FELIZ NAVIDAD

En estos últimos días de diciembre hace frío en la calle, y el aguacero de aguanieve que está cayendo fuera nos retiene arrimados a la lumbre, recordando el paso del tiempo.

A nuestro lado una cesta llena de lo que hemos cosechado en las cuatro témporas nos recuerda lo que cultivamos y lo que la tierra nos ha dado, malo y bueno. Unos pimientos verdes y unos tomates rojos muy carnosos, unas cebollas blancas un poco nacidas y unas peras de invierno no muy grandes y algo ácidas, dos racimos de uvas que madre guarda para la noche de fin de año.

El gato está adormilado a nuestros pies, y sólo mueve la cabeza si le acercamos una mano a los ojos.

En el vasero de la chimenea hay algunas fotos tomadas por el humo y el repolvo: un pastor con las ovejas y el perro, un hombre arando con una yunta de bueyes, una mujer de negro cosiendo, un hombre muy viejo desmotando una criba de alubias sentado al sol a la puerta de su casa. Algunos de los que aparecen hemos olvidado quiénes fueron, y nos duele un poco no conocerlos.

Por este tiempo mi padre todos los años escogía la raja más grande de la leñera y la asomaba a las primeras lenguas de llama para que se fuese quemando lentamente, cubriéndola de ceniza cuando nos íbamos a la cama y volviendo a reavivarla al día siguiente. Por aquel entonces en todas las casas ponían en la chimenea un tronco de corazón de encina al que llamaban Nochebueno, encomendándole que llevase el fuego del hogar del final de un año al principio del otro, y que lo repitiese por los siglos de los siglos.

En la última noche del año mi padre asaba manzanas de los huertos enterrándolas entre las ascuas de la raja, y cuando estaban hechas las partía en cuartos, las maceraba en vino y azúcar, y nos daba una parte a cada uno para que todos comiéramos de ellas y juntos lo celebráramos.

Si rememoramos las costumbres de cuando éramos pequeños, sentimos que se abre la puerta de la cocina, y entra mi abuelo con el capote tapándole de los pies a la cabeza lleno de copos blancos que se desparraman en el aire:

-Está arreciando la nieve, y ha empezado a levantarse el cierzo.

En unas alforjas traía un taleguillo de nueces y almendrucos de sus árboles, un puchero de miel de sus colmenas, y media docena de membrillos olorosos y grandes como soles de oro para que perfumásemos las habitaciones con ellos.

El ritual era el mismo todos los años, y cada vez nos parecía igual de irrepetible, igual de emocionante, como si fuera nuevo.

-Para que terminéis bien el año viejo y entréis con bien en el venidero.

Se quedaba poco tiempo con nosotros, y pronto seguía su camino, llevando su ofrenda a cada uno de sus hijos y a cada uno de sus nietos.

-Esta noche muere el sol, y mañana resucita. que paséis una buena noche y que mañana tengáis felices fiestas, y que el año 2023 sea generoso para todos en cosas buenas.

2 comentarios

  1. Hay que ver con que poco nos conformabamos y como ese poco nos sabia a gloria. De lo que si andabamos sobrados era de cariño. Gracias Eutiquio y felices fiestas a todos. Un abrazo

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