Causas de la despoblación del Coto Redondo.

A mediados del siglo pasado vivía en nuestros pueblos una población de más de 1.200 personas, seis veces más de las que viven en este momento, lo que nos permite suponer que tuvo que introducirse un factor sociológico causante de la inversión de la pirámide demográfica, sobre todo sabiendo como sabemos que no es algo que ocurriera sólo en nuestro caso particular, y que lo mismo pasó en toda la provincia de Soria, y podemos decir que en casi toda Castilla y todo lo que hemos dado en llamar la España interior.

Nadie se va del lugar donde nació sin ningún motivo, abandonando su vivienda, sus herencias y su familia extensa para enfrentarse a incertidumbres y situaciones desconocidas que nunca son agradables ni se eligen sin unas causas que nos empujen a tener que hacerlo.

El estudio histórico poblacional presenta una aceptable estabilidad de la estructura social, incluso con cierta progresión positiva que no hacía previsible en absoluto el riesgo de despoblación que viene desencadenándose desde hace cincuenta años.

Hasta entonces se habían vivido malos tiempos, como las epidemias y consiguientes hambrunas del siglo XIX, las durísimas condiciones de la apropiación del terreno por parte del conde de Adanero, las pertinaces sequías estacionales, las consecuencias de las dos guerras mundiales y en especial la guerra civil española de 1936, pero a pesar de ello los vecinos habían aprendido a vivir dignamente trabajando sus tierras y pastoreando sus rebaños, desarrollando una economía agropecuaria ajustada a sus necesidades cotidianas.

La compra del Coto Redondo en 1924 les devolvió los derechos de propiedad de sus viviendas, el terreno comunal y las tierras que trabajaban. Esto representó una época de prosperidad que quedó reflejada en la mejoría de sus condiciones de vida, pudiendo permitirse algunas concesiones no suntuarias prohibitivas anteriormente.

Es en el censo de 1950 cuando se experimenta la cifra más alta en el número de habitantes, con un total de 1210 personas, de las que el 40% eran hombres y el 60% eran mujeres, empezando a reducirse desde esa fecha, presentando un descenso singularmente agudo a principios de la década de 1970. ¿Qué sucedió? ¿Hubo razones endógenas? ¿Existió una atracción irresistible desde las grandes ciudades? ¿Se dieron deficiencias de planificación desde los organismos públicos?

Entre 1965 y 1967 tuvo lugar en nuestros pueblos la ejecución de un proyecto de concentración parcelaria que iba a representar un parteaguas transcendental cambiando de manera drástica la forma de vida tradicional de los vecinos.

El proyecto estuvo planificado desde el Ministerio de Agricultura y las Diputaciones Provinciales con el objetivo de inducir el progreso de las zonas rurales más necesitadas, pero su elaboración no previó incluir informantes de los pueblos para incorporar sus aportaciones al proyecto diseñado en los despachos.

La llegada de un equipo completo de profesionales, como ingenieros, topógrafos, agromensores y técnicos de intervención agraria, despertó la expectación de las nuevas oportunidades expuestas por los directores del plan de desarrollo, y a la vez la desconfianza razonable ante la perspectiva de abandonar los usos y costumbres ancestrales para afrontar otros modos de vida sin las garantías de que la fórmula impuesta fuera la más ajustada a las condiciones concretas de nuestro ecosistema sostenible.

El resultado del proyecto planificado para mejorar la calidad de vida de las familias de los pueblos de las cabeceras de los ríos Perales y Cejos parcelando en fincas concentradas las propiedades en régimen de minifundios, consiguió aumentar la producción agrícola principalmente de cereal, menos el de legumbres, patatas y productos de huerta, pero se prestó menos atención a los recursos ganaderos y la explotación de zonas arbóreas, que habrían podido representar un complemento de beneficios nada desdeñables, como se hubiera puesto en evidencia haciendo un estudio integral de los recursos naturales del término municipal.

Pasados los primeros años de puesta en práctica de los objetivos del bienintencionado proyecto de reforma agraria venido de fuera, se desencadenó un fuerte movimiento migratorio hacia las grandes ciudades que ha desembocado en la situación severa de despoblamiento actual. ¿Qué llevó a tantas familias a tomar la decisión de migrar una vez comprobados los efectos insuficientes del plan de desarrollo introducido? ¿Qué factores no se consideraron a la hora de planificar el proyecto? La falta del conocimiento de los ejecutores sobre el conjunto de necesidades reales de los vecinos, ¿pudo ser el causante del desmantelamiento del tejido social que hasta entonces venía evolucionando positivamente?

La evidencia de las interrogantes que dejamos en el aire por razones obvias, suscita una reflexión serena sobre las responsabilidades históricas de la Administración Pública, y la necesidad urgente de implantar nuevos programas de desarrollo sostenible que puedan resolver la cronicidad en que han desembocado los errores pretéritos. Mejor, eso sí, si en esta segunda oportunidad que todavía podría reflotar la vida en nuestros pueblos, se cuenta de forma activa con los que viven en ellos.

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