Al hablar del vestido popular, la primera pregunta que cabría hacer es ¿Por qué sigue interesando al hombre actual, instalado en la modernidad tecnológica y en una globalización despersonalizante el traje tradicional? ¿Por qué cada vez más en nuestros actos populares, ya sean religiosos, festivos o culturales, están presentes esos trajes que lucieron nuestros antepasados? ¿Qué emoción despiertan en nuestros sentimientos su contemplación y no digamos nada ya su posesión? ¿Por qué los guardamos como un tesoro en nuestras casas y por qué se siguen confeccionando para que las jóvenes generaciones los luzcan en los momentos más importantes de las manifestaciones colectivas?
Yo, al menos, me hago estas preguntas y muchas más y es que el traje popular es una de las manifestaciones más completas del alma colectiva de los pueblos, de nuestro pueblo, en cuyas raíces, se hunde nuestro yo más auténtico y profundo.
El traje popular nos habla de muchas cosas, nos muestra realidades vivenciales, sensibilidades de las gentes que con ellos se cubrieron. El traje popular nos habla de las características geográficas, de los medios de producción, de la economía, de los gustos estéticos, de la personalidad de sus gentes, de sus trabajos… de tantas y tantas cosas como afectan a quienes los llevaron. Es como el libro abierto de su existencia.
El traje popular no es tema baladí como algunos pudieran pensar, sólo tendrían que pensar en él para cambiar de parecer. A este respecto el gran erudito y etnólogo soriano D. José Tudela en su artículo de El Noticiero de Soria, de abril de 1904, nos comenta: La indumentaria de los pueblos que han permanecido aislados, es uno de los elementos más expresivos de la ergonomía o cultura material de los pueblos y que explica muchas de las causas históricas, económicas y sociales que han forjado su personalidad.
Por eso, los historiadores más antiguos como Estrabón o Polibio nos dejaron noticias y datos de la forma de vestir de los pueblos por ellos conocidos, por eso nuestros cronistas de Indias describen la forma de vestir de los indígenas de las tierras conquistadas. Por eso los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer vinieron a nuestra provincia en 1866 en cumplimiento de una Real Orden que decía que teniendo en cuenta la conveniencia de que en el Museo Nacional haya una colección lo más completa posible de cuadros que recuerden en el futuro los actuales trajes característicos, usos y costumbres de nuestras provincias se concedía una beca a los hermanos Bécquer para que dejaran testimonio de la indumentaria soriana.
Fruto de su estancia en nuestra provincia son tres cuadros y no menos de cuarenta ilustraciones a plumilla que tienen como tema tipos populares entre los cuales se encuentra un aldeano de tierras de El Burgo (Fuencaliente o Fuentearmegil) que se cubre con la típica anguarina.
En 1870 aparecen publicados algunos de estos dibujos en La Ilustración de Madrid con esta reflexión de Gustavo Adolfo Bécquer: «En los dibujos que ofrecemos
hoy a nuestros lectores, pueden estudiarse algunos de estos trajes y tipos que pronto desaparecerán, si antes no se procuran consignar, ya en lienzos, ya en libros especiales o en publicaciones ilustradas. La falta de comunicaciones y la escasa noticia que se tiene a cerca de las particularidades de la provincia de Soria, son en primer término, la causa de que rara vez la visiten artistas y viajeros, no obstante así, en materia de arte, como de costumbres, trajes y tipos guarda esta olvidada provincia un verdadero tesoro”.
Y es por eso, por lo que, el pintor soriano Maximino Peña, inmortalizó en sus lienzos las gentes de su tierra pinariega y, por eso, en fin, por lo que D José Tudela nos dejó testimonio fiel de la indumentaria soriana tradicional, de inestimable valor para conocer nuestros antepasados. Al estudiar este ilustre etnólogo soriano el traje popular de nuestra provincia, si bien ve unas características comunes como son: la sobriedad, la reciedumbre, la sencilla elegancia y la ausencia de barrocos adornos, reconoce variaciones según las zonas de la provincia: Vertiente aragonesa, La Ribera, Urbión, Sierra de Alba y Páramos y Mesetas que comprendería una extensa zona del centro de nuestra provincia, a la que corresponderían las tierras de El Burgo de Osma donde destacarían por su pureza y características los pueblos de Fuentearmegil y Fuencaliente.
El vestido popular de estos pueblos es del máximo interés etnológico por su aislamiento geográfico que impide las influencias de otras regiones y por sus formas de vida totalmente autárquicas que hacen que los materiales de los mismos procedan de la economía familiar como son la lana, el cáñamo o el cuero. Materias procedentes de los rebaños y la tierra propios, criados y elaborados por sus mismas manos y en su mismo pueblo durante siglos y siglos hasta bien entrado el siglo XX.
Todavía recuerdan algunos haber visto en los mercados del sábado, en El Burgo de Osma, a los campesinos de Fuentearmegil o Fuencaliente con sus anguarinas pardas con capucha, tan peculiares, y tan prácticas para defenderse del frío y la lluvia de los duros inviernos de nuestra mesetaria tierra.
Esta original prenda ha llegado hasta nosotros de forma casi invariable desde la época numantina. Ya en el siglo XIII, encontramos abundantes testimonios gráficos en las ilustraciones de Las Cantigas de Alfonso X El Sabio o en los capiteles románicos. Tan original vestimenta merece una atención especial. Está confeccionada con la lana sin teñir de las ovejas negras. Lana que era posteriormente hilada en las propias casas y tejida en los telares manuales del pueblo o en los de Villálvaro, de donde pasaría a los batanes para darle esa textura endurecida e impermeable que hacia de la anguarina vestido imprescindible contra el frío y la lluvia.
La anguarina tiene forma rectangular, como un saco. Cerrada y con aberturas para meter la cabeza y sacar los brazos. Tiene una capucha que cae hacia tras y, sobre los hombros, mangas abiertas, rectangulares a modo de aletas lo que le confiere una gran facilidad para el trabajo. Aparte de la anguarina, el vestido popular de esta parte de la provincia es todo él de sumo interés etnológico, por lo que brevemente pasamos a describirlo.
Al igual que en el traje de otras zonas habría que distinguir el masculino y el femenino, el de trabajo y el de fiesta, siendo el de trabajo el más interesante desde el punto de vista etnológico por ser el más auténtico y genuino. El vestido de diario femenino constaría de los siguientes elementos: Camisa de lienzo curado, saya de paño pardo fruncida a pequeñas tablillas, más bien corta y con mucho vuelo, lo que le daba una gracia airosa y en cierto modo coqueta, no llevaría ningún adorno, solamente una pasamanería rematando el borde. En verano, se usaría corpiño sin mangas y en invierno la chambra, de manga larga con frunces y jaretas. Las medias eran de lana y el calzado abarcas de cuero con correas para atarlas a las piernas. No llevarían ninguna ropa interior salvo la camisa, y en todo caso, se utilizaría el calzón o pololo.
Para abrigarse en invierno, se ponían dos sayas, la bajera y la encimera con la que en ocasiones se cubrían la cabeza para resguardarse de la lluvia y del frío. Para completar el atavío se usaba el delantal y los pañuelos de talle y de cabeza.
En esta zona de Fuencaliente y Fuentearmegil es muy curiosa la peineta que se ponía encima del moño para sujetar el pañuelo. Éste se ponía en forma triangular con las puntas hacia atrás, se cruzaban debajo del moño y luego se anudaban encima de la peineta de forma y manera que por mucho que ésta se moviera el pañuelo permanecía perfectamente seguro.
El traje de hombre de diario es sumamente austero y sobrio. Constaría de camisa de lienzo curado, chaqueta corta, pantalón o calzón cortos y chaleco de paño pardo. Para cubrirse las piernas se emplearían medias y peales. Como calzado, usarían las abarcas de cuero con correas. Un elemento imprescindible era la faja que rodeaba la cintura y que sujetaba los músculos de la misma en los duros trabajos del campo evitando las lesiones lumbares. En la cabeza no faltaría un pañuelo al estilo aragonés y para guarecerse del frío la anguarina era la prenda ideal.
El traje de fiesta femenino. Los elementos que lo forman son los mismos que los del traje de diario. La saya, en lugar de paño pardo, sería de vivos colores: rojo, amarillo con cintas negras de terciopelo en la parte de abajo para las más jóvenes. Color lirio o negras para las casadas y las viudas. La chambra sería de seda adamascada con pasamanería, frunces y jaretas En invierno se utilizaría el corpiño de paño negro y bordes de terciopelo. En verano, el corpiño sin mangas con pechera bordada en vivos colores que dejan asomar la camisa de lino o retor con amplias mangas. El pañuelo de cabeza estampado en vivos colores, de seda o percal y el de talle, estampado, de lanilla o de merino bordado al estilo de los de Manila. El delantal generalmente era del mismo género que la chambra.
El calzado estaría formado por medias blancas de algodón para el verano y de lana azul con punteras negras para el invierno, zapato negros o zapatillas de cáñamo. El aderezo se completaría con pendientes de metal y collares de tubitos de coral y plata. Completaría el traje la inseparable faltriquera, debajo de la saya encimera.
El traje de fiesta masculino estaría compuesto de los siguientes elementos: La chaqueta de paño, corta, llevaría en la espalda algún adorno de terciopelo negro. El cuello, con solapa, era de terciopelo negro también, al igual que los ribetes de las mangas. El paño del que estaba confeccionado este traje podía ser de pardo fino o de paño negro, el pantalón podía ser largo o calzón cerrado a los lados con cordones de colores. El chaleco en la pechera, podía adornarse con cordones de colores y la espalda de lienzo estaba decorada con motivos semejantes a los de la chaqueta. El chaleco era sumamente decorativo.
La camisa de cuello de tirilla, era de lienzo curado con plieguecitos en la pechera y en las mangas. La cabeza se adornaría con pañuelos de seda de vivos
colores al estilo aragonés, como ya hemos dicho.
El calzado para las fiestas podía constar de zapatos negros o zapatillas de tela y esparto. El vestido se completaría con la faja rodeada a la cintura que podía ser de distintos colores, rojos o azules para los mozos y negro para diario o incluso blanca. Dentro de las características generales y repetidas, el traje popular también podía tener pequeñas variantes según el gusto del sastre o modista que los confeccionara y del destinatario de los mismos.
Como es lógico, en esta pequeña reseña del traje popular de Fuencaliente y los pueblos de la zona, no se pueden agotar todas las variantes que el traje popular tiene dentro de la uniformidad que lo caracteriza. Por otra parte, si una imagen vale más que mil palabras, al hablar del traje popular las imágenes resultan imprescindibles para darnos una idea de sus características y belleza.
Y por último, es imprescindible hacer referencia a la encomiable labor que ha realizado el grupo Cantueso de El Burgo de Osma en la conservación del traje popular de toda la zona, en su difusión y estudio, sin lo cual posiblemente muchos de estos tesoros etnológicos se hubieran perdido irremisiblemente para las nuevas generaciones.
Extraído de http://www.islabahia.com/aprodebur/ (Enlace obsoleto)
Puedes ver nuestros trajes típicos pulsando aquí. (Enlace obsoleto)
que sea mas especifica la informacion
Hola,
Tengo una foto de mi abuelo materno, Juan Berzosa Cabrerizo, casi, casi igual.
Creo que estoy en sus brazos y creo que lloro. No me extraña. Que miedo debe dar a un bebé de 14 meses tener esta primera imagen de su abuelo.
A ver si puedo enviarla.
Desde Barcelona os deseo unas fiestas memorables.¡¡¡Viva santa Isabel!!!