La Picota de Fuentearmegil: Testimonio de la voluntad de un pueblo

Puede verse puesta de pie delante de la torre de la iglesia. Son siete piedras cuadrangulares de medio metro de espesor, una sobre otra, las piedras que forman este monumento sencillo y simbólico que llama la atención a los que no tienen la costumbre de verlo a diario.

Siempre no estuvo en el mismo sitio. Los vecinos que tienen más de treinta años la recuerdan a la entrada de la Casa Pueblo. Más tarde estuvo en la plaza. En aquel tiempo no le habían puesto todavía el doble juego de cadenas y los tres candados que hoy tiene y antes estuvieron en el calabozo que hubo en la trasera del Ayuntamiento.

-Entre la picota y la Casa pueblo antes de que hiciesen el teleclub podían pasar los carros. Los chicos jugábamos a tirarnos desde las piedras donde estaba a la calle de abajo, y había uno que de mozo se ponía de cabeza encima de la picota…

Antiguamente tampoco representó lo que ahora representa. En este año que termina se conmemora el 80 aniversario de la liberación del Coto Redondo de Fuentearmejil, después de nueve siglos prácticamente enteros de sometimiento al dominio absoluto de quienes lo fueron heredando por favores que el tiempo no ha conservado en la memoria de la gente que habían sido concedidos por los antiguos reyes de Castilla, hasta que en el año de 1924 los hombres y mujeres nacidos en el término municipal pusieron todo su esfuerzo en el empeño de alcanzar el derecho a la propiedad de sus casas y el suelo que trabajaban.

No son muchos, pero todavía viven bastantes hombres y mujeres que recuerdan las muchas reuniones que hicieron falta para que Juan José de Pablo, que era hijo de Lorenza Romero, nacida en santervás y casada con el Secretario del Ayuntamiento del Burgo, consiguiera el 2 de abril de 1924 terminar con éxito las gestiones que hizo aprovechando su influencia sacerdotal para la compra del Coto Redondo al Marqués de Castro Serna, heredero del Conde de Adanero, último propietario del coto, y que los vecinos alcanzaran con ello el derecho a su progreso y el de sus descendientes.

-Mucho nos costó salir de aquéllo, pero gracias a los roturos que hicimos en los sitios que antes el conde nos obligaba a dejar liegos conseguimos hacer todos los pagos.

La picota se levantaba entonces sobre un pequeño promontorio formado por unas piedras que había delante de la puerta de la Casa Pueblo, es de imaginar que desde que, hacia 1550, el emperador Carlos V otorgase al pueblo el rango de Villa y la mandase construir como hizo en Ólvega y más tarde otros reyes hicieron en Matanza, Espeja, Bocigas y tantos otros sitios, muchas de ellas hoy desaparecidas, para la distinción de su categoría y se emplease para dar escarmientos y hacer justicia.

Las piedras son siete, incluida la superior que le sirve de remate, labradas sin duda a pico por el Concejo, todavía se conserva la costumbre de hacer las obras públicas municipales juntándose todos, y las sacaron también con su propio esfuerzo de la cantera del monte que hay entre Fuentearmegil y Fuencaliente. En la temporada que estuvo en la plaza un vehículo pesado derribó una parte en una maniobra rompiendo una de las piedras originales y hubo que sustituirla por otra parecida procedente de la misma cantera y trabajada en la misma época, que se colocó en la parte inferior de la estructura.

En su asentamiento actual, delante de la torre de la iglesia, se puso entre los años 1999 y 2000, siendo alcaldes Angel Cabrerizo y Manuel Gómez encabo respectivamente, y allí puede verse con su doble juego de cadenas y sus tres candados que los que ejercieron el señorío sobre la villa a través de los siglos fueron heredando en señal de mando.

-Si las piedras pudieran hablar nos contarían más cosas que cualquiera de nosotros. Cuantísimos se habrán sentado en todo este tiempo a tomar el sol en la picota y cuantísimos más se habrán bautizado en la pila bautismal de piedra de la iglesia…

Al final del siglo XX, sin que exista una razón aparente han venido a reunirse en el mismo lugar, la parte más alta del núcleo urbano, las dos construcciones más distintivas del término municipal: la que representa el credo religioso heredado por sus gentes y la que refleja la voluntad de ser de un pueblo. La iglesia puede contar con más de mil años de historia, sobresaliendo en ella como auténticas joyas arquitectónicas dos pequeñas puertas califales, una hacia el Norte y otra hacia el Sur, como si antes hubiese sido una mezquita, que se descubrieron en su interior durante una obra de acondicionamiento, y el estrellado y colorista artesonado mudéjar que puede admirarse en el techo. La torre del campanario fue reformada a lo largo del siglo XVII, según reza el epígrafe que puede leerse sobre la puerta junto a un reloj de sol: «Plantó esta obra Francisco Antonio de la Vega Cordero, maestro de obras, año de 1641, siendo…»

La picota tiene prácticamente quinientos años. En estos tiempos en que los pueblos se están despoblando conviene prestar atención a la memoria de las piedras. Pasaron quinientos años de veranos con sus fatigas, de inviernos con sus fríos, de otoños y primaveras cada uno con su sementera. Son muchos años. Y ahí está, delante de la torre de la iglesia, como un árbol hecho de piedra, con el añadido de los tres candados y las dos cadenas, saludando al sol que llega desde santervás por la mañana y se ponne por Zayuelas al atardecer, dando testimonio de la reafirmación de un pueblo que quiere ocupar su propio espacio en el corazón de la historia.

Es la picota de Fuentearmegil.

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