agua. Otras veces estaban en la cocina o en el rellano del primer piso, si la cocina se situaba allí. En muchas casas del pueblo hay una bodega subterránea, donde se guardaban las patatas y el vino, en botos, pellejos o garrafones; detrás del portal, la cuadra, con todos los aperos colgados, los pesebres, el corte de los cerdos y el gamellón, su plato de comida. En algunas casas con cocina en planta, el horno quedaba empotrado en la cuadra. Fuera ya, el corral, patio trasero, al que salían las gallinas. Aunque se ha de decir, que, tiempos atrás, todas las gallinas del pueblo salían a la calle a comer. También es frecuente que por debajo de las cuadras pase un desagüe que viene de tejados de otras casas o corrales, llamado argollón, albañal.

En el primer piso, también podía estar la cocina; pero lo que siempre aparece en seguida son las grandes salas con alcobas a los lados. Toda la ropa se guardaba en las grandes arcas, hechas generalmente con enormes tablas de una sola pieza cada lado o en los baúles. En cada alcoba una o dos camas, tapadas por los rojos o blancos corbetores.

La cámara en el segundo piso. Allí se guardaban los granos, bien en el suelo o bien en grandes nasas, de las que se iba sacando con canastillos. En algunas, se iluminaba con las troneras. Si la cuadra no formaba parte exacta de la casa, sino que estaba contigua a ella, había un espacio encima, el encamarado.

La cocina era el centro de la vida social y familiar en el pasado, por lo cual eran espaciosas. En ella se comía, se contaban las atractivas historias y cuentos en las largas noches de invierno, al amor de la lumbre, que siempre se hacía en el suelo. La chimenea tendía a pasar por paredes de habitaciones para aprovechar el calor, era una gran ventana que subía hasta arriba del tejado, tendiendo a converger al final, servía también para proveerse de luz, aunque lo normal es que fueran oscuras. En ellas se curaba la matanza, las largas ristras de costillares, lomos, tocinos, morcillas, chorizos, güeñas o jamones. Sobre la lumbre, pendía una gran cadena en la que se sujetaban calderas y cubos, el allar. En el suelo, la lumbre, sujeta con el recogedor; las tenazas; los pucheros con sus corbeteras, apoyados en los seseros; las trébedes, potes y rebollos. El banco; el vasero, con los platos vados o llanos; las cucharrenas; la alacena o palomilla, agujero rectangular que había en las cocinas o salas para meter cacharros. Cerca de la cocina, la despensa con la fresquera.

No faltaba en ninguna casa la gran llave de la cerraja principal, ni la gatera, ni las andabillas de todas las puertas, el picaporte, los candiles, el badil, el uso y la rueca, el palancanero o el carretón, artefacto de madera en el que se aprendía a andar. Para lavar la ropa, el coción, cacharro de tierra donde se preparaba la colada a base de agua a noventa grados con jabón casero, que llamaban su lejía, y la lavadera, tabla estriada sobre la que se lavaba de rodillas. También era costumbre jalbegar todas las paredes por la fiesta de San Isidro.

Matanza

Siempre fue un acontecimiento especial, un par de días de fiesta. El cerdo, el cochino era el animal del sustento; él era la vianda y el avío. El cochino común o el jaro, negro; pero nunca debía faltar uno en el corte, dos y hasta tres. Era la despensa del año. De él se aprovechaba hasta el rabo. Comer chiche era una alegría en una sociedad de escasez. A las buenas tajadas; al buen pernil, hueso del jamón; a la buena paleta o pernil de tocino; al tocino del alma, ¡qué nombre!; al somarro; a los torrenos, nadie hacía ascos. ¡Y menos al jamón, tuviera poca o mucha bienza!

El primer día, la matanza, la sangre, la paja de centeno para quemarlo, la limpieza, el arroz preparado para las morcillas, el morcón,, el mondongo, el caldo de morcilla para las sopas.

El segundo día, se descuartizaba, se separaban los jamones, lomos, orejas y demás partes. Los lomos y partes magras se iban partiendo con paciencia en la picadera, después se enajaban con ajo, laurel, pimentón y sal, dejándolo en la gamella ocho días para hacer entonces los chorizos. Sin olvidar las güeñas. Todo este picado para el chorizo recibe el nombre de salchichas.

Las partes más grasientas se freían bien para suplir la falta de aceite y los trozos sólidos sobrantes eran los chicharrones, que se comían con azúcar o se utilizaban en la elaboración de tortas.

¡Qué decir de los adobos, conservas, de chorizo, de lomo, de costillas!, todo bien guardado en aceite.

El pan

Al que cuece y amasa, de todo le pasa./ Si me quieres ver valiente, dame vino y pan caliente.

Lugar y preparación. La mayoría de las casas del pueblo tenía su propio horno. Los había, hablamos en pasado porque muchos lamentablemente han desaparecido, exteriores e interiores. Los exteriores colgaban de una pared de la calle, sujetos por dos grandes vigas de madera. Los interiores podían dar a la cuadra, al corral o al cualquier otro lugar de la casa. Casi todos tenían la boca de entrada desde la cocina, eran de forma semiesférica, de adobe, con el suelo de baldosa, debajo de la cual se ponía barro y ceniza, para evitar que el fuego se filtrara. Se calentaban con ilagas, estepas y sarmientos, cuando había viñas en el pueblo. En el momento de ir a cocer, las ascuas se retiraban a un lado de la boca. Esto se denominaba sorrascar el horno, aunque se hacía también una llama controlada para que se tostara en poco por arriba. Después de sacar el pan, el calor se aprovechaba para asar patatas.

Utensilios. Son los denominados genéricamente artes: la artesa, los ciazos (cedazos), las palas, el tablero, las varillas, el palo de sorrascar, el barredero, la pala de echar el pan, y la palilla de sacar el pan.

Acciones. Recentar es dejar una pequeña cantidad de masa, que servía de levadura. La víspera de cocer, a ese reciento o madre del pan se le añadía más cantidad, para ponerla luego en la nueva masa; calentar el horno; cerner la harina, pasarla por el cedazo; amasar consiste en mover y apretar la masa hasta que tomaba una consistencia y homogeneidad adecuada; sorrascar el horno; cocer el pan en el horno, sacar el pan del horno; encanecer significa ponerse mohoso el pan, cosa que se intentaba evitar por todos los medios, en aquella sociedad de escasez.

Tipos de pan. La hogaza, el bodigo, el rosco, la mano, el pan de mediano, la tendida (extendida). El dulce más frecuente, la torta de chicharrones.

Tiempo. Se solía cocer por la mañana, de esta forma a la llegada de la noche el horno ya estaba apagado y se evitaban peligros. Se cocía generalmente cada 10 días, aunque dependía de la cantidad de pan hecha la vez anterior y de los miembros de cada casa.

Lugar de guardar. Se dejaba en las paneras, artefactos rústicos de una tabla lisa vertical traspasada por palos que formaban estantes. Se colgaban del techo, para evitar a los ratones y preservarlo de la humedad y que, de esta forma, no se encaneciera.

Diccionario de ropa

Albarca. f. Abarcas. Calzado rústico, antiguamente de cuero, atado con correas; cubre la planta del pie y los dedos. Ahora se utilizan materiales más modernos, como ruedas de neumático, aunque su diseño ha cambiado poco.

Calzas. f. pl. Ligas sobre medias que alcanzaban debajo de la rodilla. También, hiladillos de las abarcas.

Capa. f. Prenda de abrigo, larga y suelta. Sin mangas, abierta por delante, se lleva sobre la ropa. En Las Cuevas, eran típicas las pardas o marrones, con capucha.

Corbetor. m. Cobertor. Manta de lana, de color o blanca que hace de colcha.

Corpiño. m. Especie de blusa femenina sin mangas, muy ajustada, que se ataba por delante.

Chalina. f. Bufanda.

Chambra. f. Blusa femenina corta puesta sobre la camisa.

Faltriquera. f. Bolsillo oculto en el interior, para guardar monedas.

Jergón. m. Parte de la cama que sujeta el colchón.

Jugón. m. Jubón.

Justillo. m. Especie de faja que va de debajo del pecho a la cintura.

Mandil. m. Delantal.

Manteo. m. Falda ancha de color rojo, amarillo, morado o canela.

Mantón. m. Prenda femenina de abrigo que se lleva sobre los hombros. Solían ser largos y negros.

Medias de torzal. f. pl. Medias de seda.

Pasamontañas. m. pl. Gorro de lana que cubre la cabeza y cuello. Deja libres los ojos.

Patines. m.pl. Calcetines de lana.

Pelele. m. Vestido de una sola pieza que se pone a los niños.

Pelliza. f. Prenda de abrigo que llevaban los hombres, parecida a un chaquetón. Se fabricaba con elementos de piel.

Pial. m. Peal. Calcetín de loma que sirve como protector del pie, ante hierbas y otros elementos del campo.

Refajo. m. Camiseta femenina de cuerpo entero. También, prenda que se pone debajo de las enaguas.

Rodilla. f. Servilleta.

Saya. f. Falda o enagua de paño y vuelo, que llegaba hasta los pies.

Tapabocas y tapaboquillas m. pl. Especie de bufanda grande y gris, que rodeaba el cuello.

Toquilla. f. Prenda de lana que se ponían las ancianas sobre los hombres. También se utilizaba para arropar a los bebés.

Zahón/ zagón/ zajón. m. pl. Prenda de trabajo, que se lleva al campo para resguardo de ropa y parte delantera del cuerpo. Llegaba a media pierna y solía estar hecha de cuero.

Pesos y medidas

El sistema métrico decimal fue declarado obligatorio en España por ley de 19 de julio de 1849. Los tipos y equivalentes aparecieron en la Gaceta de Madrid del día 28 de diciembre de 1852. Sin embargo, las formas tradicionales se han seguido utilizando en las zonas rurales hasta tiempos muy recientes.

Unidades de peso. La arroba, para pesar cerdos, lanas, frutas; equivale a unos 11,5 kg. La libra, equivalente a 460 g., se utilizaba para pesar el menudo; constaba de 16 onzas. Instrumento, romana.

Unidades de longitud. La legua, para grandes distancias; la vara, para telas; equivalía a tres pies y el pie a cuatro palmos.

Medidas de capacidad. Para granos, la fanega, que equivale a dos medias; ésta a seis celemines; el celemín, a cuatro cuartillos. Para líquidos, la cántara, con algo más de 16 litros y el cuartillo.

Medidas de superficie. La fanega de sembradura, media, celemín y cuartillo.

Otras palabras

Arroscarse: morirse

Cruzar la cara: abofetear

Echar mano: coger

Hacer del vientre: defecar.

Aceitinegro: aceite de ricino

Avío: comida diaria.

Boceras: bocazas.

Ceguillo: orzuelo

Cornezuelo: grano negro del centeno, que tiene efectos alucinógenos. En él está presente el LSD.

Modorro: atontado (y también, adormilado). Las ovejas se amodorran; la furta se amodorra.

Moquero: pañuelo

Rasgo: (definido en el número anterior). Quizá viene de la palabra TERRAZGO. ¿Era el terrazgo la parte labrada de un término municipal, de un señorío, o todo él?

Ripia: tabla de mala calidad.

Sollejo: piel (de alubia, etc.)

Talego

Autraño: el año que viene

De todas maneras…aguaderas

Eso y nada, parecido al tio Ninguno.

Estar como a un burro un freno

Le ha picado un bicho

Más burro que un arado

Más largo que un día sin pan

Ni Dios que lo fundó

No valer con las orejas llenas de agua

Nos ha jodido mayo con sus flores

-Tengo frío.

-Métete en las bragas de tu tío.

Tú, como el tio Juan de la calle

¡Y más decía la carta!, y venía en blanco

Medidas de capacidad:

media cántara, 8 litros.

Una cuartilla, 4 litros.

Media cuartilla, 2 litros

Un cuarterón: una cuarta parte de algo.

Juegos

Gurria, aro, piola, taba (astrálago).

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